[Quentin]
De verdad Isabel es una mujer muy diferente a todas las que he conocido y yo sé que puedo decir una y otra vez las razones porque la amo, pero hoy me dio una cátedra de comportamiento y madurez que jamás olvidaré.
Acostumbrado a que siempre había drama a la hora de las peleas por parte de mi ex mujer, Isabel continuó como si nada el resto del día conviviendo como si en realidad no hubiera habido una discusión por la mañana en nuestra habitación.
Le hablaba, me respondía, convivía sin problemas, no estuvo del todo distante conmigo aunque debo admitir que el distante fui yo en forma de prevención, y jamás tuve que pedirle de favor que me prestara atención o no hiciera escenas porque no las hubo. Todo estuvo relativamente normal por no decir perfecto.
Toda la mañana convivió con Lea, animándola para que tomara la clase de pintura que todos al final hicimos. Eso sí, Isabel nunca me dejó ver su cuadro no sé porqué, pero ambos vimos el de la pequeña Lea que salió igual de talentosa que su madre, por lo que Isabel me sugirió en el picnic que fomentáramos su talento de alguna manera.
Finalmente, cuando regresamos al piso, pensé que se terminará todo el teatro y pasaría el drama de mi vida, pero no fue así, llegamos, vimos una película juntos con la niña y después la llevó a su habitación donde se quedó un rato con ella hasta que se quedó dormida y puede escuchar el ruido del bastón caminando hacia nuestros aposentos.
Isabel entró por la puerta con ese hermoso conjunto que se puso en la mañana, a paso firme, sin titubear, se puso frente a mi que yacía sentado en uno de los sofás y me sonrío levemente.
—¿Ya podemos hablar? — Me preguntó sorprendiéndome por completo.
—¿Hablar?
—Sí, las cosas se enfriaron ya y supongo que tuviste mucha reflexión durante el día, así que es. Momento de hablar antes de dormir… odio dormir molesta, me da pesadillas, no me gustan las pesadillas.—Recalca.
Ella cierra la puerta y después camina hacia el nuevo tocador que he adquirido para que ella tenga ese espacio y pueda arreglarse. Se sienta en el banco y deja el bastón al lado para sobarse la pierna mientras cierra los ojos.
Debo admitir que verla haciendo eso me hace el corazón pequeño porque ahí está el recuerdo de una situación que ella no debía ni temía y, aunque los doctores dicen que mejorará en un porcentaje alto, mi Isabel siempre tendrá esa cicatriz que sé no le agrada mucho porque siempre supo que sus piernas eran fenomenales, yo sigo diciendo que sí.
—Pensé que estabas molesta.
—Lo estoy.— Responde.— Pero esas son cosas que se discuten en privado no haciendo escándalos por la calle ¿no crees? Además no puedo estar molesta siempre
—Eso sí.
Me acerco a ella y la cargo entre mis brazos para ponerla sobre la cama. Cuando la tengo de frente al beso pero ella me niega.
—No, esto no es algo que quieras.— Me dice seria.
—¿Qué? Sexo…
—No habrá sexo, y no porque sea castigo si no porque no creo en el sexo de reconciliación.
—Teoría interesante.— Replico.
—Para mí el sexo de reconciliación es cuando ya se está reconciliado, no para reconciliarse, para hacer lo último hay que hablar y definir qué se hará. Así que está fue mi jugada todo el día Quentin ¿cuál es la tuya? — Pregunta seria y yo levanto la ceja.
—Esto no me lo esperaba.
—No me gusta el drama… soy práctica, dime para saber si voy tener pesadillas.
Acaricio su frente y le sonrío.— Perdóname, perdóname por haber tomado esa decisión en mi mente sin considerarte. Tú, todo este tiempo lo haz hecho con mis ataques de pánico, mi historia y todo lo que está a mi alrededor y yo simplemente quise hacer las cosas lo más sencillas posibles para evitar algo que ahora que lo reflexiono no sé que es. Nadine, ya se había ido mucho antes de morirse, incluso nunca fue mía en pensamiento y en sentimiento, pero en tu caso… yo soy tuyo Isabel.—Ella sonrió y acarició mi rostro.— A diferencia de la otra persona que juro ya no traeré a colación después del final de esta conversación, tú me mantienes a salvo aquí.— Señalo su corazón.— Y eso es nuevo para mí, porque jamás me había pasado.
—Me alegra que lo hayas entendido.— Me dice ella.
—Me alegra que seas así… eres perfecta Isabel Osher.
—Casi, ahora cojeo.— Bromea
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