Helen asintió de inmediato, sintiéndose alegre. —Claro, te contaré todo lo que quieras saber. —Helen, desde pequeñas, Anastasia y tú eran amigas. Quiero saber cómo perdió la virginidad y quién fue el hombre que la tocó —le preguntó, viéndola con seriedad. A ella se le borró la sonrisa; luego, apretó los labios y soltó con un suspiro: —¿Eso… es lo que quieres saber? —Por favor, cuéntamelo, Helen. Estaba claro que él no iba a aceptar un no como respuesta; ella no sabía qué hacer. El hombre sentado frente a ella no tenía idea de quién había profanado a Anastasia aquel día. Por supuesto, no iba a dejar que Elías asumiera dicha ofensa. Tomó aire hondo, ya que se había preparado para cuando llegara ese día. —Pobre de Anastasia. Esa noche me traumatizó a mí también porque pasó cuando vino a salvarme. Si no la hubiera llamado, ella no habría ido a esa habitación en la que se encontró a ese psicópata. Incluso cuando me acusó de lo que pasó, yo admití que la culpa era mía. —¿De qué te acusó? —Elías frunció el entrecejo. Cuando Helen alzó la mirada, sus ojos estaban enrojecidos y llenos de remordimiento. Luego, respiró con profundidad y contestó: —Sé que nadie puede aceptar que le ocurra algo así. Aunque Anastasia es una mujer fuerte, aun así, había perdido su virginidad. Ella me odia; dijo que yo organicé a propósito que el hombre estuviera allí y que maniobré su tragedia. Acepto sus acusaciones, ya que merezco ser condenada. De hecho, no debí haberle pedido que viniera. Yo estaba con unos clientes en ese momento y andaban manoseando, así que le pedí a ella que viniera a salvarme. Aun así, no esperaba que fuera a la habitación equivocada y cayera en manos de ese hombre… Helen cerró los ojos y derramó lágrimas al instante. A Elías también le pesó el corazón: ¿así fue como le pasó todo a Anastasia? Con frialdad en los ojos, preguntó: —En ese caso, ¿recuerdas dónde ocurrió todo? —Eso es lo que no quiero tener presente. Solo sé que fue un pequeño club nocturno y ya no me acuerdo del nombre. He querido olvidarlo, pero… no puedo dejar de pensar cuando Anastasia salió desaliñada. Helen no dejaba de insistir en lo corrompida que terminó Anastasia, porque creía que, sin duda, a Elías le importaría. De seguro, alguien tan sobresaliente y noble como él tenía algún tipo de trastorno obsesivo-compulsivo; por lo tanto, ¡no volvería a tocar a Anastasia! No obstante, furiosa, se mordió el labio inferior cuando vio las venas que le salían de los puños que estaban en la mesa: ¿él estaba furioso por Anastasia? Aun así, ella siguió derramando lágrimas, fingiendo ser la víctima tanto como Anastasia. —También creo que me merezco un castigo por dejarla sufrir esa experiencia traumatizante. Lo que no entiendo es por qué Anastasia dio a luz a su hijo, siendo que odió esa noche demasiado. —¡¿Estás diciendo que el hombre es padre de Alejandro?! —exclamó Elías de inmediato, atónito. —Supongo que sí —asintió—. ¿Crees que Anastasia sea capaz de aceptar a otros hombres cuando le pasó algo así? Estoy segura de que le repugnan los hombres. Con eso, Elías comenzó a pensar con profundidad: «Parece que Alejandro es el hijo de ese imbécil…». —Elías, sé que te importa Anastasia porque su madre se sacrificó para salvarte; es justo que cuides de ella. Él no recordó haberle contado a Helen sobre esto, pero, una vez más, no le sorprendería que lo supiera al ver lo unidas que eran Anastasia y ella al crecer. —De hecho, estoy atormentado por la culpa por su familia. En todo caso, ¿sabes por qué Anastasia concibió al niño? —Elías no podía averiguar la razón de Anastasia tampoco; sin embargo, al ver lo adorable que era el pequeño, le alegraba que Alejandro haya venido a este mundo. —No lo sé. Al conocer a Anastasia, es una mujer obstinada. Su padre incluso la echó por eso, porque pensó que había deshonrado a su familia y lo había puesto en ridículo. Sobre por qué tuvo al niño, supongo que no tenía otra opción, aunque me preocupa cómo deberá el pequeño afrontar al padre que violó a su madre. Anastasia no debió tenerlo. En definitiva, Helen trataba de convencerlo de que Anastasia no era más que egoísta.
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