CAPITULO 11. Una mina antipersona Nathan estaba a punto de saltar como si tuviera la edad de Sophia. Se encerró en el ascensor con el corazón desbocado y miró su reflejo en el espejo del fondo. – Joder! -sonrió viendo que tenía la cara roja por las dos bofetadas, pero en cambio él tenía en la boca el sabor de Amelie. ¡Es una mina antipersona! – murmuro mientras el recuerdo de su boca enviaba al resto de su cuerpo una orden demasiado evidente.
La quería. O mejor dicho, la deseaba. Eso era innegable. Le provocaba reacciones que no podía esconder. Nathan se quedó pensativo por un momento, la frase” hace muchos años que no sentía esto” pasó por su cabeza; pero no era correcta, porque Marilyn había sabido controlar su fuego, mientras parecía que aquella muchacha solo sabía hacerlo explotar.
– Pero es solo físico… – pensó en voz alta mientras se pasaba el pulgar sobre los labios.
Y mientras él se iba a su oficina, Amelie se apoyó en la mesa y notó que las manos le temblaban. ¡Qué diablos, le temblaba hasta el alma! Había pasado los últimos ocho años de su vida en guerra, no había tenido tiempo para chicos y resultaba que aquel “ogruto” venía a darle… a darle… su primer beso. ¡Y qué primer beso! Lo odiaba con todo su corazón, pero al mismo tiempo sentía que la arrastraba hacia él como un imán.
Se tocó los labios e hizo una mueca jla había mordido!
-¡Ese ogro del infierno…! ¡Me mordió… me besó..! ¡Aaaaggggggrrrr!
¿Cómo se suponía que superara eso? ¡Evitándolo! Pero por desgracia no podía evitar pensar en él. Pasó el resto del día más distraída y más torpe de lo normal, así que se fue a la casa en cuanto pudo.
Stephanie le había avisado que debía regresar temprano para la cena con la familia King, y la muchacha suspiró pensando que tenía suerte, después de todo, le tocaría hacerle de niñera a Sophia y no de sirvienta personal a su prima. Apenas dieron las seis de la tarde los King llegaron a la mansión Wilde y fueron recibidos con todos los honores.
-Creo que será mejor que llevemos a Sophia al cuarto de juegos – declaró Stephanie con una sonrisa forzada-. Así los adultos podremos conversar con tranquilidad.
-Yo no quiero estar sola en un cuarto ni aunque sea de juegos – murmuró Sophia aferrando con fuerza la mano de su padre.
– No estarás sola, Amelie va a cuidarte -dijo Stephanie.
–¡Ah, entonces sí! –Yun segundo después Nathan la sentía soltarse y correr emocionada hacia donde quiera que estuviera aquella condenada mujer.
Sophia se lanzó a los brazos de Amelie apenas la vio, y luego miró alrededor con un puchero. La habitación estaba llena de todo tipo de juguetes y juegos, pero parecía que solo los habían tirado en un cuarto cualquiera.
-¡Esta habitación es horrible! ¡Pero es lindo tenerte a ti! -dijo Sophia. – ¡Y no tienes idea de cuánto nos vamos a divertir! – le aseguró Amelie mostrándole todos los cachivaches que Stephanie había comprado.
Y la verdad era que Stephanie habría comprado la tienda entera solo por alejar a la niña de ella. Aquella noche era demasiado importante, porque la usaría para seducir a Nathan. Llevaba su mejor vestido y sus joyas más costosas.
– Te ves muy apuesto — le dijo a Nathan apenas se apartaron un poco de los demás. Stephanie se acercó a él con una sonrisa de satisfacción y levantó la mano para acariciar su mejilla.
– Tú también te ves muy bien —respondió él, pero su tono seguía siendo helado.
– Esperaba que quisieras salir a dar un paseo conmigo después de cenar – insistió ella y Nathan achicó los ojos con un gesto de sospecha, pero terminó forzando una sonrisa y asintiendo.
-Sería un placer —respondió.
La cena fue un interminable suplicio, pero Stephanie se las arregló para mantener la compostura. Era evidente que Nathan la ignoraba olímpicamente, pero ella estaba segura de que era solo cuestión de tiempo antes de que sucumbiera a su encanto. En cuanto los mayores pasaron al salón a tomar el café, Stephanie intentó llevar a Nathan a un lugar más privado, pero fue detenida por una excusa del CEO.
-Solo dame un momento para ver cómo está mi hija y luego salimos…
– ¡No! Yo puedo ir – lo interrumpió Stephanie. ¡Lo único que le faltaba era que la chiquilla le hiciera una escena a Nathan y él decidiera irse antes!-. Ya regreso.
Mientras salía caminando apurada, Nathan negó con frustración y se dirigió despacio hacia el supuesto cuarto de juegos. Ni siquiera necesitaba indicaciones porque poco después podía escuchar las voces.
-¡Me alegro de que te estés divirtiendo, pero esos no son juegos para una niña! į Qué va a decir tu padre? -gruñía Stephanie, visiblemente molesta.
-¿Entonces para qué me compraste pistolas de agua? ¿Para que las viera ahí y no jugara en absoluto? -replicó Sophia–. ¿O solo compraste cualquier cosa sin saber lo que era? Stephanie apretó los labios con impotencia.
– ¡Eres una niña muy desagradable! – le espeto.
-Y tú eres una adulta muy mala.
Amelie estaba a punto de intervenir, cuando escuchó a su prima ponerse a la altura del desafío de una niña de siete años.
– Pues igual me voy a casar con tu papá. ¡Y seré tu nueva madre! — escupió como si fuera una amenaza.
– Pues no sé qué te vio mi papá – replicó la niña apuntándola con la pistola de agua-. No eres nada amable y tampoco eres linda. Y con esos pelos estirados parece que te “lambió” una vaca. Amelie no pudo contener la risa.
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