Érica, furiosa y molesta, pensó de inmediato en Helen, a quien consideraba la única persona que podía ayudarla a complotar contra Anastasia; por ende, la contactó para verla en un café. Cuando llegó Helen, apareció con un atuendo discreto y, como de costumbre, caminó hacia Érica y se sentó frente a ella. —Dijiste que fuiste de viaje. ¿Adónde fuiste? —le preguntó Érica con curiosidad. —Eh… Solo fue un breve viaje alrededor de la ciudad, ya que quería un descanso después de todo —contestó Helen con pánico porque no quería que la otra se enterara de que vivía como rica. —¿Qué hay de tu tienda? ¿No piensas volver a tu negocio? —No, de todos modos, no estaba yéndome tan bien, así que mejor me tomé un respiro. —Helen no se veía preocupada a pesar de la situación de su negocio. —¡Adivina qué! Anastasia nos estresó a mi madre y a mí hoy —añadió Érica con enfado—. Regresó, pero eso no es todo, sino que ahora tiene un hijo ilegítimo. Helen se quedó atónita al oír eso y la tomó de la mano mientras preguntaba con ansiedad: —¡¿Qué dices?! ¿Tiene un hijo? Al notar la dramática reacción de su amiga, Érica pausó por unos segundos para consolarla. —Ese niño es su hijo ilegítimo. ¿Te preocupa que mencione al hombre con el que la involucramos en un ligue de una noche y se vengue de nosotras? ¡Tranquila, nada va a pasar! —¿Cómo se ve el niño? ¿Cuántos años tiene? —Helen se puso muy sensible, pensando que era necesario estar al tanto de todo sobre Anastasia. En el fondo, no podía evitar preguntarse si el hijo de Anastasia era Elías. —Me enteré por mi padre que el niño tiene tres años y medio y que el padre tal vez sea alguien con quien se acostó cuando estaba en el extranjero —le contestó Érica con disgusto. «¿Tres años y medio? —pensó Helen, calculando con cuidado el tiempo. Dedujo que el niño no era padre de Elías, por lo que soltó un suspiro de alivio—. Solo tuvo una noche de pasión con Elías. No, no es posible que quede embarazada tan fácil en una noche». Ante esto, Helen cedió a su curiosidad y le preguntó a Érica más sobre Anastasia: —¿Cómo está ella ahora? ¿En qué trabaja? —Es una diseñadora en Burgués, ¿cuál es el alboroto? Solo es una diseñadora común y corriente. —Al parecer, Érica estaba descontenta. Al mismo tiempo, Helen compartía el desprecio que Érica sentía por Anastasia, expresando lo que tenía en mente: —Bueno, debo admitir que era talentosa para dibujar, pero ni siquiera se graduó de la universidad, así que ¿qué tan lejos puede llegar en su carrera como diseñadora? —¡Exacto! No es más que una farsante que se hace pasar por inteligente; aun así, se las ingenia para ganarse el favor de mi padre. Además de eso, incluso su ridículo hijo sabe cómo alegrarlo. ¡Carajo! —Érica hizo a un lado su decencia, comportándose como su irritable madre. Por otro lado, Helen, que era más astuta y sagaz, la aconsejó: —¿Sabes qué, Érica? ¡Deberías echarla de casa y tal vez incluso del país, ya que no te agrada! Al fin y al cabo, necesitas deshacerte de esa monstruosidad. —Eso es justo lo que pensaba también. Cuando llegue el momento, me aseguraré de que se largue. —Ella apretó los puños y se juró esto a sí misma. Sin embargo, Érica no tenía ni la más mínima idea de que Helen deseaba que Anastasia se fuera porque esa era la única forma de seguir disfrutando de la vida rica y del favor de Elías. De repente, a Érica le llamó la atención el collar que Helen llevaba puesto. —Helen, ¿cuál es la marca de ese collar que llevas puesto? ¡Luce tan hermoso! —Oh, es un falsificado que compré de segunda mano —le contestó, frotando el collar con una sonrisa. Al conocer los antecedentes financieros de Helen, Érica no halló nada sospechoso con su falta de posibilidad de comprar un collar auténtico. Sin embargo, ese collar que llevaba era, en realidad, un producto que costaba más de dos millones por Joyería QR Internacional; sobraba mencionar que no tenía idea de quién lo diseñó. Tras oír las quejas y reclamos de Érica, Helen no podía evitar dejar de ver al reloj debido a su cita para un facial; al fin y al cabo, estaba tan obsesionada con ganarse el corazón de Elías, que incluso quería someterse a una cirugía plástica para verse más hermosa. Al estar cansada de que Anastasia la opacara desde pequeñas, Helen estaba desesperada por despedirse de su