Capítulo 373
Al instante, Elías se molestó mientras los celos se apoderaban de él.
«¿Acaso Anastasia está jugando a estira y afloja con Mario?».
-Anastasia, detente ahí. —La voz de Elías estaba cargada de ira.
Cuando ella se dio la vuelta, se dio cuenta de que el hombre tenía una mirada horrible.
—¿Puedo ayudarle con algo, presidente Palomares?
-Señor Salcido, necesito hablar en privado con ella, ¿puede dejarnos solos? – Elias ni siquiera se molestó en mirar a Mario, se limitó a observar detenidamente a Anastasia, sin embargo, debajo
Al ver eso, Mario sonrió y contesto:
-Claro, me voy entonces.- Luego de decir eso, frunció las cejas de manera intencional, ya que quería que Anastasia se diera cuenta de lo mucho que se estaba aguantando las ganas de ir al baño.
Como la mujer lo estaba viendo sufrir, insistió:
-No se preocupe, en verdad puede pasar, señor Salcido.
Sin más, el hombre siguió a Anastasia hasta su casa. Cuando el intento de Elías de detenerlos fue totalmente ignorado, sintió que no le quedó más remedio que observar cómo su amada, llevaba a otro hombre a casa. De repente, una oleada de emociones atravesó todo su ser y empezó a toser de forma violenta, además, el pecho le dolía considerablemente y su figura erguida, terminó totalmente encorvada en el suelo.
A pesar de que se habían alejado de él por varios metros, Anastasia pudo escuchar que alguien estaba tosiendo detrás de ella, así que se giro para revisar de quién se trataba: lo primero que vio fue a un Elías agachado en el piso. Un segundo después, corrió hacia él.
– Elías, Elías! ¿Qué pasa? -Se agachó junto a él, en donde te duele?
Luego de que Anastasia se acercara, Elías pudo sentir como el dolor desgarrador que llevaba en el pecho se aliviaba poco a poco. Entonces, levantó la cabeza y la mujer pudo ver que su rostro se había puesto pálido y sus ojos se veían desorbitados, incluso se veia tan débil que parecia que se derrumbaría en cualquier momento.
-¿Qué no me dejaste aquí? ¿Por qué regresaste? – Elías gruñó desde el suelo, mientras la hacia a un lado y se levantaba.
A Anastasia le dolía verlo sufrir, por lo que trató de ayudarlo y dijo:
– Le diré a Ray que te lleve al hospital. – Dicho esto, sacó su teléfono.
Elias negó con la cabeza y dijo:
-No iré.
– No hagas berrinches, y aunque te quieras morir, simplemente no lo hagas frente a mí – respondió ella.
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