Suena la alarma, la apago de inmediato, llevo despierto desde hace 10 minutos pero esta vez no fue por una pesadilla o por insomnio, si no que ayer después de terminar la comida caí rendido y dormí parte de la tarde y toda la noche, por lo que mi cuerpo se despertó diferente.
Me pongo de pie, voy por la ropa de deporte, me visto y bajo al gym; hoy toca cardio. Me subo a la caminadora y pongo las noticias financieras, las internacionales e internacionales, aunque en mi mente sólo puedo pensar"Dance, dance, dance, Elita" cantada con su melodiosa voz y me pregunto si ella en este momento está cantándola en donde quiere que esté.
―¿Es en serio Quentin? ― Me pregunto en voz alta mientras la melodía no me permite concentrarme.― Sólo es una voz al otro lado del teléfono, no es que sea una amiga, socia o alguien más cercano.
Sin embargo, debo admitir que es la conocida más cercana que tengo en este momento junto con Vivianne que aunque sea mi asistente ella es quién me acompaña a todos partes. Me bajo de la caminadora cuando escucho que las noticias de los espectáculos empiezan y sé que es momento de regresar. Mientras camino hacia el elevador leo mis correos, los clasifico y los califico pero antes de subir volteo y saludo a Carlo que está leyendo el periódico por lo que lo tomo por sorpresa.
―¿Si Señor Valois?
―Buenos días.― Repito.
―¡Ah! Sí, buenos días... ― Y se queda de pie frente a mí y me sonríe.
Subo al elevador mientras él me ve, supongo que está esperando a que le dé algún tipo de orden, pero por ahora no tengo anda qué decirle, es más, nunca he sido el tipo de jefe o persona que da órdenes a diestra y siniestra, sólo lo necesario.
Entro a mi piso tan solo se abre las puerta del elevador y reviso los mensajes. Debo admitir que me gustaría ver el nombre de Isa entre ellos pero siempre son de Vivianne, como todas las mañanas.
VIVIANNE
Señor Valois, Buenos días. Le aviso que hoy tiene una reunión con el personal del sector 3 de 11 a 13:00 hrs y una video llamada con el Señor Pablo Del Moral para discutir lo de una inversión y después la tarde libre.
VIVIANNE
¿Espresso o Latte?
―Otro día más.― Pienso mientras contesto "Enterado" y "Espresso" y suelto el móvil para meterme a la ducha. Este día toca agua fría, entro y siento como ésta toca toda mi piel y como es que mi cuerpo reacciona. De pronto me acuerdo del calor que entró a mi cuerpo después de comer la sopa de papa y verduras y modulo la temperatura del agua, se siente... bien.
Salgo, me enredo la toalla a la altura de la cintura, me arreglo la barba me peino el cabello y voy hacia mi armario para escoger mi traje. Las telas de color negro, gris y café invaden mi vista «¿siempre había usado trajes tan obscuros?» Me quedo un momento de pie observando todo a mi alrededor y después tomo un traje de color azul marino que se encontraba hasta el fondo. Lo combino con una camisa blanca y unos zapatos café y cinturón del mismo color.
Me visto, me veo frente al espejo y siento que me quitaron cinco años de encima, lo que por un momento me hace sonreír.
―Te gustaba mucho ese traje, Nadine ¿recuerdas? ― Hablo al aire, lo hago pensando que ella se encuentra a mi lado y me está viendo. Me acomodo la argolla de matrimonio, el cuello de la camisa y esta vez no me pongo corbata, no combina con el estilo.
Tomo el móvil y la cartera y antes de salir de mi casa vuelvo a verme en el espejo... hoy me siento diferente, no sé si fue que dormí mas de ocho horas o que simplemente comí, tal vez esta vez es mi cuerpo agradeciéndome por haberle considerado un poco más y no sólo con el ejercicio que hago diario para evitar que mi niveles de ansiedad suban.
