ATRACCIÓN PELIGROSA. CAPÍTULO 21. La guerra contigo
Nahia no era capaz de describir lo que estaba experimentando en aquel momento. Era como si una corriente eléctrica atravesara todo su cuerpo, paralizándola y a la vez haciéndola disfrutar como nunca en su vida.
-¡Suelta eso, Aaron! -exclamó intentando alcanzar el pequeño control remoto que tenía en la mano, pero él retrocedió y solo subió la velocidad de la vibración mientras se mordía el labio inferior con una sonrisa llena de maldad-. ¡Ay por dios!
Cuando se dio cuenta de que ya no podía aguantarlo más, Nahia gruñó una amenaza y se abrió los botones del jean para quitárselo, pero inmediatamente sintió las manos de Aaron dándole la vuelta y sujetando sus manos sobre la encimera de forma que no pudiera moverse.
-No me hagas esto… -casi suplicó Nahia y Aaron sonrió contra la piel suave de su hombro.
-¿De verdad quieres que pare? -preguntó casi con un puchero y su nariz fue a acariciar el cuello de la muchacha mientras sentía aquel trasero hermoso apretarse contra su entrepierna-. ¿No quieres que te haga gritar? ¿Ni un poquito?…¿o es porque nunca has gritado delante de nadie? 2
En el fondo era una chiquilla todavía, pero esa chiquilla lo tenía loco, y en cuanto vio aquellas mejillas teñirse de rojo, comprendió que eso era.
-Te quiero, Nahia -dijo con todas sus letras y sintió cómo su cuerpo se tensaba a pesar de toda la vibración de sus bragas-. Aquí conmigo estás segura. Aquí entre mis brazos siempre vas a estar a salvo -murmuró en su oído antes de besar su mejilla y desandar aquel pequeño camino que la llevó a su boca. 2 La besó con necesidad, con deseo, con desesperación. La besó como si tuviera hambre de su boca y ella respondió con un pequeño gemido cuando la lengua de Aaron se abrió paso entre sus labios.
La vibración aumentó entre sus piernas y ella sintió que todo su cuerpo se estremecía al instante. Cada vez más duro, más rápido, hasta el punto de que Nahia no podía contener los gemidos cada vez más altos, ni las lágrimas que ya comenzaban a asomar en sus ojos.
-¡Dios, necesito más! -exclamó desesperada contra su boca.
-Pues disfrútalo porque esto es todo lo que tendrás hoy -advirtió él. 3
Su respiración se hacía cada vez más agitada y el vibrador moviéndose en sus bragas la volvían loca, no tenía control sobre sí misma, no podía parar de temblar.
Aaron mordió sus labios antes de darle la vuelta y levantarla por las caderas para sentarla en la isla de la cocina. Se coló entre sus piernas y hundió la lengua en su boca, sosteniendo su cabello por la nuca para gobernar aquel beso.
Nahia terminó por abandonarse entre sus brazos y su cuerpo se tensó al sentir aquel clímax llegarle como una marea. Gritó contra la chaqueta de Aaron, volcando todas sus emociones en aquel orgasmo intenso que la hizo temblar entre sus brazos.
Y por suerte él supo cuándo detenerse, porque en cierto punto ella sintió que las fuerzas la abandonaban. Nahia abrió los ojos despacio, encontrando el brillante azul de los suyos mirándola con una mezcla de adoración y satisfacción. Y ahí, justo ahí fue donde él supo que quería ser el único hombre en el mundo con quien ella se sintiera así.
-Dimelo de nuevo -murmuró ella apoyando la cabeza en su hombro y Aaron sonrió suavemente mientras la abrazaba.
-Te quiero, señorita King -respondió él-. ¿Qué tal estuvo eres final feliz?
-Cuando las piernas dejen de temblarme y me pueda parar… me vas a pagar por esto lo amenazó ella, pero era más que evidente que eso jamás iba a pasar.
-Solo quiero que estemos bien le dijo él sosteniendo su rostro con adoración-. Sé que soy temperamental y un poco bruto para hacer las cosas, y tienes razón, estoy más acostumbrado a reaccionar que a pensar… Pero también puedo aprender. No te quiero perder, de verdad me gustas mucho, Nahia. Y ya sé que te va a sonar cliché, pero jamás me he sentido así con nadie más… 2
La muchacha cerró los ojos por un largo momento y suspiró.
-Esto tiene un ochenta por ciento de probabilidades de salir mal -dijo ella, pero con una sonrisa nerviosa.
Aaron rio entre dientes y luego se inclinó para besarla de nuevo.
-Entonces voy a tener que hacértelo un ochenta por ciento más duro -dijo él comenzando a acariciar su espalda y Nahia lo golpeó en el hombro. 1
-¡Qué sucio eres! -rezongó riéndose.
-Pero me gustas también, y quiero intentarlo. No te dejaré ir, Nahia. Ya sé que soy complicado pero esto solo demuestra mi determinación. ¿Tú no quieres intentarlo?
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