Todo mi cuerpo suda mientras trato de respirar sentado a la orilla de mi cama, mientras trato de reponerme para poder seguir durmiendo, pero no puedo, el ataque ha llegado muy lejos y no lo he podido controlar.
Como si tuviera asma me pongo de pie para caminar por la habitación, mi cuerpo quiere que salga corriendo, el rush de adrenalina me pega y aunque por dentro todo es un caos sé que por fuera no se ve dicha revolución.
―Respira, respira, respira.― Me consuelo mientras me pongo la mano sobre el pecho mientras siento mi corazón latir.
―¿Quentin? ― Escucho la voz de Isabel al otro lado de la puerta.
Sé que no estoy haciendo tanto ruido, pero supongo que mi respiración y mis movimientos la han despertado. Voy hacia la puerta y la abro. Ella entra de inmediato, con una bata de franela azul con cuadritos rojos y el cabello trenzado. Sin que yo le diga nada ella toma mi mano.
―Veme a los ojos.― Me pide y yo trato de enfocar mi mirada en ella.
―No puedo respirar.― Apenas hablo.― No puedo.
―Sígueme.― Vuelve a pedirme y comienza a hacer reparaciones.― Inhala― Y lo hace ella.― Exhala.― Y suelta el aire.― Otra vez.
Así clavando mi mirada en sus ojos inhalo y exhalo el aire constantemente hasta que mis pulmones se vuelven a abrir y siento que puedo respirar. Ella sin dejar de tomar mis manos y verme a los ojos lo hace junto conmigo hasta que me tranquilizo.
―¿Mejor? ― Pregunta.
Yo asiento con la cabeza y ella me abraza de inmediato. Siente mi cuerpo temblando, mi pecho lleno de sudor y mi corazón que aún sigue latiendo a mil por hora. Odio los ataques así de fuertes, me siento vulnerable como niño pequeño que necesita protección, no me gusta estar así ya que cuando pasa las personas suelen aprovecharse. Sin embargo Isa, me abraza con fuerza y acaricia mi espalda con cuidado tranquilizándome.
―Lo haces bien, lo estás haciendo bien.― Me repite mientras yo me aferro fuerte a ella como si fuera a caerme.― Tu corazón va tranquilizándose.― Continúa.― Todo pasará, sabes que pasará.
Lo sé, todo está pasando, y poco a poco me voy sintiendo mejor sin embargo, aquí llega lo peor de mis ataques de pánico, la vergüenza, la vulnerabilidad.... el llanto desesperado. El nudo en la garganta se empieza a formar y sin pedir permiso las lágrimas ruedan por mis mejillas.
―Isa.― Le digo.― Te pido que te vayas.― Le ruego porque no quiero que me vea así, no es una imagen que le quiera dar.
Isabel se aferra más a mi, no se irá y no importa que tanto quiera alejarla. Sigo llorando, sacando todo este miedo que se acumuló en mi y después viene la rabia.
―¡Estoy harto, cansado!― Le expreso con un tono de furia.― Cuatro años así, cuatro años teniendo que soportar esto solo.
―Hoy no estás solo.― Responde ella tranquila mientras pacientemente me escucha si asustarse.
―Lo sé, lo siento, lo siento.― Me arrepiento de lo que le dije y beso su cabello.― No era mi intensión. Sólo que, no me gusta estar así, odio este sentimiento de culpa que hay en mi, odio no poder abrazarte, besarte sin que a mi mente venga ese pensamiento de traición, de falla, le prometí a Nadine que jamás volvería sentir nada por nadie y...― Y vuelvo a soltarme a llorar.― Yo no los maté Isabel, yo no los maté, ellos...
De pronto siento cómo mi cuerpo se desmorona y me voy sentando poco a poco sobre la alfombra. Isabel se sienta junto conmigo y me toma la mano para que sepa que ella está ahí. Nos quedamos en silencio, afuera no se escucha absolutamente nada, no hay viento, no hay movimiento, solo es la noche y el frío. Isabel se queda viendo a la nada, mientras acaricia mi mano haciendo círculos sobre mi palma.
―Mi hermana y yo éramos verdaderamente unidas.― Comienza a hablar.― Era mi mejor amiga, la amaba sobre todas las cosas. Ella prácticamente me crió ya que mis padres se la pasaban trabajando y no tenían tiempo para la niña "ups" ― Se sincera.― La enfermedad de Betty pegó de un día para el otro, empezaron los dolores de cabeza sin avisar y empeoraron poco a poco. Thomas estaba recién nacido y básicamente yo lo cuidaba porque ella no podía ni siquiera estar de pie unos segundos. Cuando nos enteramos que estaba enferma de cáncer, fue... impactante.―Comenta.― Tanto que hasta mis padres que son doctores les afectó en tantos niveles que no supieron qué decirle, sobre todo al ver que ya estaba muy avanzando. Yo, por mi lado, dije que no, que no lo aceptaba que iba a vivir, que ella estaría bien que yo encontraría la cura para salvarla porque era todo para mí. Así que me puse a trabajar cómo loca, a ahorrar todo el dinero que podía para tener mucho y llevarla a un buen hospital, uno donde le dieran la atención correcta, pero, me fue imposible. Betty , murió mientras yo corría en la calle hacia el hospital. Quería hablar conmigo por última vez antes de entrar a cirugía y yo no estuve ahí cuando ella siempre lo estuvo para mí. Mi hermana murió sin volverme a ver y yo sin poder escuchar su voz una vez más.
El silencio vuelve a la habitación, después de sus palabras, yo volteo a verla―¿Por qué me cuentas eso? ― Pregunto.
―Porque, esa sensación de no poder respirar es porque tal vez tienes algo dentro que no haz dicho y que necesitas hacerlo. Yo te lo cuento porque por muchos meses sentía que algo me apretaba en medio del pecho, me impedía respirar, dormir, moverme, así que tomé mi móvil un día y marqué al de mi hermana. Le dejé varios mensajes de voz donde le expresaba lo mucho que sentía no haber estado ahí con ella y todo lo que la amaba, después, colgué y esa sensación se me fue del pecho. Tal vez tú lo necesitas.
―Es que lo mío es, un poco más turbio.― Me excuso.
―Tiene que ver con el hecho de que siempre repites "yo no los maté" ― Me dice y escucharlo de su boca estremece mi cuerpo.
Isabel, aun tomando mi mano, se recarga sobre mi hombro y continúa consolándome.― Yo iba manejando.― Rompo el silencio de un golpe. ― Lo que te voy a contar es algo que me da mucha vergüenza, porque va contra todo lo que soy.―Aclaro.
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