Capítulo 154
El hombre imponente se acercó a Joaquin mientras hablaba. Su voz sonaba baja y melódica para los oidos del chico.
Fernando se arrodilló sobre una rodilla y miró a Joaquin a los ojos. El muchacho se sintió como un joven principe en presencia de su caballeresca escolta. La voz del hombre era un murmullo suave y bajo. “Tu papá está aqui ahora. Ya nadie te
va a molestar”.
Joaquin miró fiamente al hombre que tenia delante. Era el extraño a quien habia visto en su apartamento.
El chico se congelo Sus grandes ojos redondos miraban estúpidamente al hombre. Su madre le habia advertido que se mantuviera alejado de este extraño. Era peligroso, le había dicho su madre.
Tenian que mantener su distancia de él.
De lo contrario, les pasarian cosas horribles.
Por un momento. Joaquin se encontró perdido. No tenia idea de qué decir o hacer.
Simplemente miró atónito a Fernando como un patito perdido.
¿Por qué el extraño se hacia pasar por su padre?
Sabia lo que su madre le habia advertido sobre el extraño. Pero, sinceramente, pensó que el tipo era realmente genial.
Tenia un equipo de hombres altos vestidos con trajes negros siguiendolo.
Estaban detrás de él como su propia guardia y parecían estar a su entera disposición.
Era como algo que había visto en una caricatura hace unos días.
En la caricatura, el rey estaba constantemente ensombrecido por sus numerosos guardias.
Joaquin no sabia lo que era un CEO. Todo lo que sabia era que Fernando era exactamente como el personaje real en la caricatura que había visto hace unos días. Se veia genial y asombroso.
Tenia guardias y sirvientes a su entera disposición.
Joaquin no estaba lejos de la verdad. Fernando era un personaje impresionante.
Hace un momento, el padre del niño gordito había llegado corriendo cuando estalló la pelea entre los dos niños. La vista de Fernando y el tren de asistentes personales y guardaespaldas que seguían a Fernando había llevado al padre del otro niño al terror absoluto. El hombre habia agarrado a su hijo y trató de correr.
Los guardaespaldas de Fernando lo habian detenido antes de que pudiera ir a ninguna parte.
“Por favor, no vayas a ningún lado”, le habia dicho uno de los guardaespaldas.
El padre del otro niño parecía como si estuviera listo para orinarse en los pantalones. Había mirado a su alrededor con incredulidad en sus ojos. Esto parecia una escena de una pelicula. No había esperado que algo fuera de las películas sucediera también en la realidad.
Lo que empeoró las cosas fue el hecho de que su estúpido hijo habia sido el que los habia metido a ambos en problemas en primer lugar.
Queria desesperadamente darle al niño una buena lección que nunca olvidaria.
Eso le enseñaria a meterse con otros niños en el futuro.
Mira lo que había hecho. Se había metido estúpidamente con el hijo de un hombre poderoso.
“Señor, los niños solo están jugando. No hagamos una escena”, dijo el padre del otro niño a uno de los guardaespaldas de Fernando mientras intentaba esbozar una sonrisa.
Su hijo comenzó a gritarle a su padre entonces. “Papà, golpea a ese chico. ¡Me robó la pelota!”.
“¡Callate la boca, muchacho’ ilo obtendrás de mi cuando lleguemos a casa! El hombre le gritó a su hijo y lo golpeó con fuerza en la mejilla. Este último quedó atónito. ¡Su padre nunca lo golpeó!
¿Por qué su padre lo había golpeado
El niño gordito se echó a llorar y comenzó a gemir. Mocos y lágrimas corrían por su rostro. Parecia un espectáculo
lamentable.
Joaquin no pudo evitar estallar en carcajadas al verlo.
Elena no podia reirse en absoluto. Su corazón casi se habia detenido. ¿Qué le pasaba a Fernando?
¡Ningun hombre en su sano juicio deberia ir por ahi reclamando a niños extraños como sus hijos!
La mujer salió de su estupor aturdido. Al segundo siguiente, estaba corriendo hacia adelante y tirando de Joaquin a su lado. Su voz temblaba de nerviosismo. “Vamos, Joaquin. Vámonos a casa ahora.
Fernando extendió el brazo e impidió que Elena se fuera. Su voz se mantuvo gentil y cortés. “Milisegundo. Albrecht, me gustaria invitar a estos niños a almorzar conmigo. ¿Estarias bien con eso?”
“Gracias Spor la invitacion. Pero los niños no están acostumbrados a salir a comer”, dijo Elena mientras daba un paso adelante
se colocaba entre los gemelos y Fernando. La mirada de precaución en su rostro era tan cruda como el día.
“Podemos elegir un lugar agradable. Un restaurante decente que haga comidas para niños”, dijo Fernando. No podia refrenar la veta protectora dentro de él, ni la voz en su cabeza que le decia que hiciera algo bueno por los niños.
No importaba que los resultados de la prueba de ADN hubieran demostrado que no eran sus hijos.
Su instinto le decia lo contrario.
Su instinto le dijo que estos niños eran suyos.
A Elena no le interesaba para nada almorzar con Fernando. Se habían tomado muchas molestias para engañar al hombre con la prueba de ADN. No iba a dejar que los gemelos se acercaran a él.
Ella no estaba loca.
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