Capítulo cuarenta y cuatro
Tengo que hablar con Derly.
Esa es la única manera de distraerme y no pensar en que Elián, justo ahora, está en una misión suicida.
Termino de comerme el plato de cereal a las una de la tarde y lo dejo en el fregadero, lavo mis manos y cierro el grifo antes de ir a la sala donde está nuestra luna caminando de un lado a otro.
Le está haciendo un agujero al piso de tanto ir de un lado a otro.*
Cállate, Fally.
Pero yo solo digo... Mejor me callo, no vaya a ser que una cara pájaro por ahí me diga más de cuatro cosas.*
—¿Está bien? —preguntó lo primero que se me viene a la mente y ella niega comiéndose las pocas uñas que tiene.
—No, no estoy nada bien, porque quiero saber como van las cosas y no puedo salir de aquí.
—Pero usted es la luna, se supone que puede hacer lo que sea, ¿no?
—Amir me obligó a quedarme, porque según él esto es un tanto peligroso, además que...
Junto mis cejas —¿Además que?
—No sabemos bien bien si estoy o no estoy... —me da una rápida mirada —ya sabes... Embarazada.
—¿CÓMO? —grito y ella tapa mi boca, me lleva hasta las escaleras y se asoma sin ver a nadie.
Suspira —Shhhh, es secreto —habla en voz baja —no quiero que Sara se de cuenta y empiece toda histérica a hacerme mil y una prueba para ver si es cierto o no, sinceramente no quiero líos gordos con esto.
—Vale, me callo —le hago un zipper a mi boca y recuerdo lo de mi madrastra —Por cierto, luna, ¿sabe donde está la señora que trajeron conmigo en la noche?
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