Capítulo 365
“Sabrina, hablemos de eso con calma“. Fernando no quiso enfadarla y suavizó su actitud de forma
poco común.
Sabrina no quería escuchar sus palabras. “Fernando, no tientes tu suerte. He sido tu novia, ¿y querías quitarme a mis hijos? ¿Por qué tomas todas las ventajas?”
Fernando se enojó al escuchar sus palabras. “¿Qué ventaja he tomado de ti desde que comencé a salir contigo?” Luego hizo una pausa y recuperó la compostura ya que todavía queria charlar con ella en paz. “Sabrina, deja que los niños vivan conmigo“.
Sabrina se mordió los labios y lo rechazó. “Fui guardado por ti. Ahora quieres quedarte con mis hijos?”
Fernando no supo qué responder.
Estaba enojado.
“Estoy saliendo contigo. ¿Por qué crees que te guardo?”
“¿Hay alguna diferencia?” Sabrina perdió los sentidos.
“Debo dejar que los niños vivan conmigo. Puedes vivir conmigo también o con Cindy”. Fernando reprimió su temperamento y dijo: “No quiero huir con los niños. Te encontraré donde sea que estés en Trujillo“.
Sabrina estaba perdida por sus palabras.
Estaba furiosa pero no tenía otra opción. Ella no quería mudarse allí ni dejar que sus hijos vivieran con él.
Se sintió tan impotente que gritó y regañó a Fernando: “Fernando, eres un cabrón. Siempre me maltratas“.
Ella le había dado todo lo que tenía. Ahora sus hijos no podían deshacerse de él.
Fernando se sintió mortificado y la abrazó. “Sabrina, vive conmigo y cuida a los niños juntos. Vamos a intentarlo“.
Aunque por el momento no planeaba casarse, había dejado en claro que podían vivir juntos para ver si eran compatibles para el matrimonio.
Los niños eran los lazos entre ellos.
Él no podía ser tan cruel como para quitarle a los niños sin importar sus sentimientos.
A pesar del plan de Fernando, Sabrina no pensaba igual. A ella le pareció que pretendía ganar tiempo para llevarse a los niños.
Sin embargo, no tuvo otra solución y asintió después de un largo silencio.
“Pueden prepararse antes de mudarse mañana“. Fernando acarició su suave cabello al ver que se había rendido.
Sabrina odiaba ser tocada por él y lo evadía. “Fernando, acepto mudarme. Pero tienes que prometerme que cuando te cases, yo criaré a los niños.
“No impediré que los cuides. ¿Está bien?
“Fernando, está bien?” Sabrina volvió a llorar.
Las lágrimas rodaron por su rostro y aterrizaron en la mano de Fernando.
Frunció el ceño al instante y se suavizó. Secó las lágrimas del rostro de Sabrina y asintio con la cabeza,
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