Capítulo 1242
Alfred se congeló cuando escuchó esto. Tenía los ojos inyectados en sangre y las manos apretadas. ¡Su hija era la niña de sus ojos!
¿Cómo pudo pasar eso? ¿Por qué Esteban?
Alfred suplicó con amargura: “IStephen, puedes hacerme cualquier cosa siempre y cuando dejes ir a mi hija! ¡Puedo morir por ti, solo si me lo pides!
“Esteban…”
Stephen no estaba de humor para explicaciones y estaba listo para irse.
Alfred rugió con voz lastimera: “Stephen, deja en paz a mi hija…“.
Stephen lo escuchó y sus ojos estaban fríos.
¿Dejala sola?
Eso fue lo último que haría.
Al salir de la mazmorra, Lilian estaba sentada en el sofá de abajo. No había orgullo en su rostro, solo la ansiedad persistente.
¿Qué tenía que hacer para sacar a su padre de aquí?
Lo intentó muchas veces, pero no pudo alejarse de Stephen.
Era imposible sacar a otras personas.
Pero ella no se daría por vencida.
Cuando Lilian estaba reflexionando, llegó Stephen. No tenía muchas expresiones, pero no podía ocultar su deseo. “¿Has desayunado?”
Lilian se recostó con los brazos cruzados y no dijo nada.
Estaba en la expectativa de Stephen. “La comida te da fuerza“.
Lilian se burló. ¿Qué fue eso? ¿Su malvada simpatía?
Él fue quien la encarceló a ella y a su padre. ¿Ahora trató de jugar bien?
¡Desagradable!
“No vengas. Sólo quiero vomitar“.
Stephen no se enojó. “Entonces no me mires. Ve a desayunar“.
¿Cómo podía comer después de ver a su padre así? De repente, Lilian se levantó del sofá, ajena a esos guardaespaldas y sirvientas.
Levantó su bonita pero agresiva cara, frunció los labios y comenzó a desabrochar su vestido azul.
El vestido tenia botones en la parte delantera.
Ella los desabrochó uno por uno.
No mucho después, apareció su sostén de encaje blanco.
Los ojos de Stephen se oscurecieron. Ordenó a los guardaespaldas: “Fuera”.
Los guardaespaldas evitaron sus ojos. No querían molestar a Stephen.
Eran solo ellos dos ahora.
Entonces Lilian se detuvo/Ella lo hizo a propósito.
Ahora que nadie la miraba. La diversión había terminado.
Nunca haría eso por Stephen.
“Mírate la cara. No hice esto por ti. Deberías saberlo“. El orgullo de Lilian volvió a su voz.
Ella miró a Stephen.
“¿Para quién entonces?” Stephen preguntó en voz baja.
“Tus guardaespaldas, por supuesto. Estaban más calientes que tú, creo, se burló Lilian e incluso se rió.
Pero Stephen no escuchaba.
Su mano larga y fuerte tomó lentamente su sostén.
Comments
The readers' comments on the novel: Nunca Mueren Los Deseos (Sabrina y Fernando)