Capítulo 55
-¡Destruiste una familia por casarte con alguien rico! ¿Con qué descaro sigues respirando
entre nosotros?
-¡Detesto a las trepadoras sociales como tú! ¡Si desapareces, sería justicia divina!
-Ya que las leyes no pueden alcanzarte, ¡lo haremos nosotros! Hoy seremos la mano de la justicia que te dará tu merecido.
Una turba iracunda cercó a Sabrina, empujándola violentamente mientras vociferaban insultos, hasta que uno de ellos la derribó contra el pavimento.
En ese preciso instante, el guardia del hospital advirtió el tumulto y corrió para intervenir.
-¿Qué demonios creen que hacen? ¡Aléjense de las instalaciones inmediatamente!
Al notar la llegada de autoridad, el grupo se desbandó rápidamente, desapareciendo entre
murmullos amenazantes.
Sabrina intentaba incorporarse cuando un par de lustrosos zapatos negros aparecieron en su limitado campo visual.
Por reflejo, alzó la mirada y, a través de su visión nublada, reconoció aquel rostro perfectamente cincelado pero impasible.
André la observaba desde su altura, con aquellos ojos profundos registrando cada detalle de su apariencia descompuesta.
-He hablado con Araceli -pronunció con voz neutra-. Sobre el incidente, no emprenderá acciones legales, pero exige una disculpa pública de tu parte.
Sabrina cerró los párpados, inhalando profundamente varias veces hasta recobrar cierta
serenidad.
Apoyó las palmas contra el suelo, intentando erguirse.
Sin embargo, su cuerpo traicionaba sus esfuerzos y, después de varios intentos fallidos, permaneció en la misma posición humillante.
“Qué inservible y miserable me he vuelto.”
Frente a André, siempre parecía terminar en esta situación deplorable.
De pronto, Sabrina sintió un impulso absurdo de reír.
Sus labios se curvaron ligeramente, pero inexplicablemente, sus ojos se cristalizaron primero.
zy
André la contemplaba, su expresión endureciéndose al percibir su palidez y vulnerabilidad.
Tensó la mandíbula y avanzó un par de pasos, dispuesto a levantarla.
No obstante, antes de que pudiera alcanzarla, una mano elegante se interpuso, extendiéndose
1/3
17:14
hacia Sabrina.
-Sabrina, ¿te encuentras bien?
Ella elevó la mirada y reconoció aquel rostro atractivo de expresión despreocupada.
Una opresión se instaló en su garganta, amalgama de dolor y desencanto.
-Señor Castillo.
Gabriel la asistió para ponerse de pie.
-Disculpame, he estado sumergido en asuntos urgentes estos días y olvidé por completo tu alta médica.
-No deseaba interrumpir tus obligaciones, por eso no te notifiqué -respondió Sabrina con voz quebradiza.
Gabriel examinó la herida en la frente de Sabrina.
-Tienes una lesión reciente, deberíamos regresar al hospital para una evaluación.
-No es necesario, apenas es superficial, puedo atenderla con un vendaje simple.
-No–afirmó Gabriel categóricamente, manifestando una severidad inusual-. Es imprescindible que recibas atención médica adecuada.
Ante la determinación de Gabriel, Sabrina finalmente cedió.
-De acuerdo.
Gabriel la sostenía firmemente mientras se encaminaban hacia el hospital.
En ese momento, alguien sujetó la muñeca de Sabrina con firmeza.
Comments
The readers' comments on the novel: La Guerra de una Madre Traicionada