Capítulo 203
-Lo haré -prometió Elias con seriedad y asintiendo con la cabeza. Entendió por qué lo decía Miguel y lo contrario también era cierto.
-¿Y que pasaría si te casas hoy y te dice que no quiere tener más hijos? – le preguntó, deseando con desesperación que Elías pudiera hacer por Anastasia todo lo que él no podría
– Respetaré cada pensamiento y decisión -asintió de nuevo.
-Además, ¿prometes que la protegerás, la cuidarás y la amarás por siempre? – Miguel miraba a su primo con intensidad.
Elías podia percatarse de lo mucho que Miguel la amaba. Con el corazón hundido, le dio una palmada en el hombro.
– Te conozco desde que éramos niños y sabes la clase de persona que soy. -Una mirada de disculpa brilló en sus ojos al añadir en silencio-: Lo siento, Miguel.
Eran tan cercanos como hermanos desde pequeños, pero ahora que amaban a la misma mujer, no sería fácil para Miguel dejarla ir. Por su parte, Miguel se recargo
contra la barandilla del balcón, que estaba detrás de él, y sonrió.
– No tienes por qué disculparte. Sé que Anastasia siempre me ha visto como un amigo y nada más. Hay cosas peores que ver como la tratas bien y la amas de maneras que yo no puedo.
Al oir esto, Elías no halló las palabras para consolarlo, asi que solo estiró la mano para darle palmadas en el hombro. En ese momento, ambos miraron a la mujer que estaba sentada en el sofá de la sala de estar.
Mientras estos dos hombres hablaban de sus sentimientos por ella, Anastasia no tenia idea de lo que pasaba mientras admiraba un extravagante e interesante cuadro en la pared. Ella se veia deslumbrante y seductora bajo la luz de la mañana, como si pudiera ser la dueña de cualquier lugar.
Aunque Miguel se negaba a renunciar a sus sentimientos por ella, se sintió aliviado al mismo tiempo. Luego, miró a su primo y le dijo:
-Es toda tuya, Elias.
La mirada ardiente de Elías seguía posada en Anastasia y no cabía duda de la
posesividad que emanaba de sus ojos oscuros. Él reconoció y aceptó lo que le dijo Miguel; luego, pensó: «Ella es mía y de nadie más; no permitiré que otro hombre se le acerque».
En ese momento, Anastasia observó como los dos hombres se le acercaban, sus siluetas iluminadas por la luz del sol matutino, y se les quedó mirando como alguien cautivado por una impresionante obra de arte. «Los Palomares tienen unos genes tan extraordinarios», penso.
Ambos primos eran altos, de hombros anchos, de cinturas reducidas y con piernas alargadas, cosas que los hacían especimenes muy finos; sobre todo, Elias, quien era el más alto de los dos y parecia un dios griego ante la luz de la mañana.
Al percatarse de que estaba soñando despierta, retiró la mirada de inmediato. No podía sentir nada al mirar a Miguel, pero su corazón latía de manera inexplicable cuando veía a Elias, pensando: «Qué está pasando?”, pero ignoró las mariposas que sentia en el estómago y preguntó en voz alta:
-Oye, Miguel, ¿puedo subir y ver como está Alejandro?
-Claro, se durmió conmigo anoche en el dormitorio principal -contesto de forma casual, sonriéndole. Cuando Elias escuchó esto, frunció el ceño y detuvo a Anastasia.
— Espera aquí, yo voy por él.
– Ignóralo, Anastasia -dijo Miguel, sin querer perder la oportunidad de enfadar a Elías—. Solo sube y echa un vistazo en mi habitación.
-¿Qué hay por mirar allí? — Elías le lanzó una mirada sombría mientras se encelaba.
Anastasia no tenía idea de por que estaban discutiendo de repente, pero antes de que pudiera decir algo, Elias ya había subido las escaleras. Como no quería ir con el, se dio la vuelta y, en cambio, le dijo a Miguel:
-Gracias por cuidar de Alejandro anoche.
– No te preocupes, que para eso es la familia.
-¿Cómo dices?
-Oh! -Sus ojos se le agrandaron mientras, frenético, explicó: Quise decir… que, de todos modos, somos como una familia.
-Tienes razón -sonrió-. Ya eres como un tio para Alejandro.
Él se exasperó y pensó: «¡No seré nada más que su tío! Ya no me queda alternativa».
En poco tiempo, Elías bajó las escaleras con Alejandro en las manos.
– Mami! – la saludó con alegría al ver a su madre en la sala.
Anastasia le sonrió con cariño y lo miró con gentileza cuando se estiró para abrazarlo. Sin embargo, Elías parecía determinado por mantener al pequeño en sus brazos al decirle a Miguel:
-Bueno, entonces nos vamos.
El otro solo asintió con la cabeza y los acompañó a la puerta; después, se quedó en el escalón de la entrada y los miró yéndose. Se quedó pensando en cómo parecía una familia: «Espero que las cosas funcionen entre Anastasia y tú, Elías. Ansio que sea mi prima política».
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