ATRACCIÓN PELIGROSA. CAPÍTULO 47. Una atracción peligrosa
Nahia sintió la tensión en la espalda de Aaron, pasó un poco de espuma tibia sobre ella y masajeó suavemente aquellos nudos de dolor. Él suspiró aliviado cuando la tensión muscular empezó a remitir. Nahia metió la mano en el agua tibia perfumada con lavanda y continuó el masaje, sintiendo cómo el calor penetraba en su piel.
Aaron permaneció inmóvil. Tenía ganas de girarse y besarla allí mismo, pero tenía miedo de moverse.
Sintió que sus manos se deslizaban por su espalda y que sus dedos trazaban un delicado dibujo sobre su piel. La calidez de su tacto le hizo estremecerse y sintió que su cuerpo se derretía por ella.
-¿Mejor? -la escuchó susurrar con suavidad y afirmó con la cabeza.
-Sí, mucho mejor.
Nahia siguió aquella tensión sobre sus hombros y luego sobre uno de sus pectorales. Aaron giró la cabeza y sus ojos se encontraron. Le sostuvo la mirada un momento y luego siguió con aquel masaje.
Él cerró los ojos y dejó escapar un suave gemido mientras el dolor se escapaba de su cuerpo. La sensación era casi mágica y sintió que se relajaba.
-Ven, descansa -murmuró la muchacha mientras lo hacía recostarse en su pecho y lo escuchó suspirar con alivio. 1
Pasó todavía media hora antes de que la fiebre cediera, pero tal como habían pensado, solo era algo psicosomático, asociado al dolor.
-Creo que deberíamos salir de aquí -murmuró ella y muy a su pesar Aaron asintió.
Salieron de la tina y él trató de alcanzar las toallas en el estante del baño pero ella puso un dedo acusador frente a su nariz.
-¡Ni se te ocurra mover ese brazo, Robocop! -le advirtió y alcanzó ella misma una toalla.
Empezó por secar su cabello con suavidad, mientras los ojos de Aaron se quedaban fijos en la expresión concentrada de su rostro. Cuando bajó por su pecho de repente se detuvo, y tocó con curiosidad las partes del brazo que estaban pegadas a su piel, y que subían como pequeños tentáculos negros que se incrustaban alrededor de su hombro y un poco hacia su pecho.
Aaron contuvo el aliento, su toque era electrizante para él. Bajó los ojos y vio a Nahia mirándolo. Tenía los labios ligeramente entreabiertos y podía sentir la intensidad de su expresión. 2
-Es… impresionante -susurró Nahia sobrecogida y él negó.
-Solo es una máquina.
Nahia asintió despacio mientras seguía secándolo. Su tacto era ligero y suave, y las yemas de sus dedos le producían un hormigueo en todo el cuerpo. A medida que sus manos bajaban, sintió que se hacía más íntimo, más insoportable mientras él clavaba la vista en el techo para no caer.
El aire entre ellos estaba cargado de expectación.
-No me hagas esto, nena, por favor… -suplicó. No me hagas esto. 3
Nahia se detuvo respirando pesadamente, podía luchar contra su cabeza, contra su corazón y contra su cuerpo todo lo que quisiera, pero su corazón la había llevado de regreso allí, su cabeza le decía que no debía dejarlo solo y el resto de su cuerpo solo quería trepársele encima como lagartija en cerca.
-Esta es una mala idea… -pensó en voz alta y él asintió.
-Si lo es, sí lo es. Tienes que irte.
-No te puedes quedar solo… -susurró ella pasando saliva.
-Tampoco me puedo quedar contigo.
-Pero es que…
-¡Vete!
-¡Aaron!
-¡Vete maltit@ sea, porque lo único que puede hacerme feliz en este mundo es besarte, y si te quedas o tú acabas golpeándome o yo acabo haciendo cortocircuito! -le gritó él y ella ni corta perezosa lo pateó en una pantorrilla. 2
-¡Dije que es una mala idea, solo para dejar claro que los dos nos vamos a arrepentir después! -replicó ella en el mismo tono y él se quedó paralizado.
Ni siquiera lo estaba preguntando, ya lo daba por hecho.
-Si bueno… a un gustazo un trancazo -accedió él.
-¡Y esto es solo sexo! -sentenció Nahia. 1
-¡Va! ¡Sudor, ejercicio, un orgasmo y te vas! 3
-¿Uno solo?! -se escandalizó ella.
-¿¡Eh!? 1
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