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Nunca Mueren Los Deseos (Sabrina y Fernando) novel Chapter 194

Capítulo 194 

Mientras tanto, en el otro extremo de la ciudad, en un lugar tranquilo cerca de Deep Water Harbor: 

Salvador se sentó en un Rolls-Royce negro estacionado en las sombras. 

El joven miro inexpresivamente por la ventana de su auto hacia la oscuridad, donde estaría el Puerto de Aguas Profundas. La construcción aun no habia comenzado. 

Habia puesto el ojo en este pedazo de tierra. Pero, por desgracia, la tierra era de los santandereanos. 

Salvador habia estado buscando una oportunidad para poner sus manos en el terreno. Cada vez, Fernando intervendría en el momento más oportuno antes de que pudiera tener éxito. Eso había pasado la última vez que Fernando había comprado una fabrica textil al lado del terreno. 

Salvador también había estado mirando esa fábrica. También tenia planes de comprar la fábrica textil. 

Pero Fernando lo habia hecho antes que Salvador. 

Ahora, Fernando tenia el monopolio completo sobre el terreno. Si lograba construir un puerto, podria crear una nueva ruta de envio que le otorgaria acceso a otras ciudades. 

Seria un paso más para cumplir la ambición del hombre de expandir el imperio de Santander.” 

Una vez que construyera un puerto internacional, también seria capaz de aplastar fácilmente al Cáceress. 

El pensamiento de eso hizo que Salvador frunciera el ceño. Su futuro parecia precario. 

No iba a dejar que los santandereanos se hicieran con el dominio de los navarros. No estaba satisfecho con ser simplemente una de las muchas familias ricas de la ciudad. 

Su ambición era convertirse en la familia más poderosa del Cuarteto Nordenic. El era quien se iba a apoderar del imperio santanderino. 

Salvador cayó en un silencio contemplativo. Sus ojos agudos se oscurecieron. Sus dedos largos y delgados se apretaron en puños. No iba a dejar que Fernando se saliera con la suya. 

Iba a asegurarse de que nunca se construyera el puerto. 

Salvador miró por la ventana. Después de un largo rato, retiró la mirada y le gritó una orden a su conductor. “Enciende el auto. Volvamos a casa. 

El conductor asintió al instante y arrancó el motor sin demorar un momento. “Si, señor Navarro”. 

El ruido sordo del motor del auto sono en la noche y se desvaneció cuando el auto se alejó a toda velocidad en la oscuridad. 

A su paso había un rastro de humo blanco que había sido emitido por su escape. 

Amaneció. Era un dia brillante y soleado hoy. La cálida luz dorada del sol de la mañana se derramó en el apartamento de Sabrina. 

Sabrina había tenido un sueño reparador. Sus ojos se abrieron lentamente mientras se despertaba. 

En lugar de su techo blanco vainilla, la joven fue recibida por la vista de dos adorables rostros regordetes. Dos juegos de enormes ojos parpadearon hacia ella. Podia ver la felicidad en ellos. 

Joaquín y Carmen inmediatamente se dieron cuenta de que su madre se habia despertado. 

Sus pequeñas manos abrazaron sus mejillas mientras los besos aterrizaban en su rostro. Los gemelos no dejaban de llamar a 

su madre mientras la besaban. “Mami… Mami…” 

Sabrina sintió una oleada de amor y felicidad llenar su interior. Sus preciosos ángeles estaban a su lado. Estaban a salvo. Nada podría compararse con el sentimiento de seguridad que sintió mientras disfrutaba de la presencia de sus hijos. 

No podia perderlos. 

Sabrina extendió la mano y envolvió sus brazos alrededor de Joaquín y Carmen con fuerza. “Hola, amores, ¿por qué se levantaron tan temprano hoy?” 

Joaquin y Carmen mantuvieron horarios extremadamente regulares. 

Todos compartian horarios similares para acostarse. 

Sin embargo, mientras Sabrina se despertaba alrededor de las seis de la mañana para prepararse para el trabajo, los gemelos seguían durmiendo después de que su madre se despertara. 

En cambio, se despertarian alrededor de las ocho de la mañana. 

Pero de alguna manera, se habian despertado antes que su madre hoy. 

“Mami… téléfono.” Joaquin entendió lo que habia dicho su madre. El niño señaló el teléfono que descansaba junto a la almohada de su madre. Todavía no habia aprendido la palabra teléfono celular’ y, por lo tanto, la llamó teléfono. 

Sabrina sabia de qué estaba hablando su hijo, por supuesto. Su teléfono debe haber sonado. 

Sin embargo, lo ponia en modo silencioso todas las noches antes de irse a la cama. 

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