Capítulo 130
-Araceli, disculparte no mermará tu dignidad en absoluto.
Sin embargo, Araceli ignoró por completo a Sabrina, dirigiendo su mirada suplicante hacia André.
-André, te juro que yo jamás… yo realmente no lo empujé…
Un destello enigmático cruzó la mirada de André. Justo cuando sus labios se entreabrían para hablar, la voz cristalina de Romeo se elevó en el aire.
-Señorita Sabrina, por favor, dejémoslo así. No deseo que por mi causa se deteriore la relación con la señora Vargas y el señor Carvalho.
“Salvar a Thiago fue decisión exclusivamente mía. Aunque hubiera resultado gravemente herido, la responsabilidad no recae sobre nadie más.”
“Papá siempre dice que no debemos utilizar actos heroicos ni lesiones para manipular moralmente a otras personas.”
“La señora Vargas es una adulta, y no corresponde que los adultos se disculpen con niños, ¿no es verdad?”
Aquellas palabras, emanadas de un pequeño de apenas cinco años, destilaban una ironía que permeaba el ambiente con sutileza demoledora.
Todos los presentes, exceptuando a Romeo, constituían el círculo íntimo de Thiago.
Araceli proyectaba una imagen de absoluta devoción hacia el bienestar de Thiago.
Y paradójicamente, al salvador de Thiago, ni Araceli ni André le habían expresado gratitud alguna, sino que lo habían dejado lastimado y sin reconocimiento.
La situación rayaba en lo absurdo.
Aunque André anhelaba defender a Araceli, le resultaba imposible desacreditar a un niño pequeño.
Tras unos instantes de silencio abrumador, pronunció:
-Araceli, disculpate con él.
Los ojos de Araceli se dilataron con estupefacción.
Disculparse por voluntad propia era una cosa, un asunto personal.
Pero que
André le exigiera hacerlo constituía algo completamente distinto.
Con la mirada enrojecida, Araceli replicó:
-André, te aseguro que yo realmente no…
André la interrumpió con firmeza:
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19:23
-Araceli, Romeo es quien salvó a Thiago. Por consideración a Thiago, agradecerle o disculparte es lo minimo que corresponde.
André clavó su mirada penetrante en ella:
-¿Acaso te resulta tan difícil pronunciar unas simples palabras por Thiago?
El semblante de Araceli se petrificó, y su máscara de vulnerabilidad estuvo a punto de resquebrajarse.
De pronto, una sensación de familiaridad la invadió.
Observando a las tres personas que la escrutaban, Araceli reconoció su propia estrategia reflejada en la situación.
Súbitamente, dirigió una mirada evaluadora hacia Romeo.
¡Este niño… era un pequeño maestro de la manipulación!
Al notar la mirada de Araceli, Romeo comentó con expresión de candor:
-Señorita Sabrina, en serio, no hay problema. Estoy perfectamente bien.
Araceli finalmente comprendió la frustración que Sabrina debía experimentar habitualmente.
Un torbellino de impotencia e indignación se agitaba en su interior.
¡Había caído en la trampa de un niño de cinco años!
Ocultando su resentimiento, Araceli adoptó una expresión de arrepentimiento.
-Romeo, perdóname, estaba terriblemente angustiada en ese momento y por eso reaccioné así. ¿Podrías no guardarme rencor?
Romeo, con aparente comprensión, asintió levemente:
-Entiendo que la señora Vargas no actuó con mala intención. No la culpo en absoluto.
Desde la dirección del ascensor resonó un “ding” metálico y las puertas se deslizaron con lentitud.
Dos siluetas emergieron precipitadamente del interior.
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