CAPÍTULO 46. ¡Me engañaste!
Si había algo difícil para Nathan King, era no saber exactamente cómo debía sentirse, y por desgracia no lo sabía. El alivio compartía espacio con la desesperanza en su corazón. Había esperado años a que Marilyn despertara, específicamente cinco años, y ahora que por fin estaba reaccionando él no...
Se dejó caer en el pequeño sofá de la consulta del doctor Benson, apoyando los codos en las rodillas.
–¿Usted está bien, señor King? —preguntó el médico.
— No. No, no lo estoy–murmuró Nathan – Tengo mucho que conversar con mi familia. Debo irme. ¿Ella...?
– Todavía no sabe ni quién es, señor King. Estaremos con ella hasta que logre despertar y comunicarse, y a partir de ahí empezaremos a evaluar las consecuencias de todos estos años en coma.
– Entiendo –murmuró Nathan despidiéndose. El camino de regreso a la casa se le hizo extremadamente largo. Aun así llegó antes de la medianoche y por la luz encendida supo que el abuelo seguía en el estudio, probablemente leyendo. Explicarle lo que estaba sucediendo y ver la expresión decepcionada en sus ojos fue quizás la conversación más difícil que Nathan había tenido hasta ese momento. Pero tenía que empezar por alguien y era mejor que ese alguien fuera su abuelo.
–¿¡Pero cómo se te ocurrió, Nathan!? – lo increpó el señor James–– ¿Cómo pudiste ocultarnos todos estos años que Marilyn seguía viva?
–¡Los médicos dijeron que no iba a mejorar! – se defendió Nathan–.¡Dijeron que nunca iba a despertar de nuevo, incluso hace pocos meses el mismo doctor Benson me sugirió llevarla a Suiza y...! – Nathan se llevó las manos a los cabellos–. ¡Y por supuesto no pude hacerlo! ¡Ella no estaba muerta, no tenía muerte cerebral, estaba en coma, respiraba por sí sola! ¡Hacer eso era como... como matarla! ¡Abuelo! ¡Es imposible que no lo entiendas! ¡Habría sido como matar a la madre de mi hija!
– ¡Eso no justifica lo que hiciste! – Abuelo –dijo Nathan después de un largo silencio–, entiendo tu frustración y tu decepción. Sé que hice mal al ocultártelo, pero te pido que me ayudes a ver las cosas desde mi perspectiva. Yo estaba desesperado, asustado y solo. No sabía qué hacer... –¡Lo sé! ¡Lo entiendo! –exclamó su abuelo–. Pero ocultarlo, Nathan? ¡Nosotros somos tu familia, yo también quería mucho a Marilyn y sufrí cuando me dijiste que había muerto! i Nosotros debimos acompañarte en esto! ¡Y Sophia...! ¿¡Cómo pudiste hacerle eso a tu hija!?
Nathan reprimió una maldición, porque sin importar lo desesperado que estaba, no podía faltarle al respeto a su abuelo.
–Si hice todo esto, si lo oculté, fue precisamente para no hacerle daño a mi hija. ¿Crees que lo hubiera entendido? ¡Claro que no! ¡Solo habría pasado cinco años llorando porque su mamá no regresa a casa, y esperándola! ¡Esperándola con la misma angustia y la misma esperanza que
yo he tenido por cinco años! –exclamó Nathan–.¿De verdad crees que eso era lo mejor para mi hija?
–No… – musitó su abuelo, y Nathan supo que en ese momento lo había convencido. –Lamento mucho haberte mentido, abuelo. Lamento mucho no haberte contado nada – dijo Nathan mientras una lágrima resbalaba por su mejilla –– ¿Me perdonas? Su abuelo se levantó del sillón y fue hacia él para estrecharlo en un fuerte abrazo.
– Claro que te perdono, hijo. Claro que te perdono —susurró el señor James–. Pero yo soy el menor de tus problemas. Tienes que decirle a tu hija, y tienes que decirle a Meli. ¿Qué va a pasar con Meli, Nathan?
—No lo sé – murmuró él con desesperación–. No lo sé. Marilyn es mi legítima esposa, y la madre de mi hija. Y está viva, está sana y está bien y va a regresar a esta casa porque... porque esta es su casa y su lugar. No puede ser de otra manera.
– Esto va a afectar mucho a Meli. Lo sabes ¿verdad?
Nathan se mesó los cabellos intentando contener las lágrimas.
–Sí, lo sé, pero ¿qué puedo hacer, abuelo? Haré todo lo que esté en mi mano para cuidarla y protegerla, pero sé que voy a acabar lastimando a alguien. ¡Maldit @ sea, haga lo que haga siempre voy a lastimar a alguien! ¡Siento que no tengo salida! ¡Ni siquiera sé cómo decirle a Sophia que su madre está viva! – ¿Mi mamá está viva?
Aquella vocecita hizo que el abuelo y Nathan se giraran espantados para ver a Sophia de pie en la puerta, con aquella carita de sueño llena de incertidumbre y su ballena de peluche agarrada de la cola.
Sophia era una niña inteligente, y miró a su padre haciendo un puchero acusador.
–¡Mi mamá está viva!? –gritó mientras sus ojitos se llenaban de lágrimas. Las lágrimas corrían por el rostro de Nathan mientras observaba a su hija mirándole con confusión y miedo. No podía soportar ver la mirada de devastación en su pequeño rostro, sabiendo que era él quien la había causado.
–Sophi —dijo suavemente, con la voz temblorosa por la angustia. Al principio, Sophia parecía aturdida, con los ojos muy abiertos e incrédulos. Pero luego la sorpresa se convirtió en rabia y empezó a llorar, su cuerpo temblaba de sollozos mientras miraba a su papá –. Ven, tenemos que hablar.
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