CORAZONES ATADOS. CAPÍTULO 32. Tú no estás Intoxicado…
James sintió que la habitación le daba vueltas.
-¿Perdón? -murmuró ¿Qué quieres decir con…? ¿En serio?
El conde Westerfield asintió y James no estuvo muy seguro de si creerle o no, porque eso podía tener demasiadas ramificaciones en las que en ese justo momento no quería pensar.
Ya había mandado a hacer su cabaña especial en los terrenos del colegio, donde Maddi y él continuarían su historia feliz. El arquitecto les había dicho que estaría lista en un mes, y eso era lo único en lo que debía enfocarse. Así que prefirió callarse aquel descubrimiento y seguir con su vida como si no hubiera escuchado nada de eso.
Maddi, por su parte, sonreía cada vez que veía desde la ventana cómo avanzaba la construcción de su nuevo hogar. Era un rayito de luz en medio de toda la locura de exámenes que tenía.
-Meli, ¿tienes algo para el dolor de cabeza… y para las náuseas? -preguntó un par de semanas después, entrando a la enfermería donde Meli le curaba una rodilla raspada a un nene. Le dio un beso, un
caramelo y permiso para irse y luego se giró hacia Maddi.
-Es la tercera vez en la semana que te veo esas ojeras, cariño. ¿Estás bien? -le preguntó.
-Si, solo estoy cansada -replicó Maddi con un bostezo-. Entre los finales en la universidad y todo el trabajo aquí no he podido dormir mucho. 1
-¿Solo eso?
-No, también tu hijo se puso de chef el fin de semana y nos intoxicó a los dos. Todavía parecemos zombis–protestó Maddi mientras tomaba aquella pastilla que le daba Meli-. Lo bueno es que a partir de ahora ya no será tan fanático del canal de cocina.
Se despidió de Meli y se fue a seguir estudiando, pero su mami suegra se quedó bastante preocupada con aquello, lo suficiente como para ir a darle una vuelta después y darse cuenta de que se había quedado rendida a pesar de tener a veinte niños jugando a su alrededor.
Enseguida se puso a vigilar esa tarde la llegada de James al castillo y lo interceptó apenas se bajó del coche.
-Cariño, necesito hablar contigo -le dijo saludándolo.
-Hola, mamá, sí claro -le sonrió él-. Solo voy a darle un beso a Maddi, me cambio y ya estoy contigo. -No, Maddi se quedó dormida, no se sentía bien, es mejor si la dejas descansar.
James frunció el ceño con preocupación. Los dos se habían sentido mal, pero a Maddi le había dado la intoxicación más fuerte que a él.
-Vamos entonces -dijo pasando un brazo sobre los hombros de su madre y acompañándola a la cabaña.
-¿Me dijo Maddi que se intoxicaron con comida? -le preguntó Meli mientras lo invitaba a sentarse en la barra de la cocina y le preparaba un jugo frío porque todavía era su niño lindo de diez años para ella.
-Sí, se me ocurrió ponerme creativo y nos pasamos el fin de semana peleándonos por los baños a ver quién vomitaba más -suspiró él y ronroneó de gusta con aquella limonada fría-. ¡Qué rico, galletas! ¿ Cómo me conoces tan bien, madre querida? -sonrió mientras se comía aquellas galletas saladas con todo el gusto del mundo y Meli achicó los ojos, observándolo con detenimiento. 1
-Bueno, cuéntame, cómo va la empresa -le preguntó mientras montaba la cafetera para hacerse un
expreso. ¿Ya le avisaste a tu hermana que este fin de semana nos vamos a reunir?
-Sí, ya le dije.
-Pues esto se va a poner bueno porque tu padre invitó a Aaron.
-Pero ¿papá está loco? ¿Quiere que estalle una guerra mundial en nuestro patio? -se rio James. Aaron ya no era más el guardaespaldas de Nahia y apenas si podían tolerarse.
-No te preocupes. Mi ogruto sabe lo que hace -le sonrió su madre mientras se servía el café delante de él y lo veía arrugar la nariz-. ¿Quieres un poquito?
Pero en cuanto le acercó aquella taza a la nariz a James, lo vio hacer una arcada y cubrirse la boca antes de salir corriendo hacia el baño. Lo escuchó devolver el jugo, las galletas y un pedazo del hígado y procuró beberse el café y limpiar la taza antes de que él saliera del baño.
-¡Joder, si esto sigue así voy a tener que ir a un médico! ¡Ya va para una semana! ¿Qué diablos cociné que me dura tanto esta intoxicación? -protestó James mientras se sentaba de nuevo en la barra con la cabeza entre las manos.
-Cariño… me temo que te va a durar mucho ese malestar, aproximadamente otros dos meses, porque no estás intoxicado… Estás embarazado -le dijo Meli.
James levantó la vista con un poco de espanto y otro de incredulidad.
-¿De qué estás hablando mamá? ¿Es una broma? ¿Embarazado? ¿Recuérdame cuántos años te faltaron para terminar la carrera de medicina?
-Eso, tú provócame que voy a servirme otro café para que te pongas a hacer ascos de nuevo -replicó Meli-. Tu padre y yo pasamos esto cuando tuve el embarazo de Nahia. Él tenía los mismos síntomas que yo.
-Pero mamá no puede ser… yo soy… yo no puedo…
Sin embargo todas esas negativas de James estaban empañadas por una duda demasiado grande, una que había nacido cuando el conde le había dicho que Sabrina era estéril; pero él se había negado a alimentarla por miedo, porque Maddi le había dicho que no quería volver a embarazarse nunca más.
-No es posible, Maddi lo sabría… -intentó evadirla pero su madre solo sonrió.
-Maddi está demasiado ocupada con la carrera y los niños como para darse cuenta de algo además de que existe -replicó Meli-. Además está confiando en que los dos están enfermos por tu comida mala, y en tu esterilidad.
-¿Y tú no confías en mi esterilidad? -preguntó James.
-Nunca confié en Sabrina, empieza por ahí -murmuró su madre con una mueca-. Y con respecto a los resultados de tus exámenes… hijo, ¿cómo es que tú dices que son?
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