JUEGOS DE SEDUCCIÓN. CAPÍTULO 9.
¿Tú lo harías? Abby sonrió mientras sus ojos se abrían despacio. El cuerpo de Rex seguía caliente y delicioso y posesivo.
La cena se había trasladado a las tres de la madrugada, después de unas cuantas sesiones de sexo tan intenso que Abby estaba segura de que nunca en su vida volvería a caminar derecha.
Lo miró dormir, tan tranquilo que nadie podía imaginar que aquel hombre era un volcán en erupción, y solo pudo pensar en cuántos años de su vida le había costado llegar a aquel momento del que siempre había estado segura.
“Siempre es una pena amar sola“, pensó.
Se levantó sin hacer ruido y se encamino hacia el baño, pero no había caminado ni diez pasos cuando algo tiró de su pie y se fue de bruces al suelo.
Rex se levantó en la cama asustado.
–¡Abby! ¿Abby?
– Aquí abajo – dijo ella con un puchero hasta que se sentó y se vio aquel cordel atado alrededor del tobillo, y luego derechito hasta la pata de la cama –– ¿Me amarraste? – le preguntó entre la sorpresa y la risa –– ¿Me amarraste a la pata de la cama? 6
–¿Medida cautelar?—sonrió él con aquella mirada luminosa que siempre la había derretido.
–¡Estás loco! Sácame esto que tengo que llegar al baño.
–¡Uy, el mejor momento del mundo! –exclamó él lanzándose de la cama y un segundo después la estaba besando, metiéndose entre sus piernas.
–¡Oye, espera, me hago pis...! –¡Exacto! ¿Sabes que así los orgasmos son más fuertes? —la provocó Rex. – ¡Estás desquiciado!
– ¡Por ti, claro! –aseguró él y las protestas de Abby muy pronto se convirtieron en jadeos profundos mientras él le hacía el amor de nuevo en medio de aquella alfombra.
Una hora, tres orgasmos y una alfombra irrecuperable después, Rex la metía al baño y sonreía solo de ver el agua correr sobre su cuerpo. Todavía sentía que apenas podía respirar cuando estaba cerca de ella, y a lo mejor de verdad estaba desquiciado, pero solo quería extender aquella noche tanto como pudiera. –¿Es demasiado raro? —preguntó Abby y él la besó suavemente, acariciando su piel bajo el agua. –¿Qué cosa? –Estar aquí todavía. ¿Cómo es que tu instinto no salió corriendo? –murmuró ella y Rex la miró a los ojos. Él también se preguntaba lo mismo.
–No sé — respondió con sinceridad , pero miro la puerta y te juro que mis pies pesan más que dos bloques de concreto. No quiero irme a ningún lugar, Abby. A ninguno. Ella respiró profundamente y lo abrazó, besándolo de nuevo antes de salir del baño.
-Vamos, tenemos mucho que hacer hoy le dijo con un guiño y poco después Rex supo por qué era.
Después del desayuno Abby preparó el estudio para una de las sesiones fotográficas de Rex, -i como si no fueran otra cosa que una excusa!–, solo que esta vez su idea era un poco diferente. -¡Noooooooo, no, no, no, no, no! ¡No me vas a tomar fotos desnudo! -se espantó él. -¡Oye, no seas tímido, esto es arte! Además no se te va a ver nada, son claroscuros ella.
-¡Nop! No con N de Nunca jamás. ¡Tienes que buscarte otro proyecto!
-¿Prefieres tomármelas tú a mí? -preguntó Abby con voz sensual y Rex se derritió.
-Yo no sé tomar fotos…
-Yo te enseño. Todo está preparado, incluso la cámara está en el trípode. Lo único que debes hacer es apretar ese botón.
se rio
Rex sintió que se le secaba la boca. A cada segundo descubría una faceta hermosa de la personalidad de aquella mujer y una nueva locura. Hizo de tripas corazón y posó delante de aquella cámara para que Abby sacara las fotos que quisiera de él, y ella se deleitó gobernándolo porque bueno, era con justificación.
Media hora después Rex no podía creer las imágenes espectaculares que ella había tomado, pero entonces la vio programar la cámara y sacarse la ropa despacio. Se unió a él en medio de aquella pequeña plataforma, y las paredes acolchadas se bebieron sus gritos mientras Rex la llevaba al cielo y la cámara sacaba fotos cada diez segundos. 1
-¡Dios… esta mujer me va a matar lentamente! -susurró Rex, besando desde su espalda hasta la curva de su cadera cuando ella se durmió de nuevo-. ¡Qué bueno que no tengo apuro!
Les tomó dos días más salir del departamento, y lo hicieron como un acto de conciencia porque de lo contrario terminarían en urgencias. Pasearon por la ciudad al atardecer y cenaron fuera. Estaban apenas regresando, atravesando Central Park, cuando alguien gritó que tuvieran cuidado y los reflejos de Rex lo hicieron saltar y alcanzar un balón antes de que le pegara a Abby.
-¡Lo siento, lo siento mucho! -gritó un muchacho acercándose-. Estamos apenas empezando a practicar y así es un poco dif…
Rex miró al equipo que intentaba jugar fútbol americano. Eran hombres de los diecinueve a los treinta, y todos estaban en sillas de ruedas, menos el chico que había corrido hacia él; tenía sus dos piernas intactas, pero le faltaba uno de sus brazos.
-Oye… eres Rex Lanning -dijo de pronto mirándolo extasiado, y Rex sonrió mientras asentía. El muchacho se giró hacia los otros y gritó—: ¡Es Rex Lanning!
Muy pronto Rex se vio rodeado de fanáticos y Abby dio dos pasos atrás, sacando su cámara despacio. Se dio cuenta de que él tenía la sensibilidad suficiente de sentarse en un banco para quedar a su altura y la media hora siguiente se le fue dándoles consejos e instrucciones de cómo jugar.
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