Capítulo 3
Al regresar a la habitación, el silencio de la noche se quebró con el zumbido del teléfono de Esmeralda. La pantalla titiló con un nombre que le arrancó un suspiro de reconocimiento.
-¿Qué pasa? ¿Otra vez el maestro está molesto conmigo? -preguntó, con un dejo de cansancio en la voz.-
Del otro lado de la línea, una voz masculina irrumpió con un tono cargado de urgencia y súplica.
-¡Hermana Esmeralda, por favor, te necesitamos con desesperación! ¡Regresa cuanto antes!
Un escalofrío recorrió su espalda. Sin perder un instante, Esmeralda deslizó una maleta del armario, sus movimientos firmes a pesar del peso que cargaba en el pecho.
-Entendido, voy para allá ahora mismo. Por favor, consígueme un coche.
A la una de la madrugada, un llanto desgarrador arrancó a Valentín de su sueño inquieto en la habitación de huéspedes. Con un gruñido de fastidio, se giró en la cama y palpó el vacío a su
lado.
“¿Qué demonios pasa esta noche?” -murmuró para sí, frunciendo el ceño.
¿Dónde estaba Esmeralda? Era extraño, casi perturbador, que no hubiera aparecido. Cada vez que discutían, él se recluía en ese cuarto y, sin falta, ella terminaba buscándolo para suavizar las cosas, deslizándose a su lado con ese aire de reconciliación que él ya daba por sentado.
Pero esta vez, la cama seguía fría.
El llanto, un eco insistente, provenía de la habitación de los niños. Valentín se levantó, aplacando el enojo que le hervía en el fondo del alma, y avanzó con paso pesado.
-¿Qué pasa, Pablo? -preguntó, su voz aún áspera por el sueño.
En la cama, Pablo se retorcía, empapado en sudor, las mejillas surcadas por lágrimas que brillaban bajo la tenue luz de la lámpara.
-Papá, me duele mucho el estómago… demasiado… -sollozó, su voz quebrándose en fragmentos.
Valentín se inclinó de inmediato y rodeó a su hijo con brazos torpes pero firmes, mientras una chispa de furia se encendía en su interior. Girándose con brusquedad, descargó una patada contra la puerta del dormitorio principal.
-¡Esmeralda, qué clase de madre eres! ¿No oyes que nuestro hijo está…?
Las palabras se le atoraron en la garganta al contemplar la habitación desierta. El aire parecía suspendido, inmóvil, como si el tiempo mismo se hubiera detenido.
“¿Dónde estás?” -se preguntó, con un nudo apretándole el pecho.
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Capítulo 3
-Papá, me duele… quiero a mamá… -gimió Pablo, su vocecita temblando entre las sábanas.
Valentín apretó los dientes, los músculos de la mandíbula tensándose hasta doler.
-No merece que la llames así.
-Entonces quiero a Jaz… -suplicó el niño, casi en un susurro.
-Está bien, pequeño. Primero te llevo al hospital, y pronto estará Jaz contigo.
Mientras se alejaba con Pablo en brazos, Valentín lanzó una mirada cargada de desprecio hacia el vacío de la habitación.
“Esmeralda, ¿ahora te haces la digna con tus berrinches? No hay que malcriar tanto a una mujer” -pensó, con una mezcla de burla y resentimiento.
En la sala de urgencias del hospital infantil, el ambiente estaba impregnado de ese olor estéril que punzaba las fosas nasales. La doctora, una mujer de rostro curtido por años de experiencia, revisaba el expediente de Pablo con el ceño fruncido, sus ojos lanzando dardos de reproche hacia Valentín.
-Como padres, deberían tener más cuidado. ¿Cómo se les ocurre darle helado a un niño con un estómago tan sensible?
Jazmín, a un lado, bajó la mirada, sus manos entrelazadas en un gesto de disculpa.
-Lo siento mucho, Valentín. No tenía idea de esto. Esme nunca me lo comentó…
Valentín frunció el ceño, el enojo latiendo en sus sienes.
-No es tu culpa. Esto es pura negligencia de su madre.
La doctora los observó a ambos, sus labios apretándose como si quisiera soltar algo más, pero al final optó por guardar silencio, limitándose a lo profesional.
-Bien, lo internaremos unos días para tenerlo en observación. Asegúrense de darle solo comida suave, nada pesado.
Cuando la doctora se retiró, Pablo, desde la cama, alzó la vista con ojos brillantes.
-Quiero pollo frito -pidió, casi con un puchero.
Jazmín le acarició la cabeza con ternura, una sonrisa suave curvando sus labios.
‘,
-La doctora dijo que solo puedes comer ligero, pequeño. Pero no te preocupes, Jaz te va a preparar algo rico y te lo traeré, ¿sí?
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