Capítulo 348
No espies -susurró Anastasia a modo de advertencia, después de abrir la puerta del auto.
Soy un caballero-contestó Elias asintiendo con obediencia. Con eso, ella caminó hasta los arbustos de junco y era probable que ese fuera uno de los eventos más vergonzosos e inolvidables de su vida.
«¿Por qué? ¿Por qué me tiene que pasar esto cuando estoy con Elias? iDios! Esto es una locura!».
Cuando Anastasia regresó, su cara seguia nerviosa; sin embargo, después de pensarlo, aceptó el hecho de que era parte de la naturaleza, así que, ino había razón para avergonzarse de tal cosa! De hecho, iera mejor que aguantarse y lastimar su propio cuerpo! Luego de que ambos terminaran, Elias retomó el camino una vez más, condujo por otras dos horas bajo el cielo estrellado hasta que por fin llegaron a un estacionamiento subterráneo de un hotel de cinco estrellas, que se encontraba en el vecindario de la ciudad y cuyos dueños eran los Mendoza. Desde que había dado luz a Alejandro, Anastasia no había hecho algo tan loco y audaz, pues ya eran las 11:00 de la noche, pero ella se sentía genial. En aquel lugar desconocido, parecía que había logrado soltar sus problemas y ser libre, ya que no tenía que restringirse; incluso hasta el aire que respiraba olía como el dulce olor a libertad. De forma natural, Elías envolvió su gran mano sobre la de ella y esta no se soltó del agarre y así, la guio hasta el vestíbulo del hotel.
-Quiero una suite -dijo Anastasia, como última petición de esa noche; al fin y al cabo, se rehusaba a compartir cama con él.
Elías pagó por la suite presidencial, la cual se encontraba en el último piso, pues se trataba de una muy lujosa en el 88. piso, con una vista al mar impresionante; hasta parecía que se encontraban arriba de las nubes. En cuanto Anastasia entró a la habitación, se cautivó por el paisaje que se mostraba por la ventana que iba desde el piso al techo y no pudo evitar acercarse para verlo más de cerca; después de un rato, Elías llegó por detrás, la abrazo por la cintura y recargó su barbilla en su hombro.
-¿Te gusta?
-Sí –respondió ella con sinceridad.
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