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Enamorándome de mi esposa provisoria novel Chapter 138

Capítulo 138

Samuel arrastro a Kathleen hacia el coche. Sin embargo, no quiso subir al coche.

Samuel preguntó con fraldad:

– Quieres que Christopher baje a darte la lata? En ese momento, Felix podria pensar que solo estás soplando caliente y frío. ¿Serás capaz de explicarte?

Kathleen se mordió el labio.

Entonces, Samuel continuó en voz baja:

– En verdad no te haré nada. Sólo entra en el coche.

Kathleen dejó de luchar y fue arrastrada al coche por Samuel.

Cerro la puerta del coche y se fue con Kathleen.

Cuando Christopher salió corriendo, ya se habian ido.

Christopher miro de reojo a Charles.

-¿Por qué no los detuviste?

Charles sintió una mezcla de emociones y respondió:

-No podria. Christopher, a Kate no le gustas, en efecto. Es la primera vez que la veo contestar de esa manera. Tu abuelo ha ido demasiado lejos.

Después de eso, se subió a su coche.

Christopher apretó los dientes.

«Samuel debe estar detrás de esto!>>

Mientras tanto, Kathleen estaba sentada en el coche de Samuel. Miró por la ventana y su visión se volvio borrosa.

Samuel sintió una puñalada en el corazón.

«¿Por que le gusta tanto Christopher?>>

De hecho, Kathleen se sintió agraviada.

Argh! Nunca me había reganado tanto un anciano en toda mi vida. Que he hecho mal?

Al ver como lloraba, Samuel solo pudo intentar parecer menos hostil y sombrio. Entonces, paro el coche y dijo con voz ronca:

-Deja de llorar

Kathleen le lanzó una mirada de reojo. Al instante siguiente, agarró la corbata de Samuel y le preguntó con enfado:

-Samuel, dime que tiene do malo un segundo matrimonio.

Samuel se quedó un poco sorprendido,

Kathleen brano con voz suave:

-Y que si soy una divorciada. ¿Creen que yo queria ese divorcio? ¡No habria optado por el divorcio si no me hubieran forzado al limite! ¿Quién se ha creido que es? ¿Qué derechos tiene para reprenderme asi?

Samuel miró a Kathleen, que rompió a llorar. Tras dudar un momento, la tomó en sus brazos.

Su voz era extremadamente ronca mientras se disculpaba:

-Es mi culpa. Lo siento. Fui yo quien te hizo llevar el titulo de mujer divorciada. Échame la culpa de todo.

Kathleen se derrumbó y preguntó:

-¿Por qué me culpan a mi? ¿Qué he hecho mal? Les di todo mi amor y me esforcé por mantener la familia. ¿Por qué al final me culpan a mi? Incluso han dicho que nunca seré feliz en el futuro. ¿Por qué?

A Samuel le dolia el corazón. Nunca habia sentido tanto dolor.

Kathleen tenia razón. Ella no fue la culpable.

-¡Kate, lo siento! -Samuel sólo pudo abrazarla con fuerza, ya que era él quien tenía la culpa.

Fue él quien la hizo sufrir.

-¡Ahhh! – Kathleen se debatia entre la pena y la ira.

Ella nunca había pensado en involucrarse con Christopher. Sin embargo, la regañaron sin piedad.

Samuel no sabia que hacer, así que sólo pudo abrazarla sin decir una palabra.

Después de que Kathleen llorara durante un rato, al fin recupero la compostura. Entonces, soltó a Samuel y se secó las lágrimas,

-Lo siento, yo… perdí el control de mis emociones.

Samuel se limitó a sonreír.

-Es bueno que puedas desahogarte. Temía que te lo guardaras todo para ti.

Kathleen resopló. Luego miró su traje y corbata arrugados.

-Te compensaré por un juego nuevo,

-Claro. -Samuel asintio,

Kathleen guardo silencio.

Samuel la miro con calma.

– El traje todavia se puede salvar, pero la corbata no.

-Entonces, ¿por que no me dejas pagar tu corbata? -preguntó Kathleen, frunciendo el ceño.

-Estás ganando más de cien millones con la pelicula. ¿Por qué no puedes comprarme un traje? – preguntó Samuel

Kathleen resopló molesta.

Samuel le entregó un pañuelo y le dijo:

-Toma esto. Tú fuiste quien pidió que todo quedara claro entre nosotros. Y ahora, solo estoy siguiendo tu petición, y sin embargo estás descontenta por ello.

Kathleen se limpió la nariz.

-Lo compraré para ti.

Al estar distraida por Samuel, Kathleen no se sentia tan deprimida como antes.

Samuel se asomó a la ventana y echó un vistazo a la playa y al mar.

-Vengo aqui a menudo. Después de que te fuiste, venia aqui cada vez que te echaba de menos. Me sentaba en el coche solo, escuchando el sonido de las olas que entraban y salian con ritmo y el silbido de la brisa que pasaba. No había nadie que me molestara y podia disfrutar de un momento de serenidad.

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