UN NUEVO COMIENZO
–¡Nathaaaaaaaannnn! Aquel grito hizo que Nathan corriera escaleras arriba desesperado, porque solo podía significar una cosa – ¡Se adelantó! – gritó Meli y él miró el pequeño charquito de líquido que había sobre la alfombra entre sus pies–. ¡El bebé se adelantó!
Corriendo a su lado, Nathan trató de mantener la calma y guiar a Meli en cada contracción, sosteniendo su mano mientras la ayudaba a bajar la escalera,
–¡El bebé ya viene! –gritó y sintió que el pánico se apoderaba de su pecho.
En cuestión de minutos estaban de camino al hospital y Meli sonreía y se enojaba a la misma velocidad
– ¡Estás cuatripolar! ¡De verdad será niña! 1
– ¡Cállate, Nathan! –gritó Meli antes de hacer un puchero–– ¿Tú crees de verdad que sea una niña bien bonita? 1
Nathan la miraba por el retrovisor medio espantado. ¡Estaba loca!
No tardaron en llegar al hospital y enseguida prepararon la cesárea de Meli. La familia caminaba de un lado a otro en la sala de espera mientras Nathan entraba a acompañarla, Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, se oyó un grito repentino y la doctora rio, anunciando la mejor noticia de todas.
– ¡Es una niña!—exclamó y Nathan hizo un bailecito de la victoria porque le encantaba haber tenido razón.
Se apresuró a ver a su bebé recién nacida y le hizo muchos mimos en cuanto se la entregaron, para luego ponerla en los brazos de Meli, eran hermosas y perfectas a pesar de todo el caos que las rodeaba en aquel instante.
– La hiciste increíble –susurró inclinándose para besar a su esposa en los labios–. Eres la mejor mujer del mundo ¿lo sabías?
– ¡Sophia! – la voz de Rex era ronca y vibrante por la impotencia–. ¡Eres una chiquilla! ¡Y
s la hija de mis mejores amigos! ¡Te saco doce malditos años, te vi crecer! ¡Sabes que te adoro, jamás querré a otra persona tanto como te quiero a ti, pero tampoco serás para mi nada más que mi sobrinita! ¡Eres una niña! 3
– Pero no seré una niña para siempre, ¿verdad? —siseó ella y Rex retrocedió. Era como hablar con una condenada pared.
Siempre había sabido que Sophia era fuerte y temperamental, pero jamás había imaginado que no fuera capaz de ponerle un freno a su capricho.
Se restregó la cara con una mano mientras pensaba y entendió que aquello no cambiaría, su relación con toda la familia de Meli se arruinaría si no le ponía un freno urgente a Sophia.
– Tienes razón –gruñó determinado–. No serás una niña para siempre. Ya tienes dieciséis, tienes auto y licencia, esta noche a las diez te veo en mi departamento. –Sophia retrocedió, sorprendida— ¿Qué, a qué viene esa cara? – siseó Rex–. ¿Quieres hablar, no? ¡Bien! ¡Hoy a las diez en mi departamento! 1 Le dio la espalda y salió de allí, sin imaginar que mientras la historia de Meli y Nathan se acercaba a un hermoso “felices para siempre“, la suya solo estaba a punto de comenzar... de la manera más dolorosa posible.
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