—¡El presidente Palomares salió de mi casa anoche! ¡Soy la única mujer que lo ve cada noche, así que no te preocupes! Helen no pudo evitar mentir y dar una falsa impresión de que ella y Elías estaban muy enamorados. Por fortuna, Maya le creyó cada palabra, suponiendo que Elías era su verdadera novia y que Anastasia era la amante descarada. Tras colgar el teléfono, Helen estaba tan furiosa que lanzó su almohada. —Anastasia Torres… ¿Por qué sigues atormentándome? ¿Por qué tienes que estar alrededor de Elías todo el tiempo? ¡Debo arruinar tu reputación y hacerte la vida miserable! Por otra parte, en la oficina del Grupo Palomares, Elías regresó para encargarse de algún trabajo. Al sentarse en el escritorio, tenía un montón de documentos por firmar; sin embargo, estaba soñando despierto. En ese momento, estaba ansioso por saber lo que le pasó a Anastasia en aquel entonces; quería conocer al imbécil que se acostó con ella para averiguar cómo ayudarla de cualquier forma. Mientras ella abriera la boca, él encontraría a ese idiota y lo haría pagar por sus acciones. De repente, Elías se acordó de alguien: Helen, quien sabía lo que le pasó a Anastasia, así que tal vez podía sacarle algo de información. También, se percató de que, después de conocer a Anastasia, ya no pensaba en Helen, a quien solo le daba compensación material. Aun así, le sorprendía ya no tenerla tan presente. Solía recordar aquella noche de hace cinco años en la que la pobre Helen lloraba frente a él. Cuando pensaba en la mala cicatriz que le dejó, se culpaba a sí mismo. Ahora que Helen aceptó su ayuda mientras él hacía lo posible por satisfacer su situación actual, por fin tenía alivio en su corazón. Ante esto, la llamó. —¡Hola, Elías! ¿Eres tú? —Helen sonaba entusiasmada. —Sí, soy yo. ¿Estás libre esta noche? Te invito a cenar. —¡Claro! Tengo tiempo. ¿Debo ir a verte? —Yo te llamo más tarde. —Está bien. Te he extrañado tanto —dijo ella, aprovechando la oportunidad de confesarle lo que sentía. —Te veo esta noche. Con eso, Elías le colgó. Aunque era consciente de cuánto lo admiraba Helen, no podía aceptar sus sentimientos. En realidad, le sentía lástima y nada más. Entonces, Elías llamó a Anastasia, quien tardó en contestar el teléfono. —Hola, ¿necesita ayuda con algo? —le respondió con frialdad. Aunque sabía que fue Elías quien la llamó, ella le habló como si se tratara de negocios. Mientras tanto, el hombre frunció el ceño; por supuesto, Anastasia sabía aprovechar cualquier oportunidad para provocarlo con sus palabras. —Tengo un asunto que atender esta noche, así que no podré cenar en tu casa —le dijo con voz baja. —Claro, adelante. —Ahora, Anastasia sonaba más contenta. —¿No puedes hablarme de manera amistosa? —le preguntó, frustrado. —¿No sabe que es de cortesía respetar primero a los demás para que lo respeten a uno? —se burló. Al fin y al cabo, alguien que la besaba a la fuerza y se aprovechaba de ella no se merecía su respeto. —De acuerdo, tendré eso en mente —le contestó luego de unos segundos. Después de esto, Anastasia colgó el teléfono, dejando atónito a Elías, quien, como siempre era el primero en colgar, no esperó eso de ella. A las 2:00 de la tarde, Helen contrató a todo un equipo de maquillistas y estilistas profesionales para alistarla para la cena. Aunque solo era una comida con Elías, quería verse presentable y quería usar el mejor maquillaje, el vestido más hermoso, por lo que cada detalle tenía que estar refinado a la perfección. Además de todo esto, ¡Helen quería presumir delante de Anastasia y hacerle saber que cenaría con Elías! Como no había muchas oportunidades para que Helen se luciera, quiso aprovechar la ocasión. A las 4:00 de la tarde, Helen llegó a la oficina de Anastasia, atrayendo las miradas de todos los empleados, quienes pensaban: «¡Dios mío! ¿No es esa la novia del presidente Palomares? ¿Vino aquí por Anastasia? ¿Es un encuentro entre rivales amorosos? ¿Empezarán una pelea?». Justo cuando Anastasia alistó su bolso y estaba por ir a recoger a su hijo, Gabriela entró de repente y tartamudeó: —A-Anastasia… La novia del presidente Palomares está aquí.
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