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La Novia Equivocada Novela de Day Torres novel Chapter 18

CAPITULO 18. Pruébatelo o te lo pruebo Lo odiaba, lo odiaba con todo su corazón. Amelie jamás había detestado a nadie como detestaba a Nathan King en ese momento. Si hubiera podido patearlo lo habría hecho, pero por desgracia había una tendencia peligrosa a que algo trágico pasara cuando se tocaban. ¡Y sí, un beso con aquel hombre ya era algo muy trágico!

-¿Cómo puede decir que Sophi es lo más importante para él cuando es obvio que Stephanie la detesta? ¿¡Y el idiota no se da cuenta de eso!? -rezongaba Meli al día siguiente mientras organizaba su pequeño almacén-. ¡Es un ogro… tarado… idiota… bruto…! – ¿”Ogruto”? —la ayudó una vocecita y Arnelie giró sobresaltada para encontrarse a Sophia parada en su puerta.

-¿Sophi? ¿Qué estás haciendo aquí, cielo? —preguntó Meli agachándose junto a ella, preocupada, porque no era normal que la niña saliera de la escuela tan temprano.

– Pues tengo que hacer algo que no me gusta, pero dice papá que es obligatorio, así que me sacaron antes de la escuela para que me aliste -respondió Sophia con un puchero.

Amelie arrugó el ceño, porque ya se imaginaba qué era lo que molestaba a la niña. – ¿Es por la invitación para la fiesta de cumpleaños de Stephanie? – le preguntó y la pequeña le mostró un sobre.

– Exacto. Tengo que ir, pero no quiero. Ella es una pesada y no me gusta… pero tenemos que ir todos -respondió Sophie encogiéndose de hombros—. Papá dijo que era importante.

Amelie suspiró profundamente mientras miraba el sobre. Si Nathan pensaba que era un hombre inteligente estaba muy equivocado. Amelie sabía muy bien para qué era aquella fiesta: solo una oportunidad para que Stephanie lo montara como a semental designado y le sacara un embarazo. La sola idea le revolvía el estómago, pero sabía que no tenía derecho a opinar.

-Lo siento, nena -murmuró—. Sé que es incómodo, pero debes obedecer a tu papá. Igual yo estaré allí para cuidarte mientras los adultos se divierten.

Sophia negó despacio y suspiró.

-La verdad es que no, mi papá dice que debo estar con los invitados durante toda la fiesta, pero me dijo que me dejará llevar una invitada para que me quede tranquila – murmuró con los ojillos esperanzados—. ¿Podrías venir conmigo,

Meli, por favor? ¿Como mi invitada?

Amelie estaba muy tentada a negarse, pero la verdad era que le dolía el corazón al pensar que Sophia tenía que pasar tiempo con Stephanie y su mal carácter, así que no tenía más remedio que ir. Tratando de ocultar su ansiedad, Amelie asintió lentamente.

– Por supuesto que iré contigo, cariño -dijo suavemente-. Seré tu invitada para la fiesta y me aseguraré de que te diviertas. – ¿Podremos hacer maldades? —preguntó la niña con tono inocente. — Pues eso espero, porque de lo contrario no sé a qué iríamos – respondió Amelie con complicidad. Sophia esbozó una sonrisa de alivio mientras echaba los brazos al cuello de la muchacha.

– Muchas gracias, Meli – dijo dándole un beso—. Sé que va a ser horrible, pero saber que estás a mi lado lo hace un poco mejor. Ahora tenemos que prepararnos para la fiesta.

Amelie miró alrededor y con mucha pena detuvo su entusiasmo. – Nena, lo siento, pero es muy temprano, no puedo salir del trabajo todavía. -¡Oh, no te preocupes, le pedí a mi papá que te hiciera un justificante, mira! Sophi le entregó un papel inmaculado que decía: “A la supervisora de logística: Favor de darle el resto del día libre a Miss Tropiezo. 4

Atentamente, Presidente King”

Amelie abrió la boca con sorpresa, porque abajo estaba ya la firma de su supervisora, y eso significaba que lo había entendido.

-¿Me dice… me dice…? i¿Tu padre me dice Miss Tropiezo?! —escandalizó. 2 -Creo que es justo ya que tú me dices “ogruto” —se escuchó una voz ronca desde la puerta y Amelie se puso lívida mientras Nathan trataba de aguantarse la risa –. Y como veo que ya están listas, será mejor que nos vayamos. Amelie se quedó estupefacta. ¿Irse? ¿Con él? ¿A dónde? Nathan pareció leerle el pensamiento y se acercó a ella.

-Sophia quiere un vestido nuevo, así que nos vamos de compras… Y sí, yo las

voy a llevar – declaró con una sonrisa que a Meli se le antojó siniestra—. Así que apúrate, Miss Tropiezo, que nos vamos. La muchacha asintió en silencio y se puso de pie, lista para salir, pero no sin antes sacarle la lengua.

-¿Miss Tropiezo? – le susurró entre dientes mientras caminaban hacia el estacionamiento-. ¿Te importaría llamarme Amelie en público? – Claro, Miss Tropiezo -respondió Nathan sonriendo.

Sophia no pudo resistirse y estalló en carcajadas, y los dos adultos se quedaron mirando aquella alegría con una ternura infinita. Después de eso todo fue silencio amenazante y miradas asesinas entre el CEO y Amelie, y en cuestión de minutos ya estaban en el auto rumbo a la tienda.

– Esta va a ser una tarde perfecta – anunció Sophia y su padre murmuró:

– De eso no tengo ninguna duda.

Nathan llevó a Sophia a comprar los vestidos de fiesta más bonitos que jamás hubieran imaginado, y Meli la ayudó a escoger varios que les gustaron mucho a las dos. Se notaba que la niña lo estaba pasando genial modelando aquellos trajecitos que parecían sacados de cuentos de hadas..

– No te preocupes, Miss Tropiezo. Tengo un plan para que esta tarde también sea perfecta para ti – dijo Nathan acercándose a su oído. Amelie lo miró con desconfianza, y no pudo evitar sorprenderse mientras entraban en la primera tienda de vestidos para adultas.

-¡No, no, no, no! Yo ya tengo vestidos…

– ¿Así de bonitos? – preguntó Sophia con una expresión inocente que le arrancó a Meli un puchero.

– Bueno… a lo mejor no tan bonitos…

-¡Por favor, Meli, eres mi invitada! -insistió la niña,. Yo también quiero que tú parezcas una princesa. ¿Por favor? ¡Compláceme! įsí? A la muchacha no le quedó más remedio que aceptar y enseguida Sophia y Nathan la bombardearon con preguntas sobre su estilo y sus gustos, tratando de encontrar el vestido perfecto para ella. Pero a pesar de sus esfuerzos, Amelie seguía sintiéndose incómoda. Cuando pensaba que las cosas no podían ir peor, Sophia se escapó hasta el otro lado de la tienda y Nathan la agarró del brazo y la apartó. La miró profundamente a los ojos, haciendo que perdiera el aliento en un solo segundo, y luego puso delante de ella un vestido color azul marino que contrastaba con sus ojos claros.

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