Capítulo 189
Fabián, con los dientes apretados y la mandíbula tensa, intentó cerrar la transmisión en vivo desesperadamente. Sin embargo, ya fuera por la rabía que lo consumía o por el impacto del talento inesperado de Sabrina, su mano temblaba incontrolablemente, impidiéndole finalizar la transmisión por más que lo intentaba. Tras inhalar profundamente varias veces para recobrar el control, logró calmarse lo suficiente para presionar con furia el botón de cerrar, pero justo en ese momento, su celular se congeló por completo. Una avalancha de comentarios, efectos de regalos virtuales y usuarios ansiosos por contemplar a la talentosa violinista colapsaron no solo su dispositivo, sino también el servidor de la plataforma.
“¡Maldita sea! ¡Ciérrate de una vez!” Fabián hizo clic frenéticamente en el botón hasta que, finalmente, consiguió salir de la transmisión que él mismo había iniciado para humillar a Sabrina, pero que terminó convirtiéndose en su catapulta hacia la fama.
Tras concluir Araceli su interpretación, los espectadores habían reaccionado con aplausos casi automáticos. Sin embargo, cuando Sabrina terminó de tocar, un silencio absoluto envolvió la sala durante casi un minuto completo. De pronto, desde algún rincón del público, surgió un aplauso solitario que inmediatamente desencadenó una ovación ensordecedora. De no haber sido por las restricciones sociales que imponía el evento, la audiencia habría estallado en vítores y silbidos de admiración por aquella muestra extraordinaria de virtuosismo musical.
La actuación de Sabrina había sido un verdadero festín sensorial. El placer auditivo resultaba innegable, mientras que el disfrute visual había sido igualmente cautivador. Aunque muchos menospreciaran sus orígenes familiares o cuestionaran su educación, nadie podía poner en duda su belleza. Y si bien en sus corazones consideraban que la apariencia era lo menos importante, en ese preciso instante ella resplandecía con una luz propia, deslumbrante y radiante, con una belleza que literalmente cortaba la respiración.
Los jueces, al recuperarse del trance en que los había sumido la interpretación, temblaban visiblemente emocionados, con los rostros enrojecidos por la intensidad de lo que acababan de experimentar. Sin necesidad de consultarse entre ellos, sin siquiera detenerse a reflexionar, levantaron al unísono la tarjeta que marcaba los cien puntos perfectos.
-¡Por Dios! Nunca había escuchado algo tan conmovedor en toda mi vida.
-Ni Araceli llega a comparársele, sinceramente no le alcanza ni para empezar.
-Te lo juro, es la mejor interpretación que he escuchado en cualquier competencia, sin
exagerar.
-Ahora entiendo perfectamente cuando dicen que hay melodías que se te quedan resonando por días.
Un juez especialmente observador comentó mientras aún procesaba lo ocurrido:
-Si no me equivoco, el niño tuvo un solo hace un momento, ¿verdad? Cielos, ni siquiera noté
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algo fuera de lugar, fue simplemente perfecto.
-Esta presentación estuvo impecable, no hay otra forma de decirlo.
-Exacto, y eso que en la actuación anterior, Thiago ni siquiera tuvo un solo propio.
La realidad era que no solo Thiago no había tenido un solo, sino que dos tercios de la pieza habían sido interpretados exclusivamente por Araceli, dejando apenas un tercio para el dúo. Esto, por supuesto, resultaba comprensible; los niños pequeños disponen de tiempo limitado para estudiar música, y el solo hecho de poder tocar una pequeña sección casi perfectamente ya constituía un logro considerable. Incluso si presentaban pequeñas imperfecciones, estas eran totalmente entendibles.
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