Capítulo 356
Por el bienestar de su cara, Helen no tuvo más opción que aguantarse el coraje y la angustia; era como si miles de agujas perforaran su corazon en ese momento, al mismo tiempo que se aferraba a las mantas que estaban debajo de ella y tuvo que tragar saliva para no gritar con una furia maniatica. Mientras tanto, en Avernia, Anastasia estaba cenando con Elias en un lujoso restaurante francés, cuyo ambiente solo acentuaba el comportamiento agradable y la naturaleza romántica del hombre. Cuando llegó la hora de que ella se fuera a casa, después de comer, Elias la llevó de vuelta a la entrada del vecindario y estacionó el auto. Ella tomó su bolso, pero en cuanto abrió la puerta para bajarse, escuchó la voz baja y disgustada del hombre.
-¿No me vas a pedir que me quede para tomar una taza de té?
– No, se está haciendo tarde. Tal vez la próxima vez
contestó ella con firmeza.
Pero, el clima está muy frio esta noche. ¿Qué tal si hacemos una pijamada? Tienes una cama y yo la calentare por ti -ofreció el con orgullo,
Ella se aferro a la puerta, espeto y se dobló de risa, a lo que Elias no esperó a que ella hablara antes de que el saliera del auto y sin que ella se diera cuenta de lo que el estaba haciendo, camino hacia ella y la guio hacia su departamento,
-10-oye, Elias! No, no hagas esto
grito Anastasia frenética.
Sin embargo, ya la habia guiado por la entrada del vecindario, ocasionando que ella se llenara de pánico, mientras se acercaban más al edificio del departamento. Alejandro no estaba esa noche en casa, lo que significaba que podían estar más tranquilos; ella estaba perdida y no sabía cómo debía actuar alrededor de el. Más importante aún, ya no era una niña pequeña, pero seguía aterrorizada de lo que podia pasar ahora que estaban dos adultos solos. Ella nada más había aceptado ser su novia, pero parecia que él ya tenía planes de ponerse como en el departamento de ella.
– Abre la puerta
apresuró Elias, con la mirada oscurecida y mirándola con seriedad.
-¿No te puedes ir a tu casa mejor? – preguntó ella mirándolo a modo de súplica-. En verdad es muy, muy tarde.
– Apenas son las 8:30 de la noche, por lo que pienso que es muy temprano aún.
Pero tengo que trabajar mañana continuó ella con una sonrisa, mientras que su mente se revolvía por encontrar más excusas.
– No si avisas que no irás-señaló con una sonrisa pícara. Al fin y al cabo, él era el presidente y opinó que dar días libres a sus empleados estaba dentro de sus capacidades.
No, en serio es tarde -reiteró Anastasia, mordiendo su labio inferior. Si uno no lo supiera mejor, pensaria que el hombre era una bestia impaciente que no podia estar encerrada por mucho tiempo y que se la iba a devorar en el momento en que abriera la puerta.
-¿Me tienes miedo?
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