Capítulo 297
El corazón de Anastasia se ablando y suspiro:
-Pues dime, ¿qué es lo que quieres?
-¿Qué no sabes qué es lo que quiero? – Elias volvió a regresarle la pregunta. No tendría sentido si tuviera que explicarle paso por paso que quería que lo amara.
Ella se percató que la conversación había llegado a un punto sin fin, por lo que pensó de repente en una cosa antes de que se parara y dijera:
-Gracias por cuidar de nosotros durante todo este tiempo, presidente Palomares. Ya es tarde, deberíamos descansar por hoy. Buenas noches. – Estaba a punto de irse caminando al pasar a un lado de él, pero el hombre se paró por igual del sofá, a la vez que la sostuvo de la muñeca,
Por favor no te vayas. No te lleves a Alejandro lejos de mi-le imploró y Anastasia dejó de caminar tan pronto como escuchó eso, su corazón había dado un pequeño salto.
«¿De qué está hablando? ¿Por qué suena como si lo estuviera abandonando por irme?». Ella pensó.
-Presidente Palomares… Por favor, suelte mi mano. -Ella no tenía la valentia como para darse la vuelta y verlo a la cara.
-Anastasia – la llamó-. Es descortés que les hables a los demás dándoles la espalda. Mírame a los ojos y dimelo a la cara. Después de decir eso, le dio la vuelta desde su hombro y le pellizco la barbilla con la gran palma de su mano para obligarla a que lo mirara. Levantó la mirada y vio directo hacia los ojos del hombre; pudo ver esa anticipación y algo más que le sorprendió, un rastro de fragilidad en su mirada. Ella podía ver su propio reflejo entre sus largas pestañas que cubrían ambos lados de sus ojos.
-Elias, detente… -Su frustración fue lo único que hizo que la soltara, pero no tenia la más minima idea de cómo hacer que se quedara a su lado. Ella dio unos pasos hacia atrás tan pronto como fue liberada y se dio la vuelta para dirigirse de regreso a su habitación; todavía podía sentir la presión de su mirada tan intensa.
A la mañana siguiente, siguió insistiendo en llevarse a su hijo de vuelta a casa. Iba a regresar al trabajo y había decidido que iba a inscribir a su hijo en un jardín de niños privado con mejores medidas de seguridad.
Ninguno de los dos, tanto Anastasia como el hombre que se encontraba en el dormitorio principal, pudieron dormir bien esa noche. Ella aún se encontraba en el proceso de empacar las cosas a la mañana siguiente cuando Elías chocó sus nudillos contra la puerta antes de entrar. Tan pronto como terminó de empacar, se dio la vuelta para dirigirse a él y le pidió:
-Te voy a tener que fastidiar para que nos des un aventón.
-Ya era hora de que Alejandro fuera a una escuela diferente -mencionó de la nada.
-Ya sé. Me pondré en contacto con una escuela mejor.
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