Capítulo 111
Al escuchar a Thiago, todos los presentes dirigieron miradas de compasión hacia el pequeño, considerándolo víctima de una situación familiar compleja. Las expresiones hacia Sabrina, por otro lado, se transformaron en una mezcla de reproche y juicio silencioso. El hecho de que su propio hijo la rechazara tan abiertamente evidenciaba, según la percepción general, su fracaso como madre y sugería una negligencia habitual en su rol maternal.
La maestra encargada del grupo de Thiago dejó escapar un suspiro casi imperceptible antes de
hablar.
-Desde que Thiago se incorporó a nuestro jardín este semestre, yo pensé que…
Su voz se apagó mientras observaba a Sabrina con evidente desaprobación. Aunque Thiago había proporcionado el contacto de su madre al inscribirse, jamás había visto a Sabrina presentarse en la institución. La educadora desvió su mirada hacia Araceli, recordando que había sido ella quien completó todos los trámites de inscripción, participó activamente en las actividades para padres e incluso se encargaba personalmente de llevarlo y recogerlo algunos días. Siempre había asumido que Araceli era la madre de Thiago.
Reflexionando sobre la actitud distante de Sabrina, la maestra la catalogó mentalmente como una de esas esposas de millonarios que dedicaban sus días exclusivamente al shopping, juegos de cartas y tratamientos de belleza, despreocupándose por completo de sus responsabilidades maternales.
Sin pronunciar palabra alguna, Sabrina ya estaba siendo juzgada por todos los presentes. Ante esta situación, Araceli no pudo disimular una sutil expresión de triunfo en su rostro.
De repente, una vocecita infantil rompió el tenso silencio.
-Señorita Sabrina, qué bueno que llegó.
Al bajar la mirada, Sabrina descubrió a Romeo, quien permanecía parcialmente oculto entre la multitud. Su expresión se suavizó instantáneamente mientras se agachaba para quedar a su
altura.
-Romeo, ¿te encuentras bien?
Los ojos del pequeño se humedecieron inmediatamente al encontrarse con los de ella.
-Señorita Sabrina, estoy bien -murmuró bajando la mirada como quien reconoce haber cometido una falta-. Perdón, yo… le pegué a Thiago.
Romeo levantó su mano para secar las lágrimas que amenazaban con escapar de sus ojos. Al realizar este movimiento, la manga de su camisa se deslizó, revelando varias marcas de arañazos ya cicatrizados en su brazo.
La mirada de Sabrina se endureció mientras tomaba el brazo del niño con delicadeza pero
firmeza.
-Romeo, ¿qué te pasó en el brazo?
17:23
Un destello de temor cruzó los ojos del pequeño, quien instintivamente ocultó su brazo tras su espalda, evitando el contacto visual.
-Señorita Sabrina, no es nada… me lastimé yo solito por accidente…
El semblante de Sabrina adquirió una severidad maternal.
-Romeo, déjame ver.
Tras unos segundos de vacilación, el niño cedió ante la mirada insistente de Sabrina y extendió su brazo, Ella levantó cuidadosamente la manga, revelando un entramado de marcas
entrecruzadas que impactaron visiblemente a todos los presentes.
Los educadores intercambiaron miradas de preocupación y dejaron escapar expresiones ahogadas de sorpresa. Si Romeo se había lesionado dentro de la institución, la
responsabilidad recaería directamente sobre ellos si no se identificaba la causa.
Después de examinar detenidamente las heridas, Sabrina preguntó con voz firme pero suave:
-¿Cómo sucedió esto?
Romeo evadió su mirada persistentemente.
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