Extra-4
Pov Kayla
En la vida todo me daba exactamente igual a menos que fuese mi familia, sin embargo siento que esta se está quedando atrás por la persona que tengo frente a mis ojos.
—Muy bien Kayla, debo admitir que te ganaste la máxima calificación —el profesor de dibujo suplente para el señor Fransisco, su padre; me devuelve los planos y yo solo sonrío como boba observando su hermosa sonrisa.
Neythan Relish, veintitres años, alto, medio delgado, pero con su toque de elegancia; cabello salvaje, ojos claros, voz fina, y mi profesor de dibujo en arquitectura... Simplemente él.
Quien diría que terminaría siendo mi otra mitad, mi todo, aunque lo único que nos hace estar separados es ese abismal mundo entre un humano y un ser inmortal.
Maldita inmortalidad.
» —La lección de hoy se ha acabado, la próxima clase vengo con algo nuevo así que prepara tus lápices, porque te voy a hacer dibujar hasta el cansancio —agarra su bolso de la enorme mesa de la biblioteca y me levanto rápidamente de mi puesto llamando su atención —¿tienes alguna pregunta? —cuestiona y niego rápidamente.
—Lo acompaño a la salida —me encamino hacia la puerta remarcando mis pasos al caminar para al menos hacerme notar un poco y la abro para que él pueda pasar.
Elián sale del despacho de nuestro padre y me ve de forma curiosa al final del pasillo, se detiene y achicó mis ojos en forma de advertencia.
Ni se te ocurra decir algo.
Neythan pasa dejando su agradable fragancia a libros nuevos y sin pensarlo cierro los ojos detrás de él aspirando discretamente más de su adictivo aroma para mí.
Llámenme loca, pero lo digo en serio, es adictivo.
Abro la vista notando a Elián más cerca de lo que estaba y me enseña la foto exacta en su móvil cuando estuve deleitandome con su fragancia.
—Te espero en cinco minutos arriba en mi cuarto —habla sin emoción alguna en su voz y mi cuerpo tiembla ante el sinfín de posibilidades que él podría usar esa foto.
No, porque hice eso al frente de él.
Sigo al profesor hasta la puerta con nerviosismo y pongo mala cara al verla otra vez con su auto estacionado al frente de nuestra casa.
La peliazul me da una falsa sonrisa y se la devuelvo con una igual —Buenas tardes —chilla y ruedo mis ojos disimuladamente.
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