Desde el martes he desayunado como rey, como rey es poco, posiblemente como sultán. De pronto todo lo que no comí por años se ha acumulado en este semana y me hace sentir tan vivo que no sé como asimilarlo. Isa es excelente chef y tiene un sazón en la comida que me hace recordar a los mejores restaurantes en los que he comido, no sé si sea porque yo he llevado a mi cuerpo hasta el grado de la hambruna que siento que cada sabor, cada platillo y cada especia son definitivamente una delicia.
Cuando llegó el primer menú por la mañana, lo abrí con tanta premura que ni siquiera me fijé en la nota que ella me enviaba, con una hermosa letra cursiva que decía bon appetit, gracias por ordenar en amistoso menú. Recuerdo que leí la nota una y otra vez con su voz repitiendo cada palabra, después la guardé en el cajón de mi escritorio, donde acumulé cinco que aunque decían lo mismo me daba un poco de pena tirar.
Quería llamarle para agradecerle y que me contara como es que escogió este menú sin embargo, por un problema que hubo en la empresa que me llevó a una ronda de juntas interminables, no pude comunicarme con Isabel por las tardes como planeaban hacerlo ya que llegaba extremadamente tarde y no quería molestarla. Pero sus ricas recetas me mantenían en contacto con ella y debo admitir que la curiosidad de conocerle el viernes era algo que me movía por el resto del día.
Así que por fin, el jueves por la tarde pude llamarla, sin que Vivianne me estuviera enviado correos como si fuera una locura y que yo tuviera que hacer videollamadas con mis socios y accionistas, para al menos ponernos de acuerdo para la tarde siguiente.
―¿Cómo sabré que eres tú? ― Le pregunto.
―Pues, puedo enviarte una foto si quieres, o podemos hacerlo emocionante, ya sabes... "llevaré una rosa roja" y tú "llevarás un clavel" ― Bromea y luego se ríe.
―No sé si con tanto frío sea bueno llevar rosas y claveles.
―La foto será...
―No, no... ya sé... puedes llevar una bufanda de un color ¿qué te parece? ―
―No tengo bufandas de colores pero... ― Y me manda una foto que temo abrir, pero cuando lo hago me pone la foto de un sombrero de ala de color negro de lana.― Puedo llevar este sombrero y lo verás.. es color rojo así que sé que me verás ¿qué te parece?
―Perfecto.― Contesto
―Y yo ¿cómo voy a saber que eres tú?
―Me acercaré a ti y sabrás que soy yo.
―¿Cuánto misterio? ¿No tendré que llamar a la policía para que estén alertas?
Me río.
―No, claro que no...te prometo que todo estará bien.
Ahora la escucho suspirar. Parece ser que Isa está igual de preocupada que yo por lo que va a pasar mañana.
―Sí sabes que, ¿lo que pase mañana definirá muchas cosas?
―¿Cómo cuáles? ― Pregunto.
―Pues, mañana que me conozcas se rompe este tipo de encanto que hay en el teléfono y tú decidirás si me sigues hablando o no... aquí veremos si perdura o termina.― Contesta firme.
Me quedo en silencio un momento, porque tiene razón, al conocernos todo el misterio que nos emociona pasará a ser tangible, real y posiblemente puede llegar a ser decepcionante para alguno de los dos o en el peor de los casos para los dos. Pero, en realidad ¿qué es lo que buscamos de esta situación? Sólo conocernos ¿verdad? No es que estemos buscando algo más.
―Iremos a comer un croissant, tomaremos un chocolate caliente...― Resumo.
―Eso haremos...― Responde ella en un hilo de voz.
―Después regresaremos cada quien a su casa y esperamos.
―¿A qué?
―A ver si alguno de los dos llama primero...― Finalizo.
―¿Qué pasa si uno de los dos le quiere hablar al otro pero al no recibir la llamada del otro piensa mal y no habla y ambos nos quedamos esperando?
―Nos enviaremos un mensaje una hora después que diga: "Gusto en conocerte" y sabremos que el otro no quiere.
―Mucho protocolo... pero, si funciona.― Contesta ella simpática.
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