Capítulo 201
Después del desayuno, Anastasia tomó su bolso y salió por la puerta. Al hacerlo, alzó la ceja y miró al hombre sentado en el sofá antes de decirle:
-Presidente Palomares, voy a recoger a Alejandro. ¿Piensa quedarse aquí?
Cuando Elías escuchó esto, se exasperó y, aunque quería ir con ella, estaba claro que la mujer no tenía intenciones de dejar que la acompañara. En cambio, se levantó y le contestó:
– Te dejaré en la casa de Miguel. — No parecía estar dispuesto a aceptar un no como respuesta.
– No, está bien. Puedo tomar un taxi.
– Mi coche está justo abajo.
-Yo no…
-iYo sé dónde vive Miguel! –Elías le lanzó una mirada desafiante.
Fue entonces cuando ella se percató de que, en efecto, había olvidado pedir la dirección de Miguel. Tras mirar la hora y notar que eran solo las 7:30 de la mañana, no quiso llamarlo.
-Bueno, solo si tienes tiempo, porque no quiero molestar…
-Estoy libre. – Él se dio la vuelta y salió.
Abajo, estaba Ray, quien ya se había acercado en el coche. Elias se sentó en el asiento trasero y Anastasia lo siguió. Entonces, ella le contó su preocupación a Ray:
-iSeñor Osorio, espero que su padre se encuentre bien!
-Gracias por preguntar, señorita Torres -contestó con tranquilidad—. Todo salio bien con la operación.
– Me alegra saber eso —dijo con una sonrisa genuina en la cara.
Luego, se dio cuenta de que el hombre a su lado se había cambiado de ropa y que no llevaba puesta la camisa blanca de ayer, sino una gris, por lo que frunció el ceno.
«Tal vez Ray le trajo ropa extra. Como tiene obsesión por la limpieza, no usaría lo mismo que la noche anterior – pensó, preguntándose si se habia duchado en su baño
-. Quizá se dio un baño, pero iise durmió en mi cama sin ropa?!»,
En ese momento, era como si su mente estuviera por estallar. Tragó saliva y, aunque queria preguntárselo, no quería hacerlo frente a Ray, así que sacó su teléfono y lo hizo por mensaje de texto. Durante el viaje silencioso, a Elías le sonó el teléfono, que sacó y observó la pantalla, con un mensaje de Anastasia que decía:
«¢Anoche durmió en mi cama sin ropa puesta?».
Una sonrisa emanó en el rostro de él, dándole una mirada enigmática, la cual interpretó como afirmación y lo miró con enfado, pensando: «¡Aj! iQuién le dio permiso de dormir desnudo en mi cama?!».
El hombre le contestó con malicia: «No te preocupes, pues como mi vida personal es tanto impecable como ordenada, no te causare problemas».
Al leer esto, ella se enfureció y no quería nada más que golpearlo hasta dejarlo inconsciente. El hecho de que tuviera historia con Helen la irritaba mucho; luego, con cara sombría, respondió: «No lo vuelva a hacer».
Cuando él miró su expresión airada, supo que no podía seguirla fastidiando más, así que solo escribió: «No me duché ayer. Todo lo que hice fue cambiarme de ropa. Además, no dormí desnudo en tu cama.
Anastasia lo miro con incredulidad. Mientras tanto, cuando Ray notó que ambos estaban mandándose mensajes en la parte de atrás, se incomodó y penso: «¿Quieren hablar de algo de lo que no debería enterarme? Si fuera así, no me molestaria detener el coche en algún lado y bajarme para darles privacidad».
Con otro mensaje, Elías enfatizó: «Es verdad. Yo nunca miento», fijando la mirada en Anastasia. Al final, ella parpadeó, optando por creerle.
La casa de Miguel estaba en un vecindario de chalés elegantes y prestigiosos, donde vivian todos los jóvenes ilustres de la ciudad. Los chalés contaban con instalaciones de ultima generación y daban al muelle, en donde habia una fila de yates lujosos anclados.
Ray estacionó el coche frente a un chalé de grandioso aspecto. Anastasia miro alrededor y suspiró, segura de que se habría perdido de haber venido sola.
– Gracias, presidente Palomares, que le vaya bien en su camino de regreso – le dijo con cortesía. Entonces, abrió la puerta del coche y se bajó, cuando vio que él también
hizo lo mismo. Ella le posó la mirada, como si le preguntara en silencio lo que estaba haciendo, a lo que él se encogió de hombros.
-No he venido a casa de Miguel en un buen tiempo. iCreo que una taza de té con un viejo amigo vendría bien!
Ante esto, se dirigió a la puerta de entrada como si fuera dueño del lugar. Anastasia, de prisa, lo siguió y le dijo con voz baja:
—¿No cree que será mejor que venga por té otro día, presidente Palomares? — Ella tendría que dar muchas explicaciones si se presentaba con Elías en casa de Miguel.
-No-le contestó con arrogancia antes de tocar el timbre.
En ese momento, Anastasia deseaba que la tierra se la tragara y quedarse enterrada, pues debía saber que aceptar la oferta de que Elías la trajera no era buena idea. ¡Era claro que estaba tratando darle una mala impresión a Miguel a propósito!
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