apariencia ordinaria. Tres días después, alrededor de las 5:00 de la mañana, Helen tuvo una pesadilla, en la que Elías reconoció a Anastasia cuando la confrontó, por lo que la sacó de la mansión con dureza mientras veía cómo Anastasia le arrebataba todo lo que tenía. —¡No! ¡Por favor, no! —Helen se levantó con una cara horrorizada, cubierta de sudor, mientras miraba alrededor de manera frenética hasta darse cuenta de que era un sueño. Aterrorizada por la pesadilla surrealista, Helen comprendió que nunca podría volver a tener en sus manos lo que Elías le había dado una vez que lo perdiera. A medida que su avaricia por el dinero la consumía, su obsesión con su comodidad actual de su vida le apoderó la mente. «¡No, no puedo perder ahora lo que tengo! ¡No puedo!», pensó y luego lanzó la almohada al piso, como si se tratara de Anastasia. —¿Por qué no estás muerta, Anastasia? ¡¿Por qué no te mueres?! «Anastasia solo seguirá siendo una amenaza para mí mientras siga respirando». De pronto, Helen entrecerró los ojos y se dio cuenta de que era necesario para ella reunirse con Anastasia para saber si esta sabía lo que estaba ocurriendo; sobre todo, quería averiguar si Anastasia sabía que pasó aquella noche con Elías. «Si Anastasia sabe lo que está pasando supongo que debo hacer algo para evitar que pase lo peor». A pesar de pensar esto, Helen estaba segura de que Elías no recordaría con quién durmió esa noche, pues el reloj era el único indicio que tenía antes de decidir que Helen era a quien buscaba. Sin embargo, se preocupó al instante por otra posibilidad al preguntarse qué pasaría si Anastasia reconocía a Elías: «Ella no era consciente de lo que pasó esa noche, pero no se sabe si una palabra que hayan dicho pudiera refrescarles la memoria y reconocerse». Tras abrumarse por su miedo y ansiedad, Helen decidió salir de la cama y vestirse para ir a ver a Anastasia a Burgués; así, averiguará lo mucho que sabe. Mientras tanto, Anastasia se dirigía a su oficina después de dejar a su hijo en la escuela por la mañana. Después, se ocupó en una junta sobre el lanzamiento de un nuevo producto de la empresa, el cual Fernanda quería que todos presentaran diez propuestas antes del fin de mes. Cuando todos salieron del salón de juntas, Alexis chocó con Anastasia a propósito, provocándola. —Supe que el presidente Palomares te aumentó la recompensa a un millón, así que tienes que saber que no me dejaré vencer, Anastasia. En ese instante, Anastasia se quedó sorprendida ante la provocación repentina de Alexis, lo cual la hizo preguntarse qué pretendía Elías con la recompensa de un millón. De cierta forma, tenía la sensación de que Elías estaba tratando de interferir en la competencia, considerando su poder y estatus. «¿Este sujeto está tratando de darme un millón así nomás? ¡De ninguna manera! ¡La imparcialidad es lo más importante en la competencia! Después de todo, lo último que quiero es ser la campeona de una competencia manipulada por él». Mientras Anastasia volvía a su oficina con emociones encontradas, Gabriela llegó con una taza de café y le dijo: —Señorita Torres, tiene una invitada. —¿Una invitada? ¿Quién? —Está ahora mismo en la sala de estar. Podría traérsela aquí —le contestó Gabriela. —Claro. —Anastasia no tenía idea de quién sería, así que estaba decidida a esperar para averiguarlo. Al poco rato, se oyó un golpe en la puerta antes de que Gabriela la abriera; entonces, apareció la silueta detrás de ella. Aunque habían pasado cinco años desde aquel desgarrador incidente, Anastasia se llenó de furia y rencor. En cuanto Gabriela cerró la puerta y se retiró, Anastasia preguntó con frialdad: —Qué atrevida eres como para pasar por aquí. —Me enteré de que trabajabas por aquí —le contestó Helen con una sonrisa—. Como estaba cerca, pensé que debía venir a visitarte. —Me das asco. —Anastasia apretó la quijada, reprimiendo las ganas de abofetear a la mujer. —¿Te doy asco? ¿Qué sucede? ¿No quedaste satisfecha con el gigolo con el que te acostaste aquella noche? Escogí el más guapo para ti —dijo Helen, sonriendo de manera siniestra. —¡Cállate! —Furiosa, Anastasia estaba temblando de pies a cabeza. —¿Serías capaz de reconocer al hombre si lo tuvieras frente a ti? —continuó Helen, indagando.
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