Capítulo 132
-Fernanda, no soy tu herramienta para desahogar tus frustraciones con golpes o gritos,
-Hoy, por respeto a tu edad, estos dos bofetones los recibió André en tu lugar. Si vuelve a ocurrir, responderé con la misma contundencia.
Fernanda, con labios trémulos por la indignación, alzó el mentón.
-Insolente! ¿Te atreverías a levantarme la mano?
Sabrina sostuvo su mirada con determinación implacable,
-Intenta tocarme de nuevo y compruébalo por ti misma,
Un escalofrío recorrió la columna de Fernanda al comprender que aquellas palabras no eran una simple amenaza, sino una promesa. La tensión se volvió asfixiante en aquel pasillo hospitalario.
-Sabrina, ya basta -intervino André con voz grave y mirada sombría.
Ella le dirigió una expresión cargada de desprecio.
-André, tú eres el menos indicado para exigir mesura.
Araceli, incapaz de contenerse, dio un paso al frente.
-Señorita Ibáñez, sin importar las circunstancias, Fernanda sigue siendo una persona mayor. Tu actitud resulta inaceptable.
Sabrina la evaluó con desdén y respondió con mordacidad.
-Si tanto te complace el maltrato, ¿por qué no empiezas abofeteándote a ti misma?
Araceli retrocedió, enmudecida por aquella respuesta.
En ese preciso instante, la puerta del quirófano se abrió con un chirrido metálico y apareció un médico de expresión severa.
-¿Quién es familiar del paciente?
Fernanda avanzó precipitadamente.
-Soy yo. ¿Cómo se encuentra el niño?
-Completamos el lavado gástrico. Está fuera de peligro por ahora.
El médico les dirigió una mirada de inequívoco reproche.
-El niño presenta debilidad estomacal e intestinal. Existe una amplia lista de alimentos prohibidos para él, no puede ingerir cualquier cosa. Deberían extremar las precauciones con su alimentación y evitar comidas fuera de casa. Además, ¿cómo es posible que siendo sus responsables desconozcan su alergia a las nueces?
Capitulo 13
Fernanda lanzó una mirada gélida hacia Sabrina, pero recordando el incidente previo, optó por guardar silencio.
La mañana siguiente, Thiago abrió los ojos lentamente. Lo primero que distinguió fue a Sabrina junto a su cama, cabeceando por el agotamiento. Marcadas ojeras violáceas delataban su noche en vela.
“Mamá realmente se preocupa por mí, ¿verdad?” pensó Thiago, experimentando una extraña calidez en el pecho y un torbellino de emociones contradictorias. Una felicidad desconocida, como si recuperara algo que había perdido sin percatarse.
Durante su infancia enfermaba con frecuencia y su madre permanecía invariablemente a su lado, una constante que daba por sentada. ¿A quién más dedicaría sus atenciones si no a él? Pero un día, ese afecto se desvaneció sin explicación, dejándolo desconcertado y anhelante. No comprendía completamente el vacío que sentía, solo sabía que lo detestaba.
Sabrina, como si percibiera el despertar de Thiago, abrió los ojos con pesadez. Al encontrarse con la mirada del niño, su rostro se transformó con genuina alegría.
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