ATRACCIÓN PELIGROSA. CAPÍTULO 27. Te quiero
Nahia ni siquiera lo miró mientras subían en el ascensor, pero de vez en cuando le daba vuelta en la mano a aquella sartén y Aaron la miraba de reojo, como si no creyera que de verdad fuera tan violenta.
Sin embargo apenas entraron a la habitación cuando ella le apuntó con aquel sartén con más convicción que si fuera Diana con un arma.
-¡Al baño, Robocop! ¡Ya!
Aaron no se lo hizo repetir, entre el aceite corporal para la pelea y la sangre, no estaba muy cómodo precisamente. El agua cayó sobre él como un bálsamo y salió de allí con el pantalón más suave e inoportuno que Nahia había imaginado en su vida.
-Me mentiste, Robocop -dijo con la voz cargada de impotencia-, y no me sueltes la babosada de que ” solo no te dije toda la verdad” porque eso también es mentir. ¿Eres mafioso? -gruñó.
Aaron espiró hondo y la miró a los ojos. Él no era mafioso, pero si conocía el mundo de la mafia. Una pequeña parte de su familia se dedicaba a ello. No era una vida que había elegido para él mismo, pero tampoco tenía intención de juzgar a su familia por eso,
-No, no soy mafioso -replicó lentamente. Pero una parte de mi familia sí lo es. Mi empresa es completamente legítima, pero como viste anoche, veces con ser de los buenos no es suficiente. Ni Jared ni Veronika y mucho menos su hija se merecían estar encerrados en ese sótano, pero nadie habría podido ocuparse de Borisov a menos que fuera alguien con mucho más poder que él.
-¿Alguien como tu prima? -murmuró.
-Exacto. Alguien como Diana, como su padre… como mi abuela -sentenció Aaron.
-¿Tu abuela es mafiosa?
-No, mi abuena y mi madre son solucionadoras. Y es literal. Ellas arreglan lo que otros no pueden, tienen miles de contactos en el mundo y una ética más peligrosa que cualquier arma de fuego. Así que son más peligrosas que cualquier mafioso.
Nahia dejó caer los brazos al lado del cuerpo.
-¿Por qué no me lo dijiste? -siseó.
Aaron levantó la vista y balbuceó:
-¿La verdad? Me daba miedo decirtelo. Sabía que te costaría aceptar quién soy y de qué familia vengo. -¿Te avergüenzas de ellos?
-¡Claro que no! -exclamó Aaron-. Claro que no, Nahia, pero… no puedes negar que venimos de mundos completamente diferentes.
Nahia se le quedó mirando, incrédula.
-¿Y esto? -espetó señalando sus tatuajes. ¿Por qué me los ocultaste? ¿Crees que soy tan cerrada de mente que no podría aceptarte por lo que eres?
Nahia negó con la cabeza lentamente mientras contemplaba su rostro franco y sus ojos honestos. Se dio cuenta entonces de que aquel miedo era real.
Aaron negó con la cabeza y dio un paso adelante.
-No, no es eso en absoluto. Simplemente no quería arruinar lo que teníamos. -Dudó y luego dijo-: Te quiero, Nahia.
La muchacha hizo un puchero desesperado y Aaron le dirigió aquella cara de cachorrito herido. La misma cara con la que tuvo que recibir aquel sartenazo por un hombro.
-¡Oye…!
-¡Y agradece que no te doy más! -le gritó ella-. ¡Solo porque ya te han pegado bastante esta noche…!
-¿De qué hablas? ¡Nadie me pegó! -respondió Aaron.
-¿Ah, no? ¡Pues ven acá que yo te voy a enseñar a mentirme, Robocop! -le gritó ella y Aaron corrió tras ella por media habitación antes de subirse a la cama.
-¡Para, para! ¡Te estás confundiendo! -trató de defenderse y ella se detuvo con el sartén en alto listo para la pelea-. No es Robocop, es Bestiecita.
-Sí, sí. Bistiiciti… -remedó como si tuviera cinco años, lista para seguir con el castigo, pero apenas puso un pie en la cama cuando Aaron atrapó aquel sartén y le hizo doblar el brazo tras la espalda con un movimiento fluido. 1
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