Voy a la oficina, mientras estoy en la camioneta siento una pequeña ansiedad, pero no es por qué empece un ataque de pánico, si no por hablarle a ella. No sé qué decirle, que excusa tener o simplemente porque me siento un poco ridículo, como joven de bachillerato, nervioso por llamar a esa persona que poco a poco se hace especial. Ella tiene casi 30, yo tengo 40, diez años de diferencia.
―¿Por qué estoy pensando eso? No tiene nada que ver.― Murmuro.
―¿Señor? ― Pregunto el chofer.
―No, nada... hablo conmigo mismo.
―Pues parece que últimamente lo hace mucho, eso es bueno. ―Responde y lo veo por el espejo retrovisor y él vuelve a dirigir su mirada al frente.
Pongo su número en la pantalla jugando con la idea de llamarle, pero no lo hago, simplemente me bajo y camino hacia el edificio, subo el elevador y cuando las puertas se abren Vivianne sonríe.
―Señor Valois, buenos días... se ve, bien.― Habla en un tono inseguro, supongo que sabe que tipo de respuesta le daré.
―Gracias.
―Su espresso― Y estira la mano y me lo da.
Esta vez me lo llevo a la oficina sin tomar un sorbo, de pronto el amargo espresso no se me antoja así que lo dejo sobre el escritorio.
―¿Confirmo su junta? y ¿La video llamada? ― Pregunta.
―Sí, confirma todo, gracias.
Prendo el ordenador portátil y la foto de mi familia sale, la acaricio como todas las mañanas.― Buenos días mi amor, hoy me puse tu traje favorito, todavía me queda.― Le digo y esbozo una leve sonrisa.― Te soñé hace unos días atrás, te extraño, los extraño...― y acaricio la parte donde están mis hijos.― Los amo, nunca lo olviden.
Llega por un momento la melancolía esa que todas las mañanas me hace sentir que vivo por vivir y que solo estoy esperando a que este día pase para darle la bienvenida al siguiente y así hasta que otro año termine. De pronto, me pongo de pie y veo por el ventanal de mi oficina a todas las personas que se encuentran en la calle, y ahora fijo mi mirada en las mujeres.
¿Será aquella pelirroja que camina apurada? ¿Esa del cabello negro lacio que apenas puede caminar con los tacones? ¿O la rubia despampanante que acaba de viajar de ese auto? Antes imaginaba su voz, ahora imagino cómo será físicamente, y no sé si estos nuevos pensamientos que tengo sean buenos para la promesa que le hice a mi mujer cuando supe que había fallecido. Le prometí que jamás me volvería relacionarme con una mujer, ni como amiga, ni como novia, esposa o amante... ni siquiera veo a mis socias más de dos horas, pero con Isa, creo que he roto un poco mi promesa.
―No es nada malo ¿verdad? ― Pregunto al aire a mi esposa.― Sólo me hace compañía Nadine, a veces me siento solo y ella me hace compañía, sólo es su voz.
Como siempre no hay respuesta, pero la tranquilidad en mi pecho me hace saber que ella no me lo reprocha, así que sin dudarlo mucho tomo el móvil y le marco sin más. Ella contesta a los cuatro tonos.
―Buenos días. Pensé que me llamarías por la tarde.
―Pudo hacerlo si gustas, si no estás ocupada.― Me excuso.
―Como siempre tan educado, está bien, no pasa nada ¿cómo te sientes? ¿mejor?
―Mejor gracias, sólo fue por esta vez, espero no vuelva a suceder.― Respondo y de nuevo viene el silencio.
―¿Y me llamabas para...?
―¡Ah! sí... yo, te llamaba para saber sí.― En eso veo el espresso.― Para saber si haces desayunos.
―¿Desayunos?
―Sí, bueno, sé que tu servicio cubre comidas pero no sé si desayunos también.
Escucho esa ligera risa del otro lado que me hace sonreír, luego se escucha cómo cambia algo de lugar y respira.
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