Capítulo 102
Esmeralda alzó la mirada hacia el impostor, sus ojos destellando con una claridad afilada que parecía atravesar el aire quieto de la sala.
-¿Ni siquiera sabes eso?
Por un instante, el tic tac del reloj de pie resonó con una precisión casi insolente, marcando el peso de la pausa.
El impostor, hundido en el sofá, quedó mudo, sus dedos crispados alrededor del vaso que sostenía.
-¡¿Qué sabes tú?! —estalló, su voz quebrándose por la furia.
Margarita giró hacia Esmeralda con una mirada encendida de reproche.
-¿Cómo te atreves a cuestionar al Dr. Jáuregui? ¿De dónde sacaste esas ridiculeces?
-Exacto -intervino el supuesto Dr. Jáuregui, irguiendo la espalda con aire desafiante-. Todo eso no es más que un montón de tonterías sin sentido.
-¿Tonterías? -murmuró Esmeralda, su tono suave pero cargado de una ironía sutil. Con un movimiento pausado, extrajo un libro del estante cercano y se lo tendió al impostor-. Parece que el Dr. Jáuregui olvidó lo que él mismo escribió.
El hombre contempló el libro y un estremecimiento recorrió su rostro. Era una obra manuscrita del auténtico Dr. Jáuregui.
-Tú… tú… esto… -balbuceó, incapaz de hilvanar una defensa.
-Este libro lo escribió el verdadero Dr. Jáuregui -explicó Esmeralda con calma-. Detalla con precisión la flor de loto de nieve de la que hablabas. Si mal no recuerdo, su valor ronda las decenas de miles, así que dime, ¿cómo es que un tratamiento con esa planta cuesta cuatro o cinco millones?
El impostor temblaba, perdido en un silencio que lo delataba.
-Y eso no es todo -continuó ella-. Su condición evidencia un exceso de frío y humedad en las piernas. Usar Polygonum multiflorum ahora sería como condenarla a perderlas, ¿no te parece? -Yo… yo… -farfulló él, desarmado.
El hombre, ignorante en las artes de la medicina, no hallaba cómo rebatir las palabras de Esmeralda. Sacó un pañuelo y, con manos torpes, comenzó a secarse el sudor, lanzando miradas desesperadas hacia Margarita y Jazmín.
Pero Margarita ya entrecerraba los ojos, desconfiada.
-Dr. Jáuregui, ¿por qué no responde? -inquirió, clavándole una mirada inquisitiva.
El impostor, mudo, solo atinaba a pasarse el pañuelo por la frente, evitando sus ojos.
1/2
18.54
Capítulo 102
-Porque no es el Dr. Jáuregui -sentenció Esmeralda con una frialdad serena, abriendo la caja de madera rojiza que el hombre había traído consigo.
Dentro, apenas había unas hierbas ordinarias y un cojín para tomar el pulso.
-Ni siquiera trajo agujas de acupuntura añadió. ¿No sabe que el verdadero Dr. Jáuregui es
un maestro en esa técnica?
El impostor sudaba copiosamente, sus ojos danzando de un lado a otro, incapaz de sostenerse
en el asiento.
Margarita se volvió hacia Jazmín con urgencia.
-Jaz, ¿de dónde sacaste a este farsante?
-Señora, yo… no entiendo qué pasa -respondió Jazmín, atónita-. Me lo recomendó un amigo. ¿Cómo iba a imaginar que era un fraude?
El impostor, viendo el cerco cerrarse, se puso en pie con una indignación fingida.
-Señora, si no confía en mí, busque a otro -declaró, aferrando su caja con intención de huir.
Pero Esmeralda, con un gesto sutil, ya había indicado a Eugenia que asegurara la salida.
Comments
The readers' comments on the novel: La Falsa Muerte de la Esposa