Capítulo 691
Capítulo 691
La nueva regla, apenas fue anunciada, causó una ola de comentarios y elogios entre la gente.
Si el voto por popularidad de los participantes llegaba a afectar el desarrollo del concurso, sería injusto para los demás. Nadie quería que el esfuerzo de los concursantes quedara opacado por trampas como la compra de votos o manipulaciones parecidas. Por otro lado, si se hacía solo por cumplir, sin premios reales, todo el asunto de la votación perdía sentido y se volvía una formalidad vacía.
Por eso, los organizadores idearon una solución ingeniosa.
Justo cuando Sabrina terminó su presentación, antes siquiera de que pudiera decir unas palabras, sus votos comenzaron a dispararse como pólvora. El sistema de votación en línea llegó a trabarse por momentos.
Al mismo tiempo, la cantidad de espectadores en la transmisión aumentó como espuma. El fervor del público no tenía nada que envidiarle a los conciertos de grandes celebridades,
Y es que, en esta época donde lo visual manda, nadie podía resistirse al encanto de una señorita tan guapa y con tanta presencia como Sabrina. Su belleza no era la típica de las influencers de moda, sino que tenía un toque propio, inconfundible y cautivador.
En la sala de control, el responsable del área casi se atraganta de la emoción al ver las cifras en pantalla,
-¡Director, esto es una locura, la rompimos! ¡Esto está explotando!
El director se llamaba Damián Palacios. Era un tipo de carácter recto, nada dado a las trampas ni a los atajos. Por eso, aunque tenía experiencia de sobra, nunca lo llamaban para los programas más importantes. Ni siquiera para producciones de televisión serias lo tenían en cuenta. Para muchos, Damián era poco flexible y no sabía “adaptarse“.
En estos tiempos, hasta los concursos y realities que parecían más justos, por dentro estaban llenos de acuerdos y arreglos bajo la mesa. Damián jamás aceptó ser parte de eso. Por eso, aunque ya pasaba de los cincuenta, su carrera no despegaba y seguía en el mismo lugar.
Esta edición del concurso implicaba competir contra participantes extranjeros. Era impensable enviar a los típicos “recomendados” sin talento, porque allá afuera no se podía comprar jueces ni manipular resultados.
Aún se recordaba el desastre de años anteriores, cuando músicos colombianos quedaron en último lugar en competencias internacionales. Todo porque los concursos nacionales estaban podridos de corrupción: desde los organizadores, hasta los jurados y los concursantes, todos se dejaban comprar. Al punto que, quien tuviera suficiente plata, podía asegurarse un lugar en la final sin importar su talento.
Esos campeones “de cartón“, maquillados como prodigios, quedaban en evidencia apenas llegaban a enfrentar a verdaderos artistas en el exterior. En ese entonces, aún existía la ronda de eliminación, pero hasta eso manipulaban, echando fuera a quienes no se dejaban comprar.
Esa podredumbre interna duró cinco años, hasta que todo salió a la luz y se armó el escándalo. Los responsables terminaron rindiendo cuentas ante la justicia.
La justicia, aunque pueda tardar, siempre llega.
Después de aquel escándalo, el concurso perdió credibilidad y hasta los mejores participantes dejaron de inscribirse. El interés del público se apagó, y aunque cambiaron a todos los jurados, directores y asesores, el daño ya estaba hecho. Apenas si quedaban concursantes con verdadero nivel, hasta que apareció Marcelo y revivió un poco la esperanza.
Que Damián estuviera a cargo esta vez no fue casualidad. Lo buscaron porque sabían que él no se vendía ni aceptaba trampas. Aun así, por haber sido marginado tantos años, lo mandaron a hacerse cargo de la parte de transmisiones en internet, lejos de la televisión tradicional.
La idea del premio para quien obtuviera más votos en internet fue de Damián.
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