[Isabel]
Después de horas besándonos y platicando en la habitación, por fin logramos salir de esta para dirigirnos a nuestro café favorito, el que ahora se ha vuelto nuestro cuartel para ir y disfrutar unos deliciosos croissants y beber ese rico chocolate con crema batida que ha sacado una que otro risa cuando nos batimos con ella en los labios.
Quentin como siempre tan gallardo, me toma de la mano mientras caminamos por la calle hacia el café, mientras siento que todas las miradas están sobre nosotros. No sé si se debe a que él es guapísimo y ahora en segundo aire lo está más, o porque nos bajamos de una carro último modelo que él mismo decidió manejar, así que sin preguntarme mucho, me dejo llevar y lo sigo sus pasos mientras él entra seguro a la boquera para ir directo al lugar.
―Muero de hambre. Tal vez deberíamos de llevarnos una caja completa de croissants para el camino.― Me comenta alegre mientras me retira la silla para que me siente.
―No es mala idea, jamás he comido croissants arriba de un helicóptero, así que sería una experiencia nueva.
―O muy rara, un helicóptero no es tan estable como para llevar crema batida y chocolate.
Sonrío.― Lo siento, no estoy muy familiarizada con eso, apenas ayer fue mi segundo viaje.
―Pero si sabes que no será el último ¿Cierto? El helicóptero es algo que uso mucho para moverme de aquí y allá, mucho más rápido que el metro.
―Pero pésimo para estacionar.― Le bromeo y él se ríe.
Quentin me toma de las manos y las besa.― Tengo ganas de recorrer tanto lugares bonitos contigo.― Me confiesa y yo sonrío.― Quiero que hagamos cosas diferentes cada fin de semana, he decidido que suspenderé el trabajo desde el viernes por la mañana para que tengamos el fin de semana libre ¿te parece?
―Y ¿mi trabajo? Recuerda que lo que yo hago no me permite ausentarme tanto Quentin.
―Luego veremos eso, tú sólo dime que sí.― Y levanta la ceja.
―OK, sí. Pero no quiero nada de que debo dejar de trabajar por favor.
―No, jamás te pediría eso, sólo haremos unos ajustes.― Y me cierra el ojo.
El mesero nos trae el chocolate, el croissant saldo que ahora pedimos y ambos comenzamos a comer. En realidad estamos hambrientos así que por un momento ni siquiera platicamos. Cuando nuestra hambre ya está un poco más controlada, volteo a verlo.
―Creo que superan un poco a los de París ¿no crees?
―Definitivamente.― Me da la razón.― Aunque la vista le gana por completo.
―Claro no es lo mismo comer pasta en el restaurante italiano al final de la calle que comer pasta en Italia cierto.― Y tomo un poco de chocolate.
―Podríamos comprobarlo, vamos el fin de semana a Italia.― Me dice como si nada y yo escupo un poco de chocolate impactado y él se ríe.
―¿Qué pasa?
―Nada, sólo que... fue impresionante eso.
―¿Ir a Italia el fin de semana? Se puede, tú solo di que si y en horas estamos comiendo pasta en el barrio del Trastévere con un buen vino.
Me río.― Eso quiere decir que si te pido ir a Londres a comer fish & Chips ¿me llevarías?
Él ve su reloj y luego calcula algo con los dedos.― Si te animas podemos comerlos mañana.― Y sonríe.
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