La única razón por la Salvador lo habia invitado a tomar el të era porque quería la propiedad que los Santander poscian
que
en Rosario. Valia miles de millones de dólares.
Ese pedazo de tierra perteneció a los Santander durante décadas. No había forma de que Fernando dejara que Salvador lo
tuviera.
‘Sr. Santander, Va a aceptar la invitación del Sr. Navarro? Ramiro preguntó cuidadosamente.
Todos sabian que Fernando era un hombre implacable cuyos métodos eran crueles y despiadados. Nadie en Trujillo podría compararse con él. Podría romperte con un simple chasquido de sus dedos. Sus estados de ánimo eran inconsistentes e impredecibles.
Nadie se atrevía a incurrir en su ira. Todos temian lo que les haría si lo hacían.
Como su empleado, Ramiro tenía que caminar sobre cáscaras de huevo con Fernando todo el tiempo. Su corazón se aceleraba cada vez que tenia que hablar con su jefe. El joven estaba preocupado de que pudiera decir algo malo y enojar a Fernando.
Con un fuerte tintineo, Fernando dejó la costoșa taza de cerámica hecha a medida que sostenía pesadamente sobre el escritorio. Iba a averiguar exactamente cómo planeaba Salvador robarle su tierra. Él gruñó: “¡Sí! ¡Por supuestor
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“Claro, Sr. Santander, haré los arreglos necesarios“, dijo Ramiro inmediatamente mientras lo anotaba y luego continuaba reparando el resto de la agenda de Fernando junto él.
En algún momento en medio de la sesión, llamó la anciana matriarca de la familia Santander. Fernando supo exactamente lo que la anciana quería de él tan pronto como recibió la llamada. Con un rápido movimiento de su mano, envió a Ramiro fuera de la habitación.
Tan pronto como respondió la llamada, la voz de la anciana sonó desde el otro lado de la línea preguntándole sobre su vida amorosa. Él lo sabía. “Fernando… ¿Cuándo vas a traer una novia a casa y dejar que tu abuela la mire? Ya casi tengo un pie en la tumba y tú… ya casi no eres joven… ¿no puedes dejar que tu abuela eche un vistazo a su nieta política antes de que muera? ¿Y dejar que la anciana tenga la oportunidad de jugar con sus nietos?
Un leve ceño arrugó la suave frente de Fernando. No era viejo todavía, ¿verdad? Sólo tenía veintiocho años. ¿Esa edad se consideraba viejo? Todavía no había alcanzado la plenitud de un hombre, ¿verdad? ¿No se suponía que eran treinta?
Su abuela era una señora tan impaciente.
*Abuelita, traeré una a casa… si encuentro a alguien que me guste“.
“Escuché eso antes… has estado usando esa excusa por varios años. ¡No te he visto traer a nadie a casa!“, la anciana se burló con ira fingida. “Vas a traer a una dama a casa a finales de este año. Si no veo una novia cuando termine el año, te conseguiré una yo misma”.
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