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La Guerra de una Madre Traicionada novel Chapter 39

Capítulo 39

Al salir de la estación de policía, el crepúsculo teñía el horizonte de tonos cobrizos.

Sabrina miró a Gabriel y pronunció con voz tenue:

-Señor Castillo, gracias por su ayuda.

-Romeo te aprecia bastante, considéralo un beneficio laboral -respondió Gabriel esbozando una sonrisa sutil-. Respecto a esas publicaciones en internet, ¿necesitas que las haga desaparecer?

Los ojos de Sabrina se iluminaron con un destello de esperanza.

-¿El señor Castillo tiene el poder para eliminar esas noticias?

Gabriel arqueó una ceja con elegante arrogancia.

-¿Qué sucede? ¿Dudas de mis capacidades?

-El señor Castillo seguramente ya conoce mi posición -dijo Sabrina-. Soy la esposa de André, y la familia Carvalho ejerce un dominio considerable en Cartagena. Lo que él se propone hacer, muy pocos logran impedirlo.

Gabriel mostró un atisbo de sorpresa en su expresión.

-¿Crees que André está detrás de todo esto?

Sabrina dejó escapar una risa cargada de amargura.

-Aparte de él, no imagino quién más tendría motivos para orquestar algo así.

Los ojos de Gabriel se desviaron levemente. La relación entre esta pareja parecía deteriorada más allá de lo que había intuido. Sin necesidad de intervención, ya se encontraban en pleno

conflicto.

Mientras organizaba sus pensamientos, Gabriel declaró:

-Si te hago una promesa, es porque tengo los medios para cumplirla. La señorita Ibáñez solo debe decidir si requiere mi asistencia o no.

Sabrina respondió con determinación:

-No es necesario suprimir las noticias, pero existe otro asunto en el que apreciaría la ayuda del señor Castillo.

Gabriel manifestó genuino interés.

-Te escucho.

Sabrina disminuyó el volumen de su voz y murmuró algo al oído de Gabriel.

Tras escuchar su propuesta, Gabriel soltó una risa suave.

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-Astuto, verdaderamente astuto. Resulta mucho más efectivo que simplemente eliminar las publicaciones. No te preocupes, te brindaré mi apoyo en esto.

Sabrina expresó con sinceridad:

-Señor Castillo, mi gratitud es inmensa en esta ocasión.

Gabriel respondió con gentileza:

-Si realmente deseas agradecerme, señorita Ibáñez, entonces cuida bien de Romeo.

Sabrina asintió ligeramente.

-Así lo haré.

Incluso si Gabriel no la hubiera auxiliado, habiendo aceptado este empleo, trataría a Romeo con la consideración que merecía.

Gabriel consultó la hora en su reloj.

-Acabo de aterrizar y aún no he tenido oportunidad de comer. Si no tienes otros compromisos, ¿te gustaría acompañarme a cenar?

Dado que Gabriel le había hecho un favor considerable, Sabrina no podía declinar la invitación.

-De acuerdo, yo asumiré el costo esta vez.

Gabriel sonrió complacido.

-Me parece justo.

Tras la cena, la noche había desplegado ya su manto oscuro sobre la ciudad.

Sabrina, con el pretexto de dirigirse al baño, se acercó a la caja para liquidar la cuenta.

Justo cuando se disponía a regresar, un destello cegador irrumpió en su visión, y un grupo de reporteros, surgidos de la nada, repentinamente la cercaron.

-Señorita Ibáñez, ¿quién es el caballero con quien acaba de compartir la cena? ¿Se trata de su

amante?

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