Capítulo 27
Javier le creyó a Sabrina. Pensó que la joven estaba en el autobús y que ya se encontraba en camino a la oficina en este momento. Después de enviar su respuesta, no siguió esperando. Por el contrario, encendió su automóvil, pisó el acelerador y se alejó del edificio de apartamentos.
Sabrina dejó escapar un suspiro de alivio cuando lo vio irse. Decidió que era hora de tomar su bolso y dirigirse a la parada del autobús.
Fue entonces cuando vio un automóvil familiar detenerse frente al edificio de apartamentos. Era un Mercedes–Benz negro. El que pertenecía a una mujer que odiaba con su alma. La mujer a la que no había visto en un año. La antigua matriarca de la familia Bracamonte.
Sabrina se quedó mirando sin pestañear el auto familiar, los números impresos en su matrícula, la familiar y aterradora anciana en el auto. Sus dedos se apretaron alrededor de la correa de su bolso.
La anciana habia creido las mentiras que le habia contado Romina, su malvada madrastra. No amaba a Sabrina, su nieta. De hecho, trató a Sabrina como a una enemiga despreciada.
Sabrina no tenía idea de por qué estaba aqui. ¿Por qué había venido a buscarla? Ella había expulsado a Sabrina de la familia Bracamonte. ¿No había sido suficiente?
Sabrina hizo a un lado la rabia que ardía en su interior y miró con frialdad el Mercedes–Benz negro estacionado frente a su edificio de apartamentos. Decidió ignorar su presencia. Los Bracamonte la habían expulsado de la familia. Ya no tenía nada que ver con esa familia ni con la anciana.
Solo había una cosa de la que necesitaba preocuparse en este momento y era volverse más fuerte y más poderosa.
Salió del edificio y pasó junto al coche. El conductor salió del auto y se interpuso en su camino en segundos. La señora Bracamonte salió del auto con su bastón. La punta del bastón golpeó el suelo con fuerza y repetidamente mientras la anciana se dirigía hacia Sabrina.
Las palabras que salieron de la boca de la anciana fueron viciosas y crueles. “¡Zorra! Ha pasado un año pero no has cambiado en nada. Simplemente no puedes detenerte, ¿verdad?
A las palabras mordaces de la anciana, Sabrina solo devolvió una mirada helada y palabras llenas de desprecio. “Señora, parece que ha olvidado algo. Me–sacaste de los Bracamonte. Ya no soy tu nieta. Por favor mantente alejada de mi“.
Sabrina se mantuvo erguida y orgullosa mientras pronunciaba esas palabras.
Luego, empujó el brazo del conductor y comenzó a alejarse.
La anciana dirigió una mirada mortal a Sabrina y la trono. Te juro que mientras viva, no dejaré que le robes al hombre que tu hermana ama. Si te atreves a hacer eso, te mataré“. Después de escupir esas palabras maliciosas, la anciana golpeó con fuerza su bastón contra el suelo, luego se dio la vuelta y regresó al auto.
El Mercedes–Benz pasó a toda velocidad junto a Sabrina como un relámpago negro.
Sabrina observó en silencio mientras desaparecía por la calle. Sus dedos se apretaron en puños.
Su abuela se había puesto completamente del lado de Pamela. No sentía ningún amor por Sabrina en absoluto. No había necesidad de que Sabrina los tratara como familia porque ellos tampoco la trataban a ella como familia.
No estaba interesada en robar nada de Pamela. Pero ella no iba a dejarlos ir por lo que
habian hecho.
Las amenazas que su propia abuela le había lanzado a Sabrina arruinaron el buen humor con el que se había despertado. Se dirigió a la parada de autobús donde consiguió que la llevaran a la oficina. Cuando se bajó del autobús, se apresuró a entrar al edificio. No queria llegar tarde al trabajo.
Entró en la oficina sintiéndoce deprimida y desanimada. Su ánimo se mantuvo bajo hasta que Javier la llamó a su oficina inesperadamente. Se recompuso antes de dirigirse a la oficina de Javier.
Toco a su puerta tres veces. Podía escuchar a Javier gritarle que entrara. Sabrina abrió la puerta y entró.
“Sabrina“. Javier sonrió tan pronto como sus ojos se posaron en ella. Le hizo un gesto para que se acercara.
“Javier, inecesitas que haga algo por ti?”
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