Capítulo 901
Bajo la fría luz de la luna, tres hombres atravesaron los plátanos y llegaron a una hilera de cabañas de troncos donde vivían
los sirvientes.
Un hombre, fuerte y con el torso desnudo, echó un vistazo a las cabañas y le susurró a un hombre apuesto, con uniforme militar, en camerunés fluido: “Sr. Patel, la niña está adentro. ¿La matamos ahora?“.
Theo con ojos azules y profundos miró al hombre. Sombrío y cauteloso, dijo con voz ronca: “Según la inteligencia, Fernando está aquí.
“No te metas con él por el momento“.
Esta respuesta confundió a los otros dos hombres. Tomaron a Fernando como un hombre de negocios común y se preguntaron por qué Theo lo temía.
“Sr. Patel, él es solo un hombre de negocios. ¿Por qué no podemos meternos con él?”
Theo se burló. La luna arriba brillaba en su rostro esculpido, un producto de razas mixtas, y había luz de luna en sus ojos azules. Él dijo: “¡Déjate de tonterías! Nos quedaremos aquí unos días. Actúa después de que se vaya“.
Había habido una pelea entre él y Fernando en Fenteon.
Theo falló esa vez. Teniendo en cuenta las influencias de Fernando en casa, a Theo le gustaría dejar a Fernando en paz y completar su misión primero.
No quería provocar ningún problema innecesario ahora.
Los otros dos hombres tenían la sensatez de mantener la boca cerrada cuando Theo estaba de mal humor.
Bajaron la cabeza y se retiraron a un lado.
Theo merodeó por las cabañas durante un rato y luego se fue.
Sus dos hombres siguieron su ejemplo.
La paz y la serenidad regresaron, y los insectos en las hojas cantaban canciones de verano.
Temprano en la mañana, la suave luz del sol penetraba por la ventana francesa.
Había una ligera fragancia, que pertenecía al mar.
El sol dorado abrazó dulcemente a la pareja en la cama.
Sabrina se sentía adolorida y agotada porque Fernando la había torturado de manera amorosa en el baño y en la cama muchas veces la noche anterior.
Estaba demasiado débil para levantar la mano ahora.
Fernando fue el culpable.
Anoche usó algunos juguetes sexuales y Sabrina casi se arrodillo para pedir clemencia. Cuando esos vergonzosos y ardientes recuerdos regresaron, Sabrina quiso darle varios puñetazos al hombre dormido como venganza.
Sin embargo, estaba demasiado débil para hacerlo.
Empujó a Fernando para que se soltara de sus brazos.
Fernando se despertó por el empujón, abrió sus ojos negros y miró fijamente a Sabrina, quien se sonrojó. El agarró su mano rápidamente y bajó la voz deliberadamente, “¿Me extrañas a esta hora tan temprana?”
Resoplando, Sabrina puso los ojos en blanco.
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