[Quentin]
Sin poder voltear a ver a Isabel camino de regreso a mi habitación donde emocionado por o que acabo de vivir me limpio con un pañuelo de tela las lágrimas, que sé, pronto regresarán. Abro la puerta para entrar en ella y dirigirme directo hacia el balcón donde puedo ver cómo los invitados se van sentando en espera de nuestra aparición, una que muero de ganas por hacer.
Regreso al tocador para tomar el clavel rojo y frente al espejo me lo pongo sobre el saco color gris perla que es parte de mi vestimenta de hoy. Me viene a la mente la primera vez que me casé, la boda fue tan elegante que yo llevaba un pesado esmoquin con moño y todo. Ahora el traje es más sencillo, más ligero, de lino, que no solo es perfecto para el clima y el evento de hoy, si no que simboliza de alguna manera el peso que estoy dejando atrás.
Sé que no es bueno recordar bodas pasadas, pero no puedo evitar comparar una con la otra. Esta es igual de emocional e importante para los dos, la otra posiblemente sólo lo fue para mí. Por otro lado, no puedo dejar de pensar en mis hijos ¿estarán felices por mí? ¿Enojados? Espero que no, porque los recuerdo con tanto cariño que me dolería saber que ellos no están de acuerdo. Yo sólo sé que son los únicos que no salen de mi mente y que me hubiese gustado que ellos dos estuvieran presentes, haberlos criado junto con Isabel, ver sus pequeñas sonrisas cuando mencionaba sus nombres.
—Su papá siempre los amará.— Murmuro mientras en mi mente viene su imagen.— Siempre los querré, de eso no tengan duda.
La puerta suena interrumpiendo mi pensamiento.— Adelante.— Digo en alto.
Ésta se abre y enseguida entra Vivianne con una sonrisa y vestida muy elegante que me hace sonreír.
—Jefe ¿puedo pasar?
—Adelante, pasa.. Te ves ¡Guapísima!
—Bueno tenía que estar a la altura de las circunstancias ¿no? Tu jefe no se casa tan seguido.— Bromea.
Ella camina hacia mí y yo tomo sus manos y le doy un beso sobre la mejilla.— Viv, quiero agradecerte por todo, no sólo por el magnifico trabajo que haces como mi asistente si no por no rendirte cuando estaba en mi peor momento. Aguantaste mis cambios de humor, mis depresiones y ataques de pánico y ansiedad, llevaste un gran peso sobre tus hombros, eres mi amiga más cercana y la única en que sé siempre puedo confiar.
—Gracias jefe.— Responde emocionada.
—Creo que ya es hora de que me digas Quentin ¿no?
—Esta bien, Quentin. Se… Quentin estoy feliz porque después de tantos años de tristeza por fin será feliz. Lo siento por lo del señor Vincent, si lo hubiera sabido cuando me pidió su número yo…
—¿Tú se lo diste? – Pregunto entre risas.
—Sí, una vez que llamó a la oficina dijo que quería buscarlo y se lo di. Después me arrepentí cuando usted me dijo que solo era para comunicarse conmigo, supongo que jamás le habló, si no lo hubiese sabido.
La abrazo, y siento como su cuerpo reacciona sorprendido.— Te debo mi felicidad Vivianne.— Murmuro.— No importa ya como llegó ese número, lo que importa es lo que pasó gracias a él.
Nos separamos y ella sonríe—¿Segura que quiere que yo sea la que lo lleve al altar?
—No hay nadie más quien se lo merezca más sobre todo después de lo que me contaste.— Le respondo y le ofrezco mi brazo —¿Nos vamos?— Pregunto.
Ella entrelaza su brazo con el mío.
—Vamos, Quentin.— Responde.
Mientras caminamos hacia la puerta recuerdo que la última vez lo hice del brazo de mi madre quien ahora sé que estará feliz por mi, ya que aquí entre nos a ella jamás le cayó bien Nadine, ahora sé por qué. Gracias a ella, quien me crío, me aconsejó y me amó soy el hombre que soy ahora y ahora que estoy a punto de casarme de nuevo sonrío porque sé que por fin voy hacia la mujer que me merezco tal y como ella me decía. Esta vez, por la ausencia de mi madre, escogí a Vivianne, por acompañante, porque ella es el claro recordatorio de lo que es una amiga leal y sobre todo porque ella jamás me dejó solo.
Bajamos juntos hasta el lugar del evento ese foro al aire libre con vista al mar y cercano a la playa que espera por nosotros.
Nos paramos al principio del pasillo decorado con flores blancas y con una alfombra roja para poder caminar y puedo ver a lo lejos el precioso y sencillo altar. Todos los invitados están sentado a la expectativa de lo que sucederá cuando el padre entra al lugar y el cuarteto de cuerdas comienza a tocar la canción que Isabel escogió para mi entrada, que tan sólo escucharla me hace reír a carcajadas cuando I haven’t met you yet de Michael Bublé suena.
—Me dijo Isabel que esa era tu canción, ya que el día que llegó de su primer encuentro la escuchó millones de veces.
«Definitivamente esa mujer es maravillosa» Pienso.
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