[Isabel]
¡Hemos llegado a la isla de Corfú! Y si estaba emocionada en Italia, en Grecia lo estoy aún más, así que mientras el yate se va acercando al lugar donde pronto debemos bajar, observo maravillada el paisaje.
—Veo señora Valois que está muy emocionada por llegar a esta Isla. —Dice mi esposo mientras de nuevo nos dirigimos al lugar donde bajamos al bote que nos llevará a tierra.
—¡Claro que sí! Es Corfú, una de las islas con más historia que hay en cuestión mitológica.
—No sabía que te gustaba.— Se sorprende.
—Hay muchas cosas que aun no sabes sobre mí, mi amor.— Contesto.
Bajamos al bote como siempre lo hacemos y después de acomodarnos y que éste avance, Quentin me abraza.— Dime, qué es lo que te gusta de la mitología.
—Las historias en sí, es como si estuvieras escuchando cotilleo a la antigua, pero lo que más me atrae son las historias de amor, las adoro, esos amores pasionales que ni siquiera los dioses pudieron quedarse al margen y de alguna u otra forma se involucraron en ellos. Justo unos días antes de enviarte un mensaje terminaba de leer un libro llamado Helen of Troy que relata la historia de la guerra de Troya pero desde los ojos de la misma Helena, es preciosa.
—Si me hubieras dicho eso hubiésemos pasado nuestra luna de miel solamente en Grecia.
—Y ¿perdernos de todo esto? ¡Jamás! — Le respondo.
Por fin llegamos al lugar de desembarque y Quentin me toma de la cintura para ayudarme a salir. Al parecer los medicamentos que el doctor me dio para el dolor de la rodilla han hecho efecto porque hasta ahora no me ha dolido para nada, así que tengo la esperanza que cuando me los suspendan podré seguir de la misma manera y simplemente tendré que usar el bastón.
Me toma de la mano para comenzar a caminar hacia el lugar donde nos quedaremos y esta vez me percato que no hemos llegado a ningún hotel
—Espera ¿este lugar es diferente?
—Así es, esta vez no hay hotel si no que nos quedaremos en una villa privada.
Lo miro a los ojos y me muerdo los labios.— Mi amor.
—Tenemos alberca privada y una hermosa vista al mar para que nos relajemos de más y no tengamos que salir tanto, sólo lo necesario.
Sonrío y aprieto su mano.— El día que dejes de sorprenderme ese día sabré que algo pasa.
—Posiblemente, pero no lo creo, eres tan transparente que sé que no será el caso.
De pronto un hombre de figura gruesa y con barba increíblemente tupida nos da la bienvenida.
—Welcome, Mr and Mrs Valois, my name is Kostas (Bienvenidos, Sr y Sra. Valois mi nombre es Kostas) — Se presenta.— follow me please. (Síganme).
Quentin y yo caminamos detrás de él hasta una hermosa puerta de madera que al abrirse muestra una hermosa casa de dos habitaciones, balcón y piscina llena de luz y demasiado espaciosa, al grado que llego a pensar que todo el lugar es igual que mi antiguo piso en Madrid.
—Tiene sala, una pequeña cocina, el baño, la habitación principal y la cereza del pastel, la terraza con la piscina y el balcón para ver el hermoso mar. — Explica mi marido.
Camino hacia la terraza y sin poder evitarlo expreso un ¡Guau! Porque en realidad la vista es divina. De pronto me siento como aquella Helena de Troya de la que leía, ¿habrá sentido lo mismo cuando desde los balcones de la ciudad vio el hermoso mar?
—¿Qué te parece si nos damos un baño en la piscina? — Escucho la voz de Quentin que viene con una botella de champaña en las manos y dos copas.
—Me encantaría, tengo como cuatro trajes de baño más que estrenar.— Le comento y él se ríe.
Él sirve la champaña en las copas y luego le deja la lado para darme un copa.— Por nosotros, Isabel, para que nuestro amor dure más allá de nuestras vidas y se convierta en mito o mejor aún, en una hermosa historia de amor.
Ambos chocamos las copas y le damos un sorbo que nos cae de maravilla ya que la champaña se encuentra deliciosamente fría y hace que nuestras gargantas se refresquen. Él toma el collar de conchas y oro que me regaló días atrás y sonríe.
—¿Sabes? Tengo curiosidad de algo.
—¿De qué? — Pregunto.
—De si eres una sirena o no, ya sabes cómo las que seducían a Odiseo cuando iba de regreso a Ítaca.
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