[Isabel]
— Corazón, te presento a Vincent Cassals, mi cuñado.
Me quedo en silencio mientras todo mi cuerpo trata de sobrellevar todas las emociones que siento en este momento, éstas corren entre rabia y vergüenza.
—¿Vincent? — Pregunto en un murmuro.
—Sí, Vincent.— Me contesta él sonriente.— Para después estirar la mano y saludarme un placer ¿señorita?
—Isabel Osher.— Hablo seria.
—Osher, es usted muy guapa.— comenta sonriente.
—Lo sé, es la mujer de mis sueños.— Responde Quentin mientras me toma de la cintura.
—Es un gusto cuñado que hayas venido por fin a visitarnos, tu hermana estaba un poco preocupada por ti, ya sabes, después de la muerte de Nadine te alejaste aún más, creo que ya ni recuerdas a tu sobrina. — Bromea.
—Bueno, pues ya estoy aquí y todos deberíamos agradecerle a Isabel, ella me convenció.
Quentin me da un beso sobre el cabello y yo sonrío.
—Pues se lo agradecemos señorita Osher, será un placer tenerla en nuestro hogar.— Y al decir eso su mirada se fija en mi y me recorre de pies a cabeza.
—Quentin ¿Crees que podamos regresar a la sala? Creo que platicar al lado del baño no es algo apropiado.
—Sí, sí claro, tienes razón amor.
Él me toma de la mano y comenzamos a caminar lejos del baño. Lo tomo fuerte y él al sentirme voltea a verme.
—¿Qué pasa mi amor? ¿Todo bien?
Por un momento quiero decirle que no, que Vicente es “el cabrón” y que no sólo me engañó con las recetas, si no con su nombre y su estado civil.
—Amor… — Pronuncio y él me sonríe.— Cuando nos conocimos fue pura coincidencia ¿cierto?
—¿De qué hablas?
—Tú, no tenías idea de qué era yo… ¿verdad?
Sé que estoy diciendo preguntas muy raras para él pero, necesito saber si llegar a Quentin en realidad fue destino o una jugada de los dos al conocerse de cerca.
—No amor, claro que no… sólo eras la bonita voz al otro lado del teléfono ¿pasa algo?
Así, sin poder decir otra cosa me volteo y le abrazo con todas mis fuerzas.
—Te amo Quentin.— Le digo.
—Te amo más amor, no tienes idea cuánto.
—¡Quentin! — Escucho la voz de Jacqueline.— Te quiero presentar a unos amigos.
—Ven, vamos Isabel.— Comenta alegre.
—Ahora te alcanzo, me llamó la atención uno de los cuadros de allá.— Miento.
—Vale amor, te espero.
—Sí, sí, claro.
Quentin se adelante con su hermana y yo me desvió un poco a una de las salas que está al lado y me trató de mezclarme entre la gente. Me engañó, no sólo me robó mis recetas, si no que me no me dijo su verdadero nombre y no me dijo que era casado.
Siento como se forma un nudo en la garganta y trato de respirar para no llorar ¿cómo pudo llegar a mi un hombre así?
—Qué vergüenza decirle a Quentin que su cuñado y yo tuvimos algo que ver.— Murmuro mientras me pongo la mano sobre el vientre y la otra sobre el pecho, pareciera que la que tendrá un ataque de pánico en este momento seré yo.
—Respira Isabel, respira… — Me consuelo.— Eres una tonta ¿cómo no lo viste venir? ¡Cómo! — Hablo en voz alta—¿Cómo no se te ocurrió antes? ¡Qué vergüenza cuando Quentin se entere! ¿Cómo le dirás que tu eras la amante del esposo de su hermana? O ¿Ella ya lo sabe y por eso te trató así?
Respiro.— Tranquilizante Isabel, vuelve a tus sentidos, tienes que dejar de sacar conclusiones y mejor buscar respuestas antes de que todo se vuelva un caos, pero sobre todo debes rogar que Henry no le diga nada a Quentin en estos momentos sin antes haber hablado con él ¿entendiste?— Me regaño.
—¿Amor? – Escucho la voz de él y trato de cambiar mi rostro.— Aquí estás, yo presumiéndote y tú que no aparecías, van a pensar que eres parte de mi imaginación.
—Lo siento, es que me casé un momento y me quedé sentada en la banca.— Miento.
—Oye, mi hermana y Vincent nos invitan a cenar ¿Vamos? —Supongo que mi rostro lo dice todo ya que Quentin sonríe.—Te entiendo, les diré que mejor mañana nos vemos para comer ¿te parece? Y hoy tú y yo nos vamos al piso y descansamos, si te soy honesto muero de cansancio.
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