Capítulo cuarenta y ocho
Pov Elián
Perder a alguien debe ser demasiado duro y sinceramente no sé qué haría yo si Jex muriese algún día.
Hasta pensarlo me da escalofríos.
Zuani sale de la celda con sangre por todo el cuerpo y ropa, alzo las cejas expectativo y doy un largo suspiro, la atraigo hacia mí y sobo su cabeza sintiendo todo su dolor en el aire.
—Él... —su voz se quiebra lentamente y sus lágrimas mojan mi camisa.
—Tranquila. Llora, desahógate.
Seca las lágrimas con el dorso de su mano y se separa, —No te preocupes, ya obtuve venganza y al menos eso me hace estar más tranquila —golpea mi hombro y me rodea con su brazo izquierdo para salir de las mazmorras, que por cierto, me notificaron que ambas personas ingresadas el día anterior murieron.
Y no me da pena, es más, las mataría yo con mis propias manos.
El informe dictaminó que el señor Dornam murió desangrado internamente y el tal Neftali no soporto la tortura mental que Kayla puso en él y se suicidó dando golpes fuertes en la pared con su cabeza.
Una pena... Yo quería empezar a jugar con él al llegar, pero en fin.
Salgo y voy hasta la prado con ella, conduzco hasta la casa en silencio y apago el motor al llegar, me bajo y le doy una rápida mirada antes de entrar —Duchate, relajate y duerme un poco para que te olvides del mundo por un par de horas, ¿de acuerdo hormiga? —asiente dandome un último abrazo antes de entrar corriendo sin mirar atrás.
Aunque no lo diga, sé que ella está mal, pero es mejor darle su espacio y no presionarla.
Entro a casa viendo como todo el personal está de un lado para otro atendiendo las ordenes de mi padre, al igual que la de mi abuela, porque el familiar más pequeño de la familia, en este caso mi madre, al igual que mi abuelo resultaron heridos con balas de plata.
Me encamino hasta el segundo piso y voy directo al despacho donde el señor Dhall no deja de recibir llamadas y revisar papeles, levanta la mirada para verme y asiente en respuesta para que pueda pasar.
—¿Cómo están?
—Tu mamá está bien, pero el que me preocupa un poco es tu abuelo, ya que hizo de escudo para que no cazaran a Irina.
—¿Pero está estable?
Se levanta de la silla y se va a los ventanales, copio su acto y me cruzo de brazos viendo la manada tan tranquila como siempre —Tu abuela dice que si, pero, de cierta forma, eso no es lo que está en mi mente ahora y lo sabes.
—Zuani, ¿no es así?
—¿Cómo la notaste?
—Desanimada, decaída, con una sonrisa falsa evidentemente para ocultar su dolor.
Toma el puente de la nariz con frustración —Algo tenemos que hacer para que no muera pronto y poder salvarla, pero por el momento lo único que se me viene a la mente es traer a su alma gemela o tua cantante en forma de espíritu, luego pensaré que más hacer.
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