JUEGOS DE SEDUCCIÓN. CAPÍTULO 19.
Será mejor que no lo olvides Rex sentía como si estuvieran tratando de abrirle el pecho con un cuchillo de pan, sierrita incluida.
– Alguien debería conseguirle a este hombre una enfermera profesional muy pero muy calificada-murmuró Will con sorna.
Meli se inclinó junto a él tratando de ayudarlo mientras Nathan se alejaba un poco con el
inuchacho.
-¿Es verdad que está embarazada? – preguntó en un susurro y con mucha seriedad.
-¡Claro que no! Meli se emocionó de más -respondió Will en el mismo tono-. Sophitiene puesto un implante. Además tu hija es una mujer inteligente, a las mujeres como ella no le pasan “accidentes”, no va a salir embarazada si no quiere y me consta que en este caso, no quiere.
–¿Entonces que tiene?
–Debe ser gripe estomacal o algo…
–OK -dijo Nathan pensativo-, Tú igual llévale el jugo y síguele la corriente a Meli que nos estamos quedando sin tiempo.. Will lo iniró y achicó los ojos, sospechando.
— Tú sabes -dijo de pronto.
– Tú también – replicó Nathan-pero obviamente este no es un concurso a ver quién sabe más. ¡Vete con Sophiy hazte el desentendido!
-Sí, señor.
Will se desapareció en un minuto y Nathan se giró hacia Rex, lo ayudó a levantarse y lo sento en una de las sillas de la terraza.
-¡Va a ser que el muchacho tiene razón! ¡Tú, amigo mío, necesitas una enfermera! -dijo Nathan-. Ya por cualquier emoción fuerte te pones malo, y lo sé porque el nieto es mío y yo estoy mejor que tú.
La boca del exfutbolista se convirtió en una linea fina y apretada de rabia.
-¿Rex, cielo, te sientes mal? – lo increpo Meli con verdadera preocupación. Tenemos que atenderte eso, ya es la segunda vez que te pasa…
-Déjalo, mujer –sonrió Natlan con sorna–¿No te das cuenta de que solo es felicidad? El hombre está muy emocionado porque va a ser tío-abuelo! ¡Tio-abuelo! ¿Verdad, Rex?
Sus miradas se cruzaron por un instante y no se hablaron para no pegarse, pero a Meli no le pasó desapercibida aquella guerra de miradas.
– James, hijo, vigila que tu tío no vaya a estirar la pata ahí sentado -gruñó mientras agarraba a Nathan por el brazo y tiraba de él hacia dentro de la casa – Tú y yo tenemos que hablar.
Nathan sonrió por el tono demandante de su esposa, que le encantaba, pero ya era hora de que ella también pusiera los pies en la tierra.
-¿Me quieres explicar qué diablos está sucediendo, Nathan? – lo increpó. -Sí, te lo explico, pero primero te tapo la boquita así, ven para acá, porque no quiero que nadie te oiga gritar. Eso, ahora te cuento….
Contarle a Meli y escucharla gritar contra su mano mientras le abría los ojos como si con ellos lo pudiera amenazar también… era algo épico. Pero finalmente ella terminó calmándose y suspirando con ese aire de autoridad que decía “mama enojada” por todos lados.
– Bien… te diré lo que vamos a hacer – sentenció. Quince minutos después Nathan hacía un puchero.
– Tú eres una mujer muy cruel ¿lo sabías? – murmuró. 4
-¡No tienes una idea! – siseo ella mientras salia de nuevo a la terraza con su mejor sonrisa.
Se sentó frente a Rex, le sirvió un vaso de agua y le dio una de las pastillas que le había recetado el médico para la ansiedad.
-Vamos, cariño, tienes que mejorarte, porque ahora todo se complicó, y necesitamos tu ayuda – le dijo con suavidad,
Rex frunció el ceño.
-¿Eh…? ¿Se… se complicó?
-Sí, cielo. ¡Te imaginas nosotros preparándonos solo para una boda y resulta que viene un bebé en cainino!? – Meli negó llevándose dos dedos al puente de la nariz.
-Crei que estabas feliz con eso… inurmuró Rex.
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