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La Novia Equivocada Novela de Day Torres novel Chapter 124

CORAZONES ATADOS. CAPÍTULO 11. Él pidió la verdad…

James agradecía desde el fondo de su corazón que Maddi se hubiera tomado aquel momento de vergüenza con humor. Absolutamente nada había cambiado entre ellos, pero la verdad eso solo era porque ambos eran muy buenos ocultando lo que pensaban.

Al principio a Maddi se le había alborotado aquella pequeña chispa, pero se le había pasado dos días después, cuando él ni siquiera había dado indicios de… bueno, de nada.

Cuando John Anders llegó con ellos lo primero que hizo fue mandarlos a habitaciones separadas.

Prepararlos para el interrogatorio no era difícil, en especial porque no tenían nada que ocultar, pero ver a James salir de su habitación cada cinco minutos y no dormir, era épico para él.

-Tengo que decirlo, lo estoy disfrutando–se rio cuando lo vio pasear por la casa a las dos de la madrugada después de asomarse tres veces a la habitación de Maddi-. ¿Extrañas sus tiernos ronquiditos?

-Muy gracioso, John -rezongó James sentándose a su lado en el sofá de la sala-. Tú también estás despierto.

-Yo tengo un caso que preparar, y a ti te tiene desvelado el enamoramiento.

-¡No digas eso!

-¡Cierto, cierto! Hasta después de la sentencia de divorcio no puedo decir que estás completamente colado por Maddi.

I

-¡John!

-¡Oye, no es nada malo! Está bien, si querías al potrillo lo más lógico es que enlaces a la yegua -rio el abogado con sinceridad. 1

-¡No hables así, ni que Maddi fuera una purasangre!…

-¡Ooooooh pero sí lo

sí lo es,

mi amigo! ¡Esa mujer es una purasangre, y probablemente debe estar preguntándose, como yo, qué demonios te pasa que todavía no se te sube el semental que llevas dentro! 1

James puso los ojos en blanco y no trató de explicarle a su abogado lo estresado porque sabía que se reiría en su cara.

que

estaba

-Solo te advierto una cosa, James, prepárate para pasar un poco de vergüenza mañana, porque Maddi dijo y cito: Yo no me voy a callar ninguna verdad. ¡Así que asumo que va a molestar a más de uno! -le advirtió John.

Él no respondió, pero al día siguiente la sonrisa suave de Maddi despertando logró calmarlo. -¿James? ¿Qué pasa? – preguntó viéndolo sentado y pensativo frente a su cama.

–Nada, es que… quiero que sepas que no estás obligada a hacer esto.

-¿Me quieres quitar la diversión? -murmuró ella sonriendo. ¡Eso no lo puedo permitir, señor King!

Maddi se vistió con sencillez, y a pesar de que trataba de tener buen ánimo, no pudo evitar

ponerse un poco nerviosa. El primer gesto de James para tomar su mano también fue el último, porque aquel juzgado estaba lleno de periodistas y por el otro extremo venía caminando Sabrina.

James se sentó en una de las mesas junto a John, y en la otra se sentó Sabrina con su abogado, el señor Eldrich. El alegato de apertura del señor Eldrich fue fantástico, digno de cualquier novela de Tolkien mientras relataba los difíciles años de presión que había sufrido su clienta para embarazarse, todo para que al final su marido acabara tomando una amante.

En cambio, John se levantó y habló muy poco.

-Para que conste, Su Señoría, hay cámaras en el edificio Astoria que guardan el momento exacto en que el señor King y la señorita Maddison Grant se conocieron, dos semanas después de su ruptura con la señora Sabrina. Mi cliente está en proceso de adoptar al bebé de…

¡Pues claro que tiene que adoptarlo! ¿¡No ve que me estaba engañando con esa zorra!? -le espetó Sabrina interrumpiéndolo.

El juez llamó al orden y John suspiró con cansancio.

-Su Señoría, ¿le parece bien si procedemos a interrogar a los testigos? —le pidió-. Honestamente no quiero hacerlo perder el tiempo con una acusación que es una completa mentira.

El juez arrugó el ceño pero asintió. Sabrina por supuesto subió de primera y luego de hacer un drama mayúsculo con las preguntas de su abogado, fue el turno de John.

-Señora Stewart; solo para que quede claro: ¿usted está haciendo todo esto, usted trajo a mi cliente a juicio con el objetivo en invalidar el acuerdo prematrimonial que firmó y quedarse con la mitad de todo lo que tiene el señor King?

-¡No se trata de dinero, es una cuestión de dig…!

-¡Ay por favor, no diga “dignidad“! El hecho de que me vea gracioso con la peluca reglamentaria no quiere decir que haya cruzado medio mundo para que usted se crea que soy un payaso -replicó John con sorna-. ¡Esto es por dinero! ¿O me va a negar que desde antes de saber de la existencia de la señorita Grant usted no le había enviado ya una demanda al señor King por la mitad de todos sus bienes?

Sabrina apretó los labios y cerró los dedos como garfios sobre la baranda del estrado.

-¡Es mi derecho! ¡Fui su esposa dos años! ¡Y luego viene esta zorra y ¿cree que voy a permitir que no solo se quede con él sino también con todo lo demás?! -ladró con rabia.

-¿Entonces solo está haciendo un berrinche porque no quiere que nadie más se quede con sus juguetes? ¿Eso es?

-¡Esa zorra está esperando un hijo! ¿Cómo es que nadie lo ve? ¡Él me engañó!

El juez estaba a punto de llamar al orden cuando Maddi levantó la mano en el público.

-¿Necesita decir algo, señorita Grant? -preguntó el Juez.

—Sí, su señoría, muchas gracias —dijo ella levantándose-. Quisiera aclarar para los periodistas presentes, que el diminutivo de Maddison es Maddi, ese que ella usa no sé de dónde lo sacó. 1

-Muy bien, señora Stewart, procure dirigirse con respeto a todas las personas de esta sala, no

hay razón para ser maleducada -declaró el juez haciendo que la modelo se pusiera roja de la ira-. Prosiga, abogado Anders. (1)

John se detuvo delante de Sabrina y la miró a los ojos.

-Usted está acusando a mi cliente de adulterio basada en el embarazo de la señorita Grant, pero ¿no estaba usted presente en la consulta de fertilidad del doctor Wilcox cuando este les informó que el señor King… es estéril?

John sacó los resultados oficiales de los análisis y se los mostró al juez, que lanzó una mirada de reprobación a Sabrina.

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