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La Falsa Muerte de la Esposa novel Chapter 73

Capítulo 73

Margarita se enfundó en su atuendo más lujoso, un vestido que destellaba con la promesa de riqueza, y adornó sus manos y cuello con joyas que proclamaban su estatus. Con el bolso más ostentoso que poseía colgando de su brazo, se encaminó hacia la residencia de la familia. Santana, erguida en una danza de presunción. Aunque el Grupo Espinosa había irrumpido con fuerza en los círculos de la alta sociedad, su brillo palidecía ante el linaje imponente de los Santana. Para los ojos externos, Margarita podía pasar por una dama refinada, pero en aquella casa, su nombre apenas resonaba.

Al llegar, encontró a Teresa en el patio trasero, reclinada con elegancia mientras el sol acariciaba su rostro. Tomaba café en compañía de unas amigas, todas envueltas en un murmullo de risas y porcelana.

-¡Señora Santana, qué alegría volver a verla!

Margarita avanzó con una sonrisa amplia, como si el tiempo hubiera tejido entre ellas un lazo invisible. Teresa alzó la vista de su taza, frunciendo el ceño con una chispa de desconcierto.

-¿Y usted es?

El mayordomo había anunciado su llegada, y Teresa había dado por sentado que se trataba de una invitada conocida. La sonrisa de Margarita titubeó, pero sin perder el aplomo, tomó asiento en una silla cercana con un ademán casi teatral.

-Soy Margarita, de la familia Espinosa. La madre de Valentín.

Un destello de reconocimiento cruzó los ojos de Teresa. ¡Claro! Era la mujer del incidente en el jardín de niños. Vestida con esa nueva opulencia, apenas la había identificado. Con un gesto deliberado, dejó la taza sobre la mesa, el sonido seco reverberando en el aire. Las damas a su alrededor intercambiaron miradas cómplices, silenciando sus voces.

-Oh, ya entiendo. Usted es la señora Espinosa que perturbó a mi nieta.

—¡Fue un malentendido, señora Santana! -Margarita alzó las manos, su voz teñida de urgencia-. Le pido mil disculpas. Todo fue por mi nieto, que se portó mal. Usted sabe cómo son los niños, siempre enredándose por tonterías.

Teresa esbozó una risa breve, cargada de ironía.

-Que los niños peleen es natural, pero que los adultos armen un alboroto, eso ya es otra cosa.

-No se preocupe, vengo a enmendarlo -insistió Margarita-. Incluso traje un regalo para

usted.

Con un chasquido de dedos, llamó a su conductor, quien se aproximó con un paquete envuelto en papel satinado.

-Es una pintura de Monet. La conseguí en una subasta y pensé que usted, con su gusto exquisito por el arte, sabría apreciarla.

15.05

Capitulo 73

Teresa apenas desvió la mirada hacia el obsequio, su rostro impasible. Una de las damas, con un gesto delicado, se cubrió la boca para sofocar una risita.

-La casa de la señora Santana ya está repleta de obras maestras de Monet. Esa pintura bien podría ir al depósito.

El rostro de Margarita se endureció, su sonrisa ahora una máscara frágil. No dominaba el mundo del arte; solo sabía que su hijo había jurado que era un tesoro costoso. Pero allí, entre los Santana, su valor se desvanecía como polvo al viento. Apretando los labios, forzó otra sonrisa y ordenó al conductor que trajera más regalos. Teresa, sin inmutarse, continuó sorbiendo su café, ignorando los nuevos ofrecimientos.

Sintiendo el peso de la incomodidad, Margarita despidió al conductor con un gesto brusco.

-Margarita, si realmente quería disculparse, debió traer a su nieto para que pidiera perdón a mi nieta -dijo Teresa, su tono firme-. ¿De qué sirve que venga usted sola?

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