[Isabel]
¡Roma! Jamás en la vida me imaginé que vendría a Roma y mucho menos de la forma en que llegué. Avión privado con un chofer esperando por nosotros al bajar de él y un guapo novio que me consiente más que nada en el mundo.
Quentin toma mi mano mientras emocionada observo las hermosas calles de esta hermosa ciudad y admito que hasta el hambre se ha ido con tanta majestuosidad. Él viene hablando por teléfono en perfecto Italiano, dándole un toque no sólo intelectual pero sexy a su persona. Termina la llamada y besa mi mano para después sonreír.
—¿Emocionada?
—No tienes idea cuánto, en verdad es… ¡No sé que decir!
—No me gusta dejarte sin palabras.— Me confiesa.— Pero a la vez me encanta tu expresión de felicidad y asombro ante todo esto.
—Es que es Roma, Quentin, Roma, hoy amanecimos en otro lado y ahora estamos en Roma con dirección a…— Guardo silencio porque en realidad no tengo ni idea de a dónde nos dirigimos.
—Si te digo, arruinarás mi sorpresa y no me dejarás hacer lo mío.
Me muerdo el labio en señal de nerviosismo. Aún no me puedo acostumbrar a que él me dé o me regale cosas, me hace sentir un poco extraña y a veces incómoda. Ya lo hemos hablado pero él me dijo que está en su naturaleza consentirme y que si me lo da es porque quiere, no porque yo se lo pida.
—Sólo dime..¿Tiene algo que ver con caminar mucho? — Pregunto y él sonríe.
—Sí, pero te compraré si quieres unos zapatos más cómodos, pero primero vamos a instalarnos.
—¿Instalarnos?
—Sí, instalarnos.
El chofer para la camioneta y unos segundos después abre la puerta de Quentin para que baje y yo lo sigo para entonces quedar sorprendida al ver al hermoso Foro Romano delante de nosotros.
Me quedo sin palabras ante tal arquitectura que está frente a mi. Quentin me toma de la mano y ambos entramos a un lugar que en la entrada dice “The Inn at the Roman Forum” y tan solo mirar el lobby sé que no he llegado a cualquier hotel express o de turista donde uno suele hospedarse.
—¿Qué es esto? — Pregunto en tono de asombro.
—Nos quedaremos hoy en Roma, caminaremos por sus calles, iremos de compras, comeremos lo que queríamos.
—Y ¿Con motivo de qué? — Respondo estúpidamente pero admito que la emoción me ha sobrecogido.
—Con motivo de que estamos enamorados y de que te lo mereces, eres una mujer trabajadora y necesitas de vez en cuando vacaciones.
—Sí, pero…
Quentin voltea a verme.— Hablé con tu subchef, ella dice que puede encargarse de todo por unos días, así que, de aquí podemos ir a Capri o a Milano.
—¿Milano?
—O no sé, donde quieras.
Él toma mi mano para seguir caminando hacia el lobby donde un mesero nos ofrece un aperitivo, tomo la copa y le sonríe.
—Grazie— Contesta Quentin y al darle un sorbo se dirige a la recepción donde la chica ya le tiene lista la llave de la habitación, él la toma para volver a mi y dejar la copa sobre la bandeja.
—Vamos, quiero que veas nuestra habitación.— Comenta emocionado y ambos caminamos de la mano hacia dentro del hotel.
Mientras llegamos voy observando toda la arquitectura que hay alrededor, pareciese como si viviéramos en el mismo foro romano, ya que las paredes parecen de piedra, el pasillo está alumbrado con luces tenues como si fueran antorchas y se respira un aire antiguo.
Él abre la puerta de la habitación dejándome con la boca completamente abierta. Delante de mi se devela una hermosa fotografía de elegancia y buen gusto que me hace pensar que he llegado al aposento de una princesa. Con techos de madera, con un candelabro dorado colgando en medio de la habitación, una elegante cama cubierta con cojines que parecen de la más fina tela, sillones que forman una cama completa y un ventanal cubierto con cortinas blancas.
—Del Moral me dijo que esta es una de las habitaciones más hermosas del hotel.
—¿Del Moral? — Pregunto.
—Un socio mío, él se dedica a los hoteles y este es uno de sus favoritos en Roma porque detrás del ventanal tiene una de las mejores vistas.
Quentin emocionado me toma de la mano para juntos acercarnos al precioso ventanal que al abrir hace que me cubra la boca con las manos.
—¿Es en serio?
—Ve lo por ti misma.
Salgo al balcón y en frente de mi veo con todo esplendo la hermosa ciudad de Roma, con el resto del foro romano y el coliseo. —No lo puso creer.— Exclamo emocionada y Quentin me abraza.— Esto va más allá de lo que pude imaginar.
—Me encanta como te emocionas, valen la pena los 546 dólares por noche.